Prologo: Desesperación

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El sol se levanta por las colinas del este, es ahí donde estaba el dios del caos, postrando su mirada en la eternidad de la luz. Ladeo su cabeza para así encontrar la paz de sus huesos al sonar, en ese instante el cielo resonó con la fuerza de los truenos, levitando en el cielo, mira como la creación empezaba a hacerse presente, de las manos de los dioses creadores, su trabajo era dar la vida y que esta prosperara, de repente ya el dios del caos no estaba en el lugar de nacimiento de la vida, ahora se encontraba en el basto aullé de la civilización humana, al ver como los humanos causaban daños a otros, su ira se presentó en los claveles del fuego que arrasara con las paredes de roma. Al cerrar sus ojos y volver abrirlos, ahora se encontraba en el seno de la muerte hecha historia, sus manos estaban sobre los cadáveres de miles de inocentes, de incontables niños, pero eso no causaba nada en su interior, entonces el dios del caos se acerca al hombre que todo mal ha causado y le susurra al oído mil atrocidades más, lo guía para la guerra formar, este dios susurraba en los oídos de Hitler. El tiempo se moldea a su antojo y el presente es pasado, el pasado es futuro, y el futuro es su estado de presente.

En otro lugar del mundo, en otra línea temporal, en otro plano de la existencia se encontraba el señor de los mil nombres, padre y creador del ser humano, que desde su trono observaba como sus amados hijos llevaban la guerra con su nombre en los estandartes. "Más seguidores, más poder", ese era el lema de los dioses creadores, ya que mientras más ovejas se encontrarán en su rebaño, más control tendrían sobre la creación misma, pero algo no estaba bien, uno de los hijos de su creación había matado a su hermano, o eso pensaría cualquiera, todo estaba planeado por este dictador celestial, la muerte de su hermano, y el castigo que poco después se ganaría...

- No puedo creerlo... Lo mate... No quería hacerlo, es mi hermano... Pero esta rabia en mi interior, me estaba consumiendo, ¿Por qué siempre se llevaba todo el amor de nuestros padres, de dios? ¿Estos serán los celos de la serpiente? - El corazón del primer homicida está lleno de confusión, había dolor en sus manos, en su cuerpo el sentimiento de culpa se hacía palpable, pero nada podía hacer ahora, entonces cayo de rodillas, sus ojos se llenaron de lágrimas. - Dios perdóname, no quería lastimarlo, solamente me enfade... ¡Regresa a mi maldito hermano! Llévame a mí... él no se merece este destino, en cambio, yo me lo merezco, quiero ser yo el que este en el fondo de este acantilado...

El hombre estando en el suelo escucho a su Dios, el dios creador de esta tierra, de sus padres y del Edén del cual habían sido desterrados, en ese momento una luz celestial aparecía ante él y un ser de luz le acaricio las mejillas, con una voz femenina hablo y su corazón se sentía en paz.

- Hijo mío, agricultor de noble labor, lo siento por tu dolor, lo siento por ser yo quien te de las malas noticias... Tú serás condenado a la eternidad... - Su voz se sentía triste y se podía sentir la pena que en este ser se encontraba, pero ¿Quién era esta entidad, era su Dios? - Se lo que estás pensando, sé que te preguntas quien soy, sé que tienes miedo de tu Dios, pero sé que te afecta aún más haber matado a tu amado hermano, tus celos carcomieron el poder que había en tus bondadosas manos. - En ese momento el hombre iba a hablar, pero no era capaz de hacerlo, era como si sus labios no pudieran abrirse y el miedo invadió sus pensamientos, en ese instante su mente se calmó, las manos de esta entidad eran tan cálidas que le recordaban a su madre cuando esta le peinaba. - Caín, soy la esposa de tu Dios, soy con el la creadora de este mundo que ahora llamas hogar, por eso me duele tanto hacerte esto, pero no puedo perdonar este dolor tan grande que has causado en mi corazón...

La paz desapareció, la Diosa se esfumo y como un efímero recuerdo, la felicidad murió, ahora Caín sentía como el dolor invadía su cuerpo, sentía las brasas del infierno en su piel, pero lo que más causaba dolor en su ser, era ver como su hermano caía desde el acantilado, todo por sus deseos egoístas. Cuando Caín era un niño, sus padres lo veían como el que les regresaría el honor de estar junto a dios, pero había otra estela que era más querida por su creador, era su hermano Abel. Caín era un agricultor, todas las plantas que sembraba en la muerta tierra fuera del Edén, crecían con hermosos colores, pero eso no era importante, ni para sus padres, ni para Dios, Abel se llevaba las ovaciones, él estaba bendecido con el don del pastoreo y la crianza. Caín se ha desvanecido en su dolor, cayó de lleno en el suelo solamente para tiempo más tarde despertar, su cuerpo estaba débil y no encontraba manera de levantarse. No tardó demasiado tiempo en darse cuenta que su cuerpo había cambiado, ahora portaba un tatuaje en su brazo derecho que iba desde la punta de sus dedos hasta su pecho, lo intentaba borrar frotándolo, pero era imposible que este desapareciera. Se levanto del sucio suelo y ahí fue cuando lo recordó, él había sido el asesino de su hermano, su mente en ese momento se quebró nuevamente, el dolor era tan intenso que solo podía llorar mientras intentaba caminar hasta el borde del acantilado, ¿Su vida tenía sentido ahora?

- ¿Qué sentido tiene ahora? Él era mi hermano, el que me ayudaba con la cosecha, el que me apoyaba y con quien yo jugaba, ahora el no estará más para mí, ¿qué sentido tiene? - Cada paso lo acercaba más a ese filo tan lastimoso, ese lugar donde había dado muerte a su hermano, miro al vacío y solo vio el cadáver de Abel. - ¿Dios, Diosa, qué sentido tiene estar viviendo ahora, sí solo seré un monstruo? ¿Por qué no me detuviste Dios? - Esa fue su última pregunta, ahora se encontraba en caída libre hacia el desfiladero, si la vida pierde el sentido, ¿Qué más queda que dejar de vivir?... 

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~ Caín Skogr

El Nacimiento del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora