¿EL INICIO?

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Era una mañana de primavera perfecta, el sol brillaba y no se veía ninguna nube en el horizonte, los pájaros revoloteaban sobre los campos que se estaban tornando de un verde amarillento a un dorado rojizo. En el pueblo, la gente estaba riendo y preparando poco a poco las decoraciones, banderas, mesas y los adornos para lo que iba a ser la fiesta de la cosecha de este año. Era una tradición más del pueblo, con el pasar del tiempo se había transformado en una gran fiesta en la que todo el mundo podía reír, cantar y bailar, haciendo que la gente fuera capaz de olvidar por un día sus problemas, faenas y labores. En esta fiesta, todos se reunían como una gran familia ante una enorme hoguera en el centro del pueblo, y como todo el mundo sabía, con el prender de esta, se daba paso al inicio de la cosecha, y con esto al fin de escasez de comida, dando inicio a la época de cosecha, de lo que tanto sudor había costado cuidar y conseguir que creciera. Esta fiesta lleva celebrándose desde el principio de los tiempos, según dicen los libros y pocos relatos de sus gentes. Ya que sabemos que en los pueblos pueblo del reino del amargo viento no se solía escribir nada, sino pasaba de boca en boca, de generación a generación.

En este maravilloso lugar, en una villa separada del pueblo se hallaba nuestro querido Arym, nuestro chico estaba muy ocupado con los que haceres matutinos, ya que su querido padre adoptivo estaba enseñándole, cómo blandir correctamente una espada...

- Arym: Byum, tengo una pregunta. ¿Por qué he de aprender a manejarla espada, si no ha habido ninguna guerra en el reino en muchísimo tiempo?

- Byum: Como ya sabes un hombre debe saber manejar la espada como también debe saber llevar el ganado, o es que tú crees si hubiera otro conflicto como la gran sublevación que hubo en el sur. No os mandarín a luchar porque vos no sabéis manejar la espada.

- Arym :pero es que... Para eso está el ejército, Byum....

- Byum: No hay nada que rechistar Arym, si os seguís quejando... en el próximo entrenamiento os haré cargar con el doble de peso en la espada y seguro que así os volveréis el doble de veloz con ella. Seguro que podréis blandir como un verdadero espadachín y no como el patán que sois ahora.

- Arym:..

Tras un largo rato de práctica y de que Byum le corrigiese los errores más comunes de un novato con la espada, como no colocar la espada correctamente o incluso llegar casi a caerse en un despiste. Se acercaba la hora de alimentar al ganado, por lo que byum, tendría que marcharse

- Byum: Bueno creo que ya esta bien por hoy, lo dejaremos aquí y mañana seguiremos. Voy a ir a dar de comer al ganado, que por lo menos ellos, no son tan respondones como tu mi querido Arym. Volveré para cenar espero que al menos para entonces, ya sepáis las partes de vuestra espada y recuerda que nunca se te olvide que un buen espadachín debe conocer todas sus armas al completo, tanto sus nombres, como sus partes.

En ese momento Byum se incorporó lentamente, y tras sacudirse el polvo, se dirigió a la puerta macica de la casa, la abrió como si fuese una mera pluma y se marchó caminando tranquilamente por el camino que iba desde la villa hasta los corrales, cantando una melodía muy pegadiza que Arym no reconocía, pero le sonaba muy familiar.

Arym se quedó embobado pensando en cómo podía ser tan difícil blandir correctamente aquel pesado trozo de hierro, no entendía como podía ser que Byum lo moviese como si no pesase, como podía ser posible que él, aunque se esforzara nunca llegaba a hacerlo bien o lo suficientemente bien para que Byum le felicitase. Aunque no le importaba mucho, sabía que tarde o temprano sería mejor que Byum e igual de bueno que lo que le contaba de su padre. Cuando volvió en sí, se incorporó de un salto y se acercó a la ventana a contemplar lo bonito que eran los campos en esa estación del año, el trigo, la cebada y el maíz estaban ya listos para recoger, su color dorado que contrastaba con el azul del cielo, haciendo parecer que delante de el había un mar de sangre que se agitaba suavemente con la brisa. Esas vistas hacían que Arym se olvidase de todo y de todos, dándole un remanso de paz y tranquilidad. Tras todo esto decidió que era el momento de volver al mundo real y ponerse manos a la obra

Se dispuso a cumplir con la tarea que le había encomendado su maestro, así que cogió su libro de la estantería, era bastante fácil reconocerlo, ya que tenía la carátula bastante deteriorada por el pasar del tiempo, estaba encuadernado en una piel de vaca bastante singular y escrito a mano con una tinta negra, muy difícil de conseguir. Arym echo un ojo a la habitación y decidió que lo mejor sería sentarse en la silla de madera de roble rojo, que el mismo Byum había hecho con madera del bosque rojo, le pusieron ese nombre por el color del bosque en otoño y su madera de un tono rojizo, la había hecho Byum con sus propias manos hacía muchísimo tiempo.

Antes de empezar, echó una ojeada alrededor de donde estaba, se dio cuenta que estaba rodeado de las viejas armas y pergaminos que Byum había ido guardando en viejas estanterías que había en la casa. Arym cada vez que contemplaba una, se le venían a la cabeza las historias que Byum le había contado de la rebelión del sur y las sangrientas batallas en las que había participado.

Tras un buen remoloneo, por fin hizo caso de lo que dijo Byum y se puso manos a la obra, colocó su libro sobre la mesa y lo abrió justo donde ponía espadas, poco a poco fue observando las ilustraciones pintadas a mano y memorizando cada parte de su espada, le parecía que el tiempo no pasaba, que se había parado o iba demasiado lento. Tras un largo rato de recitar las partes en boza alta, como si fuera un orador, creyó que ya había conseguido retener los nombres de cada parte en su cabeza, así que confiado cerró el libro, lo colocó en su sitio. Sabía que a Byum, no le gustaba que dejase sus cosas por ahí tiradas, así que tras cerciorarse de que todo en el salón estaba como debía de estar, se dirijo como de costumbre a la cocina para empezar a preparar la cena, se acercó a la despensa y tras contemplar las distintas estanterías de carne, especias y demás alimentos que conformaban aquella despensa, se le apareció en la cabeza como por arte de magia una idea bastante buena. Se dijo "¿para sí mismo porque no?, se dispuso a preparar un buen pastel carne para cada uno, sabía que este le gustaría a Byum y le gustaba, podría ser posible que le contará algún relato de sus viajes o de alguna batalla.

Claramente siempre cuando le preguntase con el estómago bien lleno. Tras reunir todos los ingredientes, abrió el libro de cocina en la página que ponía pastel de carne. Empezó haciendo la masa, poco a poco fue mezclando, añadiendo y cocinando los ingredientes como decía en aquel viejo libro de cocina que tenía Byum. Una vez le contó que aquel libro se lo había quitado al chef de un gran rey, que por la desaparición se armó un gran revuelo...

Tras un buen rato de amasar y cocinar. Había dado sus frutos, los pasteles de carne estaba listos y muy bien rellenos, especialmente como le gustaban a Byum, se sentía orgulloso de cómo le habían quedado, pero no tanto de tener que limpiar el lío que había formado en la cocina, ya que era un poco desastre, así que tuvo que recoger todo. Tras un rato de limpiar, colocar los enseres de cocina y comprobar que estuviese todo listo para cuando volviese Byum. Dio un rápido vistazo y se percató de que necesitarían más leña para poder alumbrar la chimenea hasta bien tarde, así que decidió ir al bosque. Se dirigió hacía la puerta, la abrió con un fuerte tirón que hizo que le doliese un poco la mano, salió de la casa y dirigió su mirada hacía el cobertizo donde guardaba la leña, que no era más que una pared con un pequeño techo de paja. Vio que no había mucha leña, así que, sin pensárselo dos veces, cerró la puerta se dirigió al bosque que tenían al lado a por un poco de leña y de ramas para que tuviera suficiente fuerza. Decidió dar un atajo por en medio del campo de trigo que los separa del bosque, así que se dirigió al campo, pero antes de llegar a acercarse a este. Arym empezó a escuchar una lejana melodía, compuesta de flautas, violines y muchas risas. Tras escuchar más detenidamente se dio cuenta de que la canción, que se escuchaba era la canción que justo Byum había tarareado justo cuando iba a cuidar y dar de comer a el rebaño.

Arym pensó que podía ser aquello ya que nunca había salido de allí, ya que tenía prohibido ir a cualquier sitio. Sabía que aquella melodía tenía que proceder del pueblo, aunque Byum, le dijo que nunca debían de verle la gente, pasase lo que pasase, porque se asustarían de sus ojos, ya que para los demás no eran comunes, aunque no entendía esto. Aun así, Arym no podía resistir su curiosidad, era un chico joven, así que como buen aventurero decidió emprender una pequeña expedición al pueblo, pero no antes sin encubrir sus planes.

Aunque no podía parar de pensar lo que Byum, le había dicho hacía mucho tiempo, "nunca dejes que te vean, podrían tratarte de brujo y quemarte vivo", por mucho que quisiese no podía sacarse esa frase de la cabeza, volvió corriendo a casa y le dejó la cena a Byum puesta, la mesa lista con cubiertos, una jarra de vino y una nota donde decía que iba a recoger unas hierbas al bosque que no le esperase para cenar, tras dejarlo todo listo y pensar que esta expedición le costaría no poder oír ninguna historia, decidió salir de la casa, cerró la puerta con un buen empujón y emprendió la marcha por el camino que le llevaba hacia el pueblo.

UNA LEYENDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora