Golpe de realidad

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—Sabes, quizás el rojo se vuelva mi nuevo color favorito para siempre—Comento Eduard sin dejar de sonreír, mientras avanzábamos entre los cuerpos enfundados en satín y seda de la más alta calidad.

—Eso sería muy poco conveniente—Ronronee a un tono en el que solo los tres pudiéramos escuchar.

— ¿Y eso por qué?—Preguntó con curiosidad

—Porque tendría que vestir ropa interior roja todos los días.

Los ojos cafés se Eduard se sombrearon

— ¿Exactamente eso sería para qué? O mejor dicho—Pausó relamiendo sus labios—¿Para quién?.

Estuve a punto de responder cuando el gruñido de Cristian nos devolvió a ambos a la realidad.

—Voy a por un trago. La noche parece que será larga.

Y sin más dio media vuelta y camino por entre la multitud.

Casi de inmediato el hombre que había visto en fotos apareció frente a nosotros. Con un traje tan negro como el humo de las chimeneas en los meses del año más frío y una sonrisa que delataba unos pequeños hoyuelos sobre un rastro de barba muy bien cuidada. Aquel hombre cuyo nombre no me había tomado el trabajo de memorizar se acercó hasta nosotros y abrazo a Eduard

—¡Por fin! Ya estaba empezando a pensar que no vendrían. ¿Ese de allí era Cristian?—Señalo al lugar por donde el rubio oxigenado se había evaporado.

—Sí, acaba de ir a por una copa. Ya sabes cómo es—Sonrió devolviéndole el abrazo—Disculpa el retraso. El jet tuvo problemas al aterrizar en el aeropuerto, fue todo una mierda muy complicada.

El hombre se separó y asintió.

—Te entiendo, justo ayer tuve un juego de golf con el cónsul  de Inglaterra y estuve media hora varado en el aeropuerto hasta que por fin pude volar. Ya imaginarás la cara de Marta cuando llegué—Bajó la voz y miró hacia ambos lados antes de decir—Juro que temí que me arrancara la polla con unas tijeras de papel.

Eduardo sonrió.

—La tía Marta cuando se enoja puede ser un peligro mortal para cualquier ser vivo en la tierra.

—Créeme que si—Sus ojos cafés conectaron con los míos— ¡Caramba, pero que modales los míos! Una hermosa dama entre nosotros y yo ni siquiera me he presentado como es debido. Es un placer al fin conocer en persona a la mismísima Jessica James.

La sonrisa digna de comerciar nunca abandono su rostro al mismo tiempo en que llevaba una de mis manos hacia sus labios dejando un beso cálido en la palma.

—El placer es todo mío, señor.

—Nada de señor, querida. Marcelo está bien.

Asentí a modo de respuesta, con una sonrisa delineando mi rostro. Aquel hombre parecía ser una gran persona.

—Jessica, Marcelo es mi padrino y la mujer que menciono es mi nana Marta. La mejor amiga de mi madre y una verdadera tía para mí—Explico Eduard.

—Más que una tía diría yo—La voz femenina llego como un susurró dulce hasta mis oídos. El sonido constante de sus tacones de aguja repiqueteaba por sobre las voces de los presentes. El vestido blanco, completamente inmaculado combinaba a la perfección con el traje ahumado de Marcelo— Mi madre te mataría si te oyera refiriéndote a ella con solo la palabra "Tía"

—Verdaderamente, sí. Pero eso ella no lo sabrá, ¿verdad, Livia querida?

Recuerdo que la primera vez que la había visto, en las fotos me había parecido una belleza, sin embargo, las fotos no le hacían justicia. Su nariz respingada y moldeada, sus labios carnosos y sus ojos verdes con rasgos muy bien marcados debían ser herencia de su madre porque el color café de su cabello y el pequeño lunar en su cuello era claramente el legado de su padre.

Revenge Or LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora