El miedo nos convierte a todos en monstruos

Verdades duras

 "No veo el sentido en esto", se quejó Ron mientras tiraba de las ataduras que rodeaban sus muñecas. "¿Cómo se supone que voy a hacer mi trabajo si mi magia está obstaculizada?"

"Al menos podrías recuperar tu varita pronto. Y los lazos no son tan malos, en realidad. No se irritan. No piel, al menos ". Dijo Hermione, mostrándole a Ron las esposas plateadas que rodeaban sus propias muñecas. Harry no se había dado cuenta de que ella había tenido tales ataduras mágicas en absoluto; Hermione siempre usaba sus mangas largas, tal vez para esconder no solo esto, sino también las desagradables, aunque verdaderas, palabras que Bellatrix le había grabado sin piedad en la primavera.

"¿Por qué Luna no tiene que usarlos?" Ron gruñó.

Harry se mordió el labio para evitar decir algo que solo lo llevaría a una pelea. Además, Ron solo estaba desahogándose. Los tres sabían que, de todos ellos, Luna era la menos peligrosa, al menos para los demás. Harry sospechaba bastante que la curiosidad que había provocado la muerte de su madre era hereditaria. Quizás el sentido vidente que Voldemort creía que poseía Luna le impediría hacer algo irreparablemente estúpido, o quizás sería el catalizador que la condujo a su desaparición. Harry esperaba que no, porque tenía una dulzura que nada, ni siquiera estar en constante compañía de un montón de mortífagos, podía destruir.

"Incluso el profesor Snape tiene que usarlos", dijo Hermione, manteniendo la voz baja para evitar que ese mismo hombre los escuchara, los rumores sobre la audición inhumana del Dungeon Bat no se habían desvanecido con el tiempo. Snape los estaba observando con atención, actuando como guardia temporal junto con otro joven Mortífago cuyo nombre Harry no se había molestado en aprender.

—Bueno, considerando que él... —empezó a decir Ron, pero sus palabras se cortaron de forma poco natural, lo que solo provocó más quejas. Junto con Luna y Hermione, había jurado guardar el secreto con respecto a la traición de Snape. Todos los demás todavía creían que había caído en la batalla y que el Señor Oscuro había resucitado a su seguidor como recompensa por un buen servicio. Ron miró al Mortífago convertido en espía, como si los lazos mágicos que limitaban su magia fueran de alguna manera culpa de Snape. Cuando eso no logró obtener ningún tipo de respuesta del aburrido Maestro de Pociones, volvió al tema que no había dejado solo durante la mayor parte de la tarde: "¿Estás seguro de que no volvería a traer a mi familia? Quiero decir, ellos también podrían usarlos ".

Harry suspiró. Habían hablado una y otra vez de esto y todavía Harry no sabía cómo responder. Era un buen equilibrio entre hacer lo necesario para que Ron cumpliera y restaurar el ejército que no quería nada más que ver caer el nuevo régimen de Voldemort. "Puedo preguntarle esta noche," Harry finalmente ofreció. Fue una promesa fácil de hacer y sacó a Ron del tema por lo menos por un tiempo.

Mejor aún, en ese momento apareció Luna, y no sola. Ella sostenía el brazo de Draco, y los dos hablaban fácilmente entre sí. Draco se rió de algo que ella había dicho, luego se inclinó para susurrarle al oído. Inclinó la cabeza hacia adelante, tímidamente, solo para finalmente mirar hacia arriba y asentir con una gran sonrisa en su rostro.

"Justo lo que necesitamos. ¿Qué está haciendo aquí? Preguntó Ron, ignorando el hecho de que estaban actualmente en la biblioteca Malfoy. "¿Y por qué ella ...?"

"Creo que están comprometidos", respondió Harry. Realmente había esperado que Ron no participara inmediatamente en una competencia de meadas con Draco, pero considerando que le había tomado a Harry más de un mes hacerse amigo del heredero Malfoy, realmente no era alguien para juzgar.

"Estamos cortejando, en realidad," corrigió Draco. Pero a juzgar por las miradas secretas que él y Luna se dieron, Harry dudaba que el compromiso estuviera lejos. "No todos los romances son tan rápidos como el tuyo, Harry."