Azriel

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La luz de tu amo escinde descendiendo de entre las nubes,

abriéndose paso a través de su carne vaporizada,

con inmaculado brillo reverbera sobre el campo de batalla,

teñido por el rojo vertido de miles de guerreros y sus hazañas.


Un campo lleno de cuerpos,

un campo lleno de armas,

un campo lleno de entrañas,

un campo lleno de fuegos.


Solo el bando más imponente sigue en pie,

con semblantes arrogantes llenos de coraje,

en su mirada misericordiosa ves reflejada tu muerte,

en sus corazones magnificentes perece el cobarde,

en sus manos justas su enemigo y su fe.


La caída de la humanidad bajo la espada del ángel,

el final del mundo es agonizante,

un hado que ha sido despojado,

de toda su mitología farsante,

una salvación que llegó vergonzante.


Postrado en el suelo,

-donde vertidos en rojo-

se filtran en la tierra mis sueños,

el cuerpo y alma vencidos por la fatiga,

prisionero yo del dolor,

bajo la sombra de tu augusta victoria,

tú ángel sin misericordia,

me miras con rabia penosa, con lástima presuntuosa,

tu espada justa, atraviesa mi cuerpo y mi alma,

abriendo una herida con indecible dolor.


Mis ojos humanos comienzan a cerrarse,

cegados por el dolor, por tu luz sin compasión,

los últimos vestigios de vida, arrancados con mi último aliento,

exterminados como una plaga y no por nuestra salvación,

finalmente mis párpados cierran el telón.

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