Antecedentes: El Telescopio

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"En el siglo XVII, en los actuales terrenos de Europa, un brillante astrónomo matemático llamado Galileo Galilei observó en su telescopio al planeta Júpiter y descubrió que existían cuatro puntos de luz que orbitaban al rededor de él. Tal vez si hubiese colocado el telescopio en la dirección incorrecta, nunca lo hubiera visto; pero, gracias a esa accidental observación, el cosmos pudo ser explicado de una forma totalmente diferente" ........

Ese pequeño fragmento de una conversación era lo único que el joven Kari podía recordar cuando despertó, el día que su vida cambió para siempre.

Esa mañana, sus ojos se abrieron de forma agresiva y sus pupilas se dilataron de inmediato por la cegadora luz del sol que se posaba, intensamente, sobre él. Sus brazos comenzaron a moverse lento, pero sus piernas aun no podían activarse.

— ¿En dónde estoy? — su agotadas cuerdas vocales lo dejaron pronunciar — ¿Por qué hace tanto frío? — La baja temperatura que provenía del suelo, había enfriado la espalda descubierta del joven —¿Qué es este lugar? — parecía ser que el desorientado Kari no lograba entender qué era lo que le había ocurrido.

Alejó la espalda del suelo y la levantó. Dirigió su mirada hacia la extraña sábana que se encontraba cubriendo la parte inferior de su cuerpo. — ¿y esto? ¿de dónde salió? — Con la mano temblando por la angustia, Kari alzó lentamente ese pequeño trapo de tela con la esperanza de tener puesta su pijama, como cada noche; pero, evidentemente no iba a ser así.

Esa mañana Kari no había despertado en su cuarto, estaba totalmente desnudo a la mitad de un tétrico bosque. Tratar de asimilar todo eso, fue lo más duro para la pobre víctima.

—¿Do...do...dónde está mi ropa? — la ansiedad se apoderaba cada vez más del chico. Inmediatamente, hizo el amago de levantarse, pero el dolor que invadía su cuerpo lo hizo devolverse al suelo pegando un fuerte grito — ¡AHHH! ¡¿Por qué no puedo mover las piernas?! ¿Qué me está pasando? — el miedo de no tener control sobre su cuerpo y no tener recuerdo alguno de la noche anterior, lo hicieron soltar lágrimas de sufrimiento.

Pasaron alrededor de unos 30 minutos. 

Parece nada, pero fueron unos eternos minutos en los que su mirada permaneció perdida en los insectos que caminaban por el pasto y el áspero suelo en donde había pasado la noche sin ropa. El lugar parecía desolado, era un bosque con abundantes pinos que se encontraba a una hora de la carretera más cercana. No había nadie, solo él y su profano cuerpo. Afortunadamente, el agresor había dejado las prendas colgadas en una rama cerca de él, como si hubiese querido que Kari las encontrara con facilidad.

Cuando pudo recobrar la voluntad y la conciencia, el joven se levantó y descolgó la ropa que le habían dejado. Suavemente y, aun sin poder asimilarlo, introdujo ambos brazos y piernas adentro de su camiseta rota y pantalón mojado; respectivamente.

Intentó buscar su teléfono en los bolsillos, pero fue inútil. Intento esperar a que alguien viniera a ayudarlo, pero fue en vano. Con el pesar de su alma, se adentró en el bosque, paso a paso, caminando hasta poder encontrar el camino a casa.

Kari no era tonto, pues tenía una clara idea de lo que pudo haberle pasado, pero todo parecía tan absurdo que ni él podría estar seguro. Mientras más se acercaba a la carretera, más podía reconocer el lugar.

— Tendré que tomar el autobús para llegar a casa — se dijo a sí mismo. Había un viejo paradero cruzando la calle; inclusive, se encontraba un hombre mayor sentado en ese mismo lugar.

Al llegar, el anciano le comentó al joven — Un autobús pasó por aquí hace unos 5 minutos. Tendrás que esperar un hora para que pase el siguiente. — advirtió el campesino.

Kari, agotado por la larga caminata bajo el sol, respondió — ¿Usted está esperando el autobús? ¿Por qué no se subió en ese, señor? — con una voz cansada. 

A lo que el anciano, sorpresivamente dijo — ¿Yo? No quiero ir a ningún lado. Solo estaba esperando a que salieras del bosque, mijo. — dijo mientras mantenía la mirada hacia el sol — ¡Toma, sé que lo necesitas!— sacó de su bolsillo una ficha de transporte para pagar el boleto del autobús. Era de suponerse que Kari no traía dinero para pagar el pasaje.

Luego de cumplir su prometido, el señor se levantó y se alejó caminando sin más que decir; dejando a Kari temblando por la extrañeza de sus palabras. — Olvídalo, solo quiero ir a casa — el joven pensó. Miro al cielo y cerró los ojos.

Al pasar una hora con veinte minutos, el autobús arribó en el paradero. —Supongo que el anciano tenía razón, ya debió pasar una hora — Kari habló consigo mismo. 

Se levantó lentamente de la banqueta y comenzó a entrar en el transporte. Una vez adentro, se cerraron las puertas y el conductor pisó el acelerador, avanzando lejos de aquel bosque.

— ¿Qué pasó la noche anterior? ¿Quién estaba conmigo? ¿Pude haber hecho algo para evitarlo? — miles y miles de preguntas como esas invadían la mente del pobre Kari. Cada una, parecían tener una clara respuesta, pero, él aun no estaba listo para aceptarlo.

Kari lloró toda la noche, y las demás noches de los siguientes doce meses. No se lo dijo a nadie. No se lo dijo a su padre, ni a sus amigos o maestros. Pasó un semestre de su vida sonriéndole al espejo por el día y llorándole a su almohada por la noche; todo en un agonizante y secreto silencio. Luego de ese lapso, Kari volvió a proyectarse como un chico normal,  como si ya no existiesen recuerdos algunos de aquello.

Han pasado ya dos años desde que Kari despertó en el bosque, desnudo y sin auxilio, con heridas en las zonas íntimas y, muy seguramente, drogado. Han pasado ya dos años y pareciera que la memoria de aquel día esta muy lejos, tanto que desaparece y jamás volverá; pero, si miramos a través de un telescopio, nos daremos cuenta que los recuerdos están más cerca de lo pensamos y siempre formaran parte de nosotros, por mas lejos que estén.

¿Intrigados? No se preocupen, la historia del joven Kari aún está comenzando...

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La Teoría del Universo: El origen de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora