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Era viernes y llegaba a casa un poco tarde, Lauren había regresado del trabajo hacía ya un buen rato. Esta semana había resultado ser demasiado intensa, en el trabajo y en casa, Lauren había redescubierto su líbido al parecer, porque habíamos tenido sexo en cada rincón de la casa, menos en las habitaciones de las niñas, obvio.

Puse mi clave y entré, la casa estaba vacía, por lo que caminé por la cocina y me encontré con un globito color rosa flotando en la encimera que decía: "lo siento". Me acerqué al globo y me di cuenta que estaba amarrado a una caja de celular. Sonreí al verlo, Lauren había roto la cámara del mío el día del partido de Olivia. Quité el globo y tomé la caja en mis manos.

Caminé a la oficina que tenía Lauren, imaginaba que estaría allí. Cuando abrí la puerta la encontré con unos audífonos gigantescos, sus lentes de contacto, un control en manos que presionaba por todas partes, sus piernas encaramadas del escritorio y miles de personas muriendo en la pantalla.

Me acerqué a ella entrando en su campo de visión, me dirigió su mirada por unos segundos y luego lo volvió a la pantalla. Jugó por unos segundos más deteniéndolo. Se quitó los audífonos.

- Reivindicándote – dije enseñándole el globo y la caja, ella sonrió.

- Lo siento – bajó sus piernas del escritorio para ponerse de pie. Ahora yo era un poquitito más alta que ella.

Abrió sus brazos y me apretó en un abrazo que casi me deja sin aire. Deje la caja en el escritorio y solté el globo para que chocara con el techo.

- Está olvidado – le sonreí picándole un ojo.

Su teléfono empezó a sonar, ella lo tomó de la mesa, Emma la llamaba por videollamada.

- Hola, mi amor – expresó aceptando la llamada.

- Hola, mami – respondió.

- ¿Por qué no me llamas a mi nunca? – interrumpí haciendo un puchero, Lauren colocó la cámara frente a mí.

- Hola, ma – sonrió respondiendo.

- ¿Cómo estás, mi vida? – pregunté tomándo el teléfono en mis manos.

- Bien, acompañé a los abuelos a dejar a Oli en el campamento – asentí.

- ¿Estaba nerviosa? – negó.

- Nunca la había visto tan feliz – hice un puchero porque me hubiese encantado llevarla.

- ¿Qué han hecho ustedes dos? – se encogió de hombros.

- Abuela Clara nos ha llevado a la playa todos los días – sonreí – Abuela Sinuhe nos quiere llevar a Disney la semana próxima, pero le dije que mejor esperemos a la pulga – asentí.

- ¿Te sientes incomoda cuando estás con ellos? – negó, pero pude ver que se sonrojaba un poco. Salí de la oficina de Lauren para sentarme en el mueble de la terraza – No tienes que ir obligatoriamente, no quiero que te sientas incomoda, se que no has pasado tanto tiempo con ellos cómo con los padres de Lauren – ella sonrió.

Para Olivia era mucho más natural porque se había criado desde bebé entre las dos familias, pero a Emma se le dificultaba un poquito más.

- Los quiero mucho, pero son muy sofisticados – reí.

- Lo son, pero por dentro son unos ositos como yo – asintió.

- Te extraño, ma – le piqué un ojo.

- Yo también te extraño mucho, mi corazón – suspiró acomodándose - ¿Cómo te has portado? –

- Excelente, soy una estrella – sonreí.

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