Despedida a mi infiel amada.

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Con dolor indecible y cuerpos cristalinos,

defenestradas desde lo más profundo de mi alma,

diluyéndose en el embalse rojo, que con calidez;

invade los azules y gélidos azulejos,

ahí mis lágrimas son derramadas,

vertiendo con ellas verdades amargas.


Mientras laten sus corazones entre mis manos

a borbotones se decantan sus pasiones,

mismas que alguna vez les gobernaron,

y que a mí —sin importarles— han lastimado.

su latir en mis manos no es metafórico

como metafórico sería decirte;

que dos sangres distintas; tan distintas

como los corazones que las cobijaron,

Se funden sobre el azulejo en una sola;

como lo hicieron los cuerpos de esos dos enamorados.

Sí, amantes ellos solo hace unos instantes,

uno latía en la persona que más amaba,

el otro, en el cuerpo del mas odiado enemigo;

enemigo desconocido, en virtud de lo vivido.


Cuando ayer la vida a través de tus labios me sonreía,

sempiterna creía que nuestra díada sería.

No imaginaba que el engaño nos condenaría.


¡Oh dolor dime! ¿que hago con este sentimiento?

El día da paso a la noche y la noche se lo da al día,

Todo es tan natural,

incluso los polos magnéticos se invierten,

Incluso todo el amor que me prometiste

Finalmente a él todo se lo diste.


¡Oh amor! ¿Por qué con él te has fugado?

Cuéntame por qué creíste que con él sería mejor el hado,

mi ira se ha despotricado por mi sueño truncado,

valses inarmónicos, sones de melodía disociados,

me culpare, sin saber por qué, con vehemencia noche y día.

¿Cuan culpable eres? ¡Pero cuan inocente te vieres!

¿Abandonarme habría sido lo mejor?

Engañarme todo este tiempo solo lo hizo peor.


Me reflejo por última vez en tus pupilas,

dilatadas por el miedo y el desconcierto,

no me miran con el amor con el que una vez lo hicieron,

perladas por las lágrimas que vertieron,

tus ojos tan hermosos; su brillo van perdiendo.

No puedo decir lo mismo de los ojos de tu amante,

Que no corrieron con el mismo destino,

Puedo asegurar que nunca imaginó

Que habría de arrancárselos,

Cuando la ira cego a los míos

antes que yo lo cegara a él.


Cuanta calidez pierden sus cuerpos rotos,

cuanta vida les abandona por las heridas,

cuanto llanto pueden decantar mis ojos,

cuanto llanto se necesita para apagar esta ira.

Me despido entonces hoy de tu compañía;

de tu amor , tus caricias y tu sonrisa,

de tu engaño, tu indiferencia y tus mentiras,

haciendo de ésta una muerte trina,

me despediré también entonces, de ésta maldita vida...

***

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