Expiación de pecados

6.2K 72 1
                                    

Y sin oponer resistencia sólo asintió con la cabeza, puso sus manos en mis muslos y abrió la boca. Lentamente sentido como su lengua su saliva cubrían la punta, el tronco y la base de mi miembro. 

Padre - ¿Cuándo fue la última vez que tuviste un pene en la boca?

Alexa - Hace dos años justo antes de hacerme monja -Me decía mientras con su mano derecha tomaba mi pene y lo masturbaba-

Parecía que aunque habían pasado dos años sin hacer ese tipo de cosas no había perdido práctica puesto que la forma en que me masturbaba y chupaba la cabeza de mi pene era digna de una experta. Se veía tan sensual hincada y chupando mis genitales que la tome por el trasero, lo acomode para que quedara levantado, subí el vestido del hábito a su espalda para ver sus nalgas -tan suaves y carnosas-. No pude resistirme a jugar con ellas, abrirlas, masajearlas, recorrer sus orificios con mis dedos.

Alexa - Padre no me empuje por favor, puedo sentir como su miembro toca hasta mi garganta, sea amable conmigo, se lo pido.


Me decía mientras continuaba penetrándola con mis dedos. La levanté mientras yo dejaba mi asiento acojinado para sentarme en el suelo justo en medio de sus piernas, supongo que ya sabía cuáles eran mis intenciones pues tono su hábito, lo subió hasta su vientre dejando al descubierto su cuerpo de la mitad hacia abajo.

Tomé su pierna derecha y la subí al que era mi asiento, con mis manos en sus nalgas de empuje hacia mi boca, quise probar por primera vez hacer manjar con el que se deleitan los promiscuos los infieles y los enamorados. 

Era como saborear una boca pero con labios más delgados y delicados, sentir su textura con mi lengua hacía que corriera más sangre por mi pene poniéndolo más duro, cada espacio de su vagina tenía un sabor diferente y particular -delicioso puedo decir-, por afuera era como jugar con un pedazo de piel pero cuando mi lengua lograba abrir esas dos puertas de piel llamadas labios y se introducía dentro de ella podía apreciar un sabor diferente y abundante, parecía que estaba bebiendo de una copa un vino de lujuria amarga.

Lleno de fuerza por el deseo que ella me producía me levanté, la tome del brazo y la puse enfrente de mí, puse su espalda contra mi pecho mientras con una de mis manos jugaba con sus senos y con la otra la toma del cabello, logre recostarla sobre el asiento del confesionario para tomarme unos segundo y apreciar el paisaje que formaba su cuerpo.

Alexa - ¿Está seguro de lo que va a ser padre?

Padre - Sí hija yo también mi decisión, tú no puedes arrepentirte porque fue tuya la culpa de que esto pasará

Alexa - no se preocupe padre lo entiendo, solo le pido que se apresure y siembre en mi su semilla antes de que alguien nos vea

Padre - shh calla


Al ser padre nunca había tenido este tipo de encuentros así que para disimular mí inexperiencia jugué un poco con mi pene en su vagina, lo frotaba en medio de sus labio, quería estimularla con las venas de mi miembro que se sentían reventar de la acumulación de sangre en ellas, jugué un poco hasta encontrar la entrada de sexo, humedecí un poco la punta de mi lanza con los jugos que de ella salían, apunten hacia ella y lentamente - para sentir cada parte de su ser, cada parte de su interior- la penetre. 

Sujete con fuerza sus caderas y comencé a embestirla, su interior era tan apretado, era una delicia, aparte de apretado era caliente y húmedo, estaba tan lubricada que mi pene entraba sin problemas, la penetraba mas y mas adentro que mis testículos chocaban con su vagina, esto hacía que sus nalgas brincaran cada vez que chocaban nuestras caderas, era un paisaje hermoso que me tumbe sobre su espalda para masajear sus pechos suaves con sus pezones duros.

   

Me puse de pie  pues sentía que estaba a punto de terminar pero no quería hacerlo sin antes ver su cara de placer,  la acosté boca arriba abriéndola de piernas, remoje una vez más mi pene en sus jugos para lubricarlo y mientras la follaba, acomodaba sus piernas en mis hombros, tome cautivos sus pechos con mis manos, y disfrutando desde arriba veía como con los ojos cerrados se mordía el labio inferior aguantando las ganas de gemir pues nos podrían descubrir, me acerque a besarla mientras por debajo con mis manos abría sus nalgas para entrar más profundo. 

Padre - Voy a terminar hija

Alexa - Hágalo padre, plante su semilla en mi

Padre - No, podrías quedar embarazada


Me levanté, tome mi pene con la mano desde la base y con la otra sujete a aquella monja pecaminosa del cabello volteando su cara hacia el ojo de mi miembro mientras me masturbaba

Padre - Abre la boca, hija, ábrela


Verla hincada con la boca abierta, casi con la mandíbula zafada y mirándome a los ojos con sus ojos llorosos me hizo entender que estaba desesperada por probar mi néctar de vida.

Alexa – Hágalo padre, lléneme la boca con su semilla


No pude evitarlo y eyacule dentro de su boca, sentir su lengua acariciando mi pene que estaba sensible por la liberación de mi semilla provocaba en ella espasmos, como si quisiera expulsar más jugo

Alexa - padre déjeme limpiarlo -me decía mientras se limpiaba mi néctar de sus labios con sus dedos-

Padre - te absuelvo de tus pecados, ahora sal de aquí que nadie te vea, le dije mientras limpiaba las últimas gotas de mi ser con su boca.


 Así fue como iniciamos nuestras aventuras todas las semanas en el confesionario.

El padre EvaristoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora