Sonrojo

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Mezcló con cuidado el spagetti con la salsa de queso, pues temía que su aspecto en lugar de lucir apetecible pareciera un revoltijo poco agradable al consumo. 

El cocinar calmaba sus atrofiados nervios, aunque a veces en lugar de sentirlo como un hobby pareciera ser una obligación. 

Hasta cierto punto era una obligación si lo pensaba bien, ya que si no hacía de comer, había riesgo de que Kanon se muriera de hambre. 

Bajita la mano, si, era una obligación mantener vivo a Kanon. 

Jamás de los jamases diría que lo hacía por gusto, no, no, no. Aunque su corazón diera un brinco de alegría cada que su igual elogiaba sus platillos y sin vergüenza alguna le pedía doble ración.

Jamás diría que amaba cocinar para Kanon. Primero se tomaría un simple café hecho por Aioros (y miren que eso era, prácticamente, tomar veneno).

"Y pensando en Kanon" se dijo a sí mismo el Géminis "¿A qué hora llegará con el pan y la leche que le pedí?" Hace media hora que su hermano había partido por dicha manda y todavía no volvía. 

Meneo la cabeza con una tenue sonrisa en sus labios, Kanon tardaba eternidades en llegar así fuera a casa de Aldebarán (que estaba a cinco minutos) todo por ir jugando a no pisar la raya del suelo.

Así que no dudaba ni un poco que su hermano estuviera saliendo de la tienda de Rodorio y estuviera con la vista en el suelo, procurando no pisar las rayas para luego de unos diez o veinte minutos, abrir la Otra Dimensión y aparecer en la entrada de Géminis. Saga sonrió al recordar esa extraña manía de su gemelo. 

Sin darse cuenta, comenzó a tararear con voz extremadamente baja, Bed of Roses de Bon Jovi, sin borrar la sonrisa en su rostro. 

Una sonrisa tierna, feliz... enamorada

El sonido de unos pasos le interrumpieron a mitad de la canción, Saga volteo con lentitud y dijo;

—Al fin llegas, Kanon. 

Eso había sido lo único que salió de sus finos labios. No lo dijo molesto o fastidiado, al contrario, lo había dicho a modo de juego.

La respuesta que recibió, sinceramente, le dejaron perplejo.

Kanon lanzó sin delicadeza la bolsa con el mandado sobre la mesa y partió sin decir palabra alguna a su habitación, eso sí, dando un sonoro portazo.

Saga simplemente se quedó estático, con la cuchara todavía en mano durante cinco segundos. Cuando reaccionó, rápidamente se quitó su mandil y fue en busca de su igual -eso sí, primero apago la estufa-. En cuanto estuvo frente a la puerta tocó un par de veces, no recibo respuesta alguna.

—Kanon. —tocó una tercera vez.

—¡Largo! —se escuchó del otro lado, el tono de voz estaba cargado de enojo.

—No, dime que te pasa. —pidió, tratando de guardar la calma. Odiaba que le gritaran, en especial cuando él que lo hacía era menor que él. Aunque fuera por 15 miserables minutos —Ábreme.

—¡Vete a la mierda Saga! ¡Ya me enteré!

Saga parpadeo, confundido.

—¿Ahora que conchas hice? —y no solo se lo pregunto a Kanon, si no también a sí mismo.

Trató de recordar lo que hizo, fallando miserablemente. Últimamente Saga se había vuelto un ciudadano honesto.

O eso quería pensar.

—¡¿QUIERES SABER QUE HICISTE?! —la puerta se abrió de golpe, dejando ver a un Kanon furioso, con una venita en su frente. Los ojos parecía que se le salían de sus cuencas y a Saga casi se le salía el corazón por tan repentino acto. Hasta brinco por tremendo susto. 

—¡CHINGADA MADRE KANON! —se llevó una mano al pecho y se mordió los labios, rara vez maldecía —¡¿Me quieres matar de un susto?! —dijo algo agitado y un poco apenado por su auto-mentada de madre. 

—Te lo mereces, tu me vas a matar de un puto coraje.

—¿Yo qué hice?

—¡Ah! ¡Y te haces el loco! —dijo el menor riendo sarcásticamente, se cruzó de brazos y se apoyó en el marco de la puerta.

—Kanon, te juro que no se de que hablas. —replicó Saga tratando de mantener calma, que en esos momentos se estaba yendo al carajo.

En su cabeza se repetía una y otra vez; "¿Que hice? ¿Que hice? ¡¿QUE MADRES HICE?!" ya hasta se estaba empezando a sentir culpable y no sabía ni de que. 

—Me lo dijeron todo, Saga. —siseo Kanon.

—¿A qué te refieres con...? —no terminó de hablar pues Kanon le interrumpió. 

—¡Eres un papá! —exclamó el menor, extendiendo ambos brazos hacia arriba. 

—¡Yo...! —"¿What?" —¿Eh?

—Lo sé todo, eres papá... —Kanon en ningún momento dejó de verle a los ojos. Saga estaba pero no estaba en sí mismo... Casi se podía leer sobre su cabeza la frase "Procesando información, espere un momento"

—¿Eso diablos quien te dijo?  —parpadeo varias veces y movió la cabeza con ímpetu —¿Quién diablos te dijo eso?

Kanon apretó la mandíbula y exhalo lentamente el aire que retenía en sus pulmones.

—Eso no importa, lo que importa es que me dijeron que eres papá.

Saga arrugó la frente y el enojo e indignación que estaba conteniendo se desbordó en una fracción de segundo.

—¡Yo no soy padre! ¡¿Quién rayos te dijo eso?! ¡Apenas lo encuentre lo voy hacer pedazos! ¡Yo no tengo hijos y ni siquiera me gustan los niños! ¡Apenas puedo con mi jodida existencia y quieren que cuide de un mocoso! —mientras hablaba comenzó a manotear sin control.

Kanon se apresuró a colocar sus manos en sus hombros, obligando a su igual a verle a los ojos.

—Saga... ¡SAGA! —el mayor paro de maldecir y le presto atención —Me dijeron que eres un papá... ¡UN PAPACITO!

Y después de eso, rompió a reír a carcajadas, agarrándose el estómago.

Saga se volvió a quedar perplejo por segunda vez en el día. Poco a poco sus mejillas se tornaron rojas y sus ojos se entrecerraron. El enojo que dominaba su ser murió de un solo golpe. 

¿Papacito?

—¡Ay Athena! —rio Kanon —Deberías de ver tu cara... ¿Verdad que podría ser un gran actor de televisión? —preguntó el peli azul, después le guiñó un ojo con coquetería. 

Saga se negó a responder. Solamente se dio media vuelta y volvió a la cocina totalmente sonrojado de pies a cabeza.

-x-

—Oye, sal a comer... —murmuró Kanon al otro lado de la puerta —Fue una pequeña broma... No es para que te molestes así...

Lo malo es que no lo veía como broma. 

Saga yacía acostado en su cama de brazos cruzados sin quitar su vista del techo. El sonrojo aún permanecía en sus mejillas, y su corazón aún latía desbocado de emoción.

—En serio Sa... perdón... 

No abriría la puerta, porque sería capaz de responder: Sí, soy un Papacito... pero soy tu Papacito...

Y después de decir eso le daría un beso.

Un beso en esos labios que moría por hacer suyos.  

Maldito corazón enamorado y maldito Kanon.

Cortos De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora