cinco

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Cinco.

y no gustes de ellas.

—¿Cómo conociste a Ted?

Hermione llevaba un buen rato siguiendo a Andrómeda por toda la casa. Quería saber qué relación tenía esa bruja con su amigo, quería saber más de la magia, en resumen: quería respuestas y ella, Andrómeda, que era la más amigable de las tres, podía dárselas.

Andrómeda no había respondido ninguna de sus interrogantes, solo se reía y seguía caminando, abriendo puertas y haciendo sus cosas sin importarle tener a Hermione pisándole los talones y haciéndole miles de preguntas cada dos por tres. Parecía que su presencia no la incomodaba, al contrario, se mostraba entretenida.

Pero Hermione era obstinada y el silencio de Andrómeda no la desanimaba; a Hermione no le importó invadir su espacio personal y Andrómeda tampoco mostraba signos de cansancio. Daba la impresión de que estaban jugando.

—¿Ted ha estado aquí antes? —preguntó Hermione. Andrómeda sonrío y abrió la puerta, Hermione reconoció la habitación como la misma en la que ella había despertado horas antes—. ¿También lo conociste en el bosque?

La luz de la luna se colaba por la ventana abierta, Andrómeda se adelantó para cerrarla con delicadeza y luego se sentó en la cama. Hermione se sintió repentinamente avergonzada por no haberla tendido, pero a la otra mujer no pareció importarle.

—Ted nunca ha estado aquí, no creo que a mis hermanas les agradara su presencia —dijo al fin Andrómeda—, pero ha querido, claro. Él es muy curioso e imprudente, sin embargo, comprendió enseguida que revelar mi secreto podría traernos problemas a ambos. Es un buen tipo, ¿no crees?

Y empezó a quitarse la blusa sin preocuparle que Hermione la estuviera mirando. El primer pensamiento de Hermione fue apartar la vista, pero, cuando vio el pálido pecho de Andrómeda, la mente se le quedó en blanco.

Ni siquiera saltó asustada cuando vio a los cajones del negro armario abrirse por su cuenta, ni cuando un cambio de ropa llegó volando al regazo de Andrómeda o cuando las velas del techo (que flotaban arriba de sus cabezas) se encendieron solas. Hermione estaba fascinada.

—Me encontré a Ted una noche, rondando un lugar muy cerca de aquí. Parecía perdido y lo ayudé a volver al pueblo —dijo a la par que se quitaba los pantalones—. ¿Sabes qué hizo? Me buscó, días después, llamándome a gritos —siguió y una sonrisa apareció en su rostro—. Dijo que quería salir conmigo, le expliqué la razón (con toda la intención de deshacerme de él luego), pero no se asustó. Es un muchacho interesante.

—¿Él sabe...? —Hermione hizo un esfuerzo descomunal por hablar, Andrómeda estaba sentada en ropa interior en la cama. Era una vista intimidante—. ¿Él sabe que eres una bruja?

—Sí, pero le hice prometer que no diría nada de mí a nadie, de hecho, esa fue la condición que puse para que pudiéramos seguir reuniéndonos. Y, teniendo en cuenta que no ha venido nadie con la intención de prendernos fuego, asumo que Ted ha cumplido su promesa. —Andrómeda la miró y Hermione tragó saliva—. Sin embargo, se saltó la regla contigo e intento convencerte de que las brujas eran reales, ¿no? Pero tú eres tan terca...

—¿Cómo es que sabes eso? —Hermione no recordaba haber dicho ninguna palabra de su conversación con Ted, no había dicho nada demasiado personal, pero todas ellas, sin excepción, parecían conocerla de toda la vida.

—Te lo dijo Bellatrix.

—¿Estás leyendo en mi mente? —Ya no le parecía una posibilidad descabellada.

Andrómeda abrió la boca y pasó su lengua por los labios distraídamente, parecía estar teniendo un debate interno.

—Sí, algo así —susurró.

Brujas [BELLAMIONE AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora