cap 9

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Traición. Es lo primero que siento aunque resulte ridículo, porque, para que haya

traición, debe haber primero confianza, y entre kyuhyun y yo, la confianza nunca ha formado parte del acuerdo. Somos tributos. Sin embargo, el chico que se arriesgó a recibir una paliza por darme pan, el que me ayudó a no caerme del carro, el que me encubrió con el asunto de la chica avox, el que insistió en que siwon conociera mis habilidades como cazador... ¿Acaso parte de mí no podía evitar confiar en él?

Por otro lado, me alivia dejar de fingir que somos amigos. Es obvio que se ha cortado cualquier débil vínculo que hayamos sentido tontamente, y ya era hora,

porque los juegos empiezan dentro de dos días y la confianza no sería más que

una debilidad. No sé qué habrá propiciado la decisión de kyuhyun (aunque sospecho que tiene que ver con que lo aventajase en el entrenamiento), pero me alegro. Quizá por fin hay a aceptado el hecho de que, cuanto antes reconozcamos abiertamente que somos enemigos, mejor.

—Bien, ¿cuál es el horario?

—Cada uno tendrá cuatro horas con heechul para la presentación, y cuatro

conmigo para el contenido —responde siwon—. Tú empiezas con heechul,

sungmin.

Aunque al principio ni me imagino por qué necesita heechul cuatro horas para

enseñarme algo, acabo aprovechando hasta el último minuto. Vamos a mi cuarto, me pone un traje y tacones altos (no los que llevaré en la entrevista de verdad), y me explica cómo debo andar. Los zapatos son lo peor: nunca he llevado tacones y no me acostumbro a ir dando tumbos sobre la punta de los pies. Sin embargo, heechul corre por ahí con ellos las veinticuatro horas del día, y decido que, si el es capaz de hacerlo, yo también. El traje me supone otro problema; no deja de enredárseme en los zapatos, así que, por supuesto, me lo subo, momento en el cual heechul cae sobre mí como un halcón para darme en la mano y gritar:

—¡No lo subas por encima del tobillo el pantalon!

Cuando por fin domino los pies, todavía me queda la forma de sentarme, la postura (al parecer, tengo tendencia a agachar la cabeza), el contacto visual, los

gestos de las manos y las sonrisas. Sonreír ya no consiste en sonreír sin más.

heechul me obliga a ensayar cien frases banales que empiezan con una sonrisa, se dicen sonriendo o terminan con una sonrisa. A la hora de la comida tengo un tic nervioso en los músculos de las mejillas, de tanto estirarlos.

—Bueno, he hecho lo que he podido —dice heechul, suspirando—. Recuerda

una cosa, sungmin: tienes que conseguir gustarle al público.

—¿Crees que no le gustaré?

—No, si los miras con esa cara todo el tiempo. ¿Por qué no te lo reservas para

el estadio? Es mejor que imagines que estes entre amigos.

—¡Están apostando cuánto tiempo duraré vivo! —estallo—. ¡No son mis amigos!

—¡Pues fíngelo! —exclama heechul. Después recupera la compostura y esboza

una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Ves? Así. Te sonrío aunque me estés

exasperando.

—Sí, muy convincente. Voy a comer.

Me quito los tacones de un par de patadas y salgo hecho una furia hacia el comedor, subiéndome el largo del pantalon hasta mas arriba de los tobillos.

los juegos del hambre (kyumin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora