Prólogo: destinado a morir

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Fue un puñetazo en el estómago.

Comprensión. Conocimiento.

Harry se sentía tan pequeño, tan vulnerable como mucho antes de Hogwarts. Antes de la magia. Antes de Voldemort.

Antes de que Snape se desangrara en la Choza de los Gritos.

Antes de Dumbledore ...

Dios. Dumbledore.

Antes de la traición.

La mente de Harry fue superada y sintió los siete, cuando Dudley lo empujó a sus rodillas y empujó su cara en un sándwich podrido que se estaba pudriendo en el pavimento, Harry farfulló cuando el pútrido desastre fue forzado a tragar por su garganta, ahogándose con la bilis que amenazaba con sube.

Harry ahora, bajando lentamente las escaleras desde la oficina del Director, pasando por delante de la Gárgola, podía sentir la presión de la opresión de su infancia sobre él.

Sabía que debía estar en estado de shock. Pero, ¿cómo le recordó la sorpresa tanto a los dedos de Vernon pellizcándose profundamente en su cuello mientras lo conducían hacia su armario?

Su armario oscuro.

Oscuro como la muerte.

Harry se sintió entumecido, arrastrándose más allá del Gran Comedor donde yacían los cuerpos de sus amigos.

Sabía que pronto se uniría a ellos.

"¡Harry!" Hermione llamó desde lo más profundo del Salón, viéndolo mientras pasaba por las puertas en su camino hacia la salida del castillo. "¡Harry! ¡Esperar! ¡No!" Luchó por dejar atrás a los afligidos Weasley, a los cuerpos tendidos en reposo. Para cuando llegó al vestíbulo de entrada, Harry ya se había ido, su capa de invisibilidad estaba envuelta en su cuerpo.

Harry sabía instintivamente, de alguna manera, adónde ir. Con cada paso hacia Voldemort, hacia el Bosque Prohibido, la niebla parecía desaparecer de su mente.

Harry sabía cómo sería la muerte. Como su armario. Sin comida, sin agua. Sin aire. Nunca más. Oscuridad para siempre.

Dumbledore había llamado a la muerte la Próxima Gran Aventura. Harry resopló.

Dumbledore era un tonto. Harry se dio cuenta de eso ahora. Un manipulador, maldito, bastardo de tonto.

Harry ya no lo seguiría ciegamente hasta la muerte.

No ahora que lo sabía.

El miedo nos convierte a todos en monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora