M E W.

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— ¿Por qué me duele tanto? — le preguntó a la enfermera que le curaba las heridas, ésta sólo se rió de manera sarcástica.

¡Era obvio el porqué le dolía tanto!

Había sufrido una golpiza terrible, y encima la resaca no le hacía justicia a toda su dolencia.

Definitivamente no había sido su día.

Pero no conforme con la golpiza decidió apostar por coquetear con la enfermera. Seguro que ella no lo acusaría con su novio, y mucho menos lo sacaría a patadas del hospital.

Dejó escapar un sollozo lastimero y formó un tierno puchero con sus labios, causando que la chica sonriera enternecida. Sabía que su atractivo era casi irresistible, y si lograba concretar una cita con la bella mujer, entonces al menos habría sacado algo bueno de todo aquello.

Pero antes de siquiera hablar se vió cohibido por la presencia de un hombre alto y guapo de bata blanca.

¡Era el doctor!

¡El maldito y sensual doctor!

«Estoy de suerte», se dijo.

— ¿Cómo está él? — preguntó el hombre, y Gulf fue capaz de reconocer ésa voz...

— Está bien, doctor — aseguró la chica, con una sonrisa descarada, tanto, que Gulf blanqueó los ojos.

— Entonces déjanos solos — demandó, y ella asintió. Segundos después ya se estaba retirando de la habitación.

El corazón de Gulf latía desenfrenado ante la presencia de aquel hombre. Y en ése momento supo porqué.

¡Era él quién lo había encontrado y llevado hasta el hospital! Por eso reconoció con gran facilidad el timbre de su voz y los recuerdos frescos de la noche anterior llegaron a su cabeza como un rayo en medio de una tormenta.

— ... ¿Tú me trajiste aquí? — preguntó Gulf. Pero más que una pregunta era una afirmación.

El hombre asintió.

— Iba pasando por el lugar y escuché unos quejidos que llamaron mi atención — dijo él, acercándose lentamente a la camilla —. No tenía pensado investigar de donde provenían, simplemente iba a seguir de largo, pero mi instinto samaritano me obligó a recurrir a tu rescate — culminó el hombre con una sonrisa cálida que tranquilizo el corazón del contrario.

Pero lo que más llamó la atención de Gulf fue ése acento tan peculiar.

Él lucía como el típico hombre asiático. Con sus facciones delgadas, piel nivea, cabello castaño y lacio, y los ojos rasgados hasta los temporales, pero su acento definitivamente no sonaba como uno.

— Muchas gracias por ayudarme, ¿doctor... — intentó preguntar.

— Doctor Van-Suppasit — se apresuró a responder él.

¡Van-Suppasit! Definitivamente no era Tailandés.

— Lindo nombre, doc — coqueteó y el hombre le sonrió — ¿No es de aquí, verdad?

Y cuando menos se lo esperó el atractivo doctor ya estaba sentado a su lado.

— Soy mestizo — contestó él con orgullo, y Gulf formó una perfecta "O" con los labios —. Mi madre es Tailandesa y mi padre Alemán, aunque creci en Alemania y hablé toda mi vida el idioma, también aprendí algo de Siames. Por eso mi acento es un poco diferente — explicó.

Gulf pensó que era una mezcla muy hermosa la del doctor Van-Suppasit. Sus ojos claros y rasgados eran poco usuales en el continente asiático, y ni hablar de aquella mandíbula tan afilada y estatura sumamente alta que lo destaban del resto.

Küss mich ➸ Mewgulf.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora