Capítulo 2🦋

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La vida baila, mientras tú caes a pedazos. - Thimitolgil🦋
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Kiara

Ese día, me había propuesto a cocinar, aunque Lizzie insistió que, no tendría tiempo para preparar mí maleta y arrancar a la ciudad que me vió crecer. Soy rápida en todo así que empaqué lo más importante, recuerdos lindos de la ciudad, deposité un beso en la mejilla de mí amiga para demostrar que la lenta era ella y sin más me dirigí a cocinar. Lo hacía muy pocas veces, pero era un acto que no les regalaba a muchos, mí cocina claramente era exquisita, mis platillos eran dignos de una estrella Michelín.

Descends chérie la nourriture est prête. — grité para que todos en el edificio me escucharan, así como servía los Crepes bretones, comida típica de Francia por cliché. (Baja , cariño. La cena está lista) .

Liz bajó corriendo como caballo desbocado sentándose de golpe en una banca que adornaba el mesón.

—Cuidado niña que nadie se va a llevar tú plato – exclamé divertida, con una sonrisa burlona.

— ¡Quéeeeee! No solo te dignas a hablar en francés, si no a cocinar platillos de la tierra. Uffff estoy harta de la comida americana ¡diablos! — gritó con una voz chillona que reconocí como emoción e inmediatamente dió un primer bocado. —Mí paladar lo agradece ¡Te amo, te amo, te amo!

—Je t'aime aussi chéri. – Yo también te amo mí Lizzie.

—Que mosca francesa te picó o porqué la insistencia de hablar lengua romance.

—Porque es nuestro idioma, se encuentra en la sangre. Además, me recuerda de dónde vengo y en este momento añoro cada parte de esa ciudad – respondí tomando un lugar a su lado y tiré de su cabello para fastidiarla.

—¡Ay salvaje! La extensión carísima. – dijo fingiendo dolor que claramente no sentía, no había tirado tan fuerte como para lastimar. – A ver qué tan políglota eres ¿Qué tan buena eres en italiano?

— Sin mentir. – dije con una ceja arriba, mientras analizaba la respuesta que le daría. – Siete de diez y es mucho decir.

—Los familiares de David son descendencia italiana y me avergonzaría mucho verme como estúpida y ridícula en mí intento de comunicarme con ellos.

— ¡Ay no! Me niego a ayudarte si ese idiota es la razón.

—¡Por favor! – exclamó en español con cara de perro remojado, puchero en los labios y manos fusionadas suplicantes. El español era un idioma cálido que me alejaba de la realidad, logré aprender un porcentaje considerado en el intercambio escolar que tuve en la preparatoria al país pluricultural de México. Lo amaba con locura desde entonces.

— ¡Maldita! que consentida estás, te ayudaré, pero no menciones de nuevo al David cien fuegos. – metí el dedo en la boca fingiendo vomitar al solo mencionar su nombre.

— Ay que pesada eres Ki. – dijo antes de meter él ultimo bocado. – Te besaría, pero esto es mejor – logró decir con la boca llena de comida.

— Y así menos. – la escuché reír al darse cuenta a lo que me refería y cambié de tema. – Hoy nos vamos a festejar tu graduación.

— Espero que ese lugar no sea, tan, tan...

—¿Tan qué?

—Ya sabes, tú estilo. – solté la carcajada, casi me atraganto con la comida, pero qué insinuaba esta pelada.

—Tranquila cariño – aclaré la garganta mientras tomaba un sorbo de coca cola. – Éste es un lugar digno de tí y si no te aguantas.

—Eso espero. – se incorporó y me dió un puño en el hombro, que si hubiera dado con más fuerza se lo devolvía.

 Je ne peux pas aimer  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora