Inicio del pecado carnal

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Juro que aquella ocasión fue la primera vez que hice algo tan pecaminoso como masturbarme mientras ella me contaba con lujo de detalle semejante acto, pero mientras más pasaban los días y de igual forma las confesiones que ella me hacía, era algo que continuaba haciendo con normalidad. 

Fue hasta cuándo en otro día de confesiones, término de relatarme otra de sus muchas aventuras sexuales, ese no fue tan excitante como el anterior así que no entrare en detalles, pero por muy pequeña e insignificante que fue la historia que me conto que me orillo a la masturbación. 

Esa historia fue muy corta así que procedí a darle su penitencia; unos cuántos padres nuestros y unas aves marías, Y mientras ella se retiraba del confesionario yo continuaba dentro de la cabina recreando cada palabra que ella me había dicho, me encontraba tan concentrado con los ojos cerrados, con el miembro duro entre mis manos masajeándolo que olvidé que no le había puesto el seguro a la puerta.

Estaba a punto de correrme con aquellos pensamientos obscenos que por coincidencia abrí los ojos y pude ver que alguien  se asomaba de entre el espacio que dejaba la puerta por no estar asegurada, me asusté y estuve a punto de detenerme pero no lo hice, escuché un gemido casi imperceptible pero pude notar que era de una mujer, la puerta se abrió un poco más y pude ver la silueta de una mujer en cunclillas, una mujer vestida con un hábito y con cabello rubio -estaba seguro que la Alexa porque era la única rubia del grupo de monjas-. 

Algo en mí me dijo que no me detuviera, la puerta ya se había abierto unos 20cm así que pude observar como aquella moja en cunclillas levantaba su hábito y comenzaba tocarse, pude apreciar que no llevaba nada debajo de aquel uniforme sacro pues de ella comenzaba a escurrir un poco de su jugo de mujer, con un poco de dificultad vi cómo comenzaba a abrir sus labios con su dedo índice, anular y con el dedo medio acariciaba su clítoris. 

Continuamos por un minuto hasta que con la confianza que me inspiró verla masturbarse y le dije:

Padre - Veo que un par de oraciones no serán suficientes para apaciguar tu alma, ven y cierra la puerta hija.


Se levantó acomodándose el vestido, abrió la puerta y entró lentamente, puede ver en su cara una mezcla de miedo pero de excitación también, cómo quién está emocionado de hacer algo nuevo pero a la vez tiene miedo ver qué pueda pasar.

Alexa - Perdone padre vine a preguntarle cuántos padres nuestros encuentros aves marías tenía que recitar ya que no me lo dijo.

Padre - Híncate y calla hija mía, olvídate de eso vamos a probar una nueva forma para que expíes tus pecados, ¿de acuerdo? Por qué tu tuviste la culpa de esto, tus historias me orillaron a cometer este pecado en contra de mi cuerpo.

El padre EvaristoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora