Epílogo

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Thea Freias; 6 años de edad.

-Venga, ya duérmete Thea -mi abuela me acuesta en mi cama y me cubre con una de mis frazadas favoritas.

La noche está muy fría. Aunque en el bosque siempre hace mucho frío pero está noche es una de las más frías.

Si apago las velas, que con su fuego dan luz a mi cuarto, todo queda en total oscuridad. Yo soy muy valiente, pero le temo un poquito a la oscuridad.

Por esa razón, siempre le pido a mi abuela que me cuente historias. Aunque suele ser la misma historia todas las noches, nunca me canso de escucharla.

-Abuela -la llamo y le sujeto la mano para que no se valla-, cuéntame la historia.

Ella me regala su sonrisa cálida y me siento segura. No eh visto a mi madre desde que tengo memoria. Mi abuela Mera dice que ella estuvo conmigo hasta que tuve tres años de edad, luego desapareció.

Mi abuela me sonríe y empieza a relatar la historia:

-Había una vez -se acomoda en su lugar para estar más comoda-. Una nena, bueno esa nena en verdad ya había cumplido dieciocho años. Un día tuvo que llevarle algo a su querida abuela, así que se puso su hermosa y única capa roja pero de un rojo que no se conseguía en muchas tiendas.

-Como la sangre, abuela -contesto a como me imagino la capa y ella asiente.

-Si, Thea, como la sangre -trata de sonreír de manera genuina pero no lo es. Vuelve a relatar la historia:
-.La nena salió de su casa e iba tarareando una canción y dando saltos al ritmo de su tarareo.
Pero se quedó en completo silencio cuando presintió como alguien pronunciaba su nombre en susurros, escuchaba como ramas crujían al ser pisadas y romperse de lo secas que estaban.
La joven se asusto tanto que no supo si empezar a correr hacia casa de su abuela o no moverse de su lugar.
Su piel se erizo al sentir a alguien o algo cerca de ella. Sentía como una respiración chocaba en su nuca. Ella tenía miedo de girarse y enfrentar a lo que había detrás de ella, por esa razón no lo hizo. ¿Hizo bien en no girarse, Thea?.

-Es que de seguro tenia mucho miedo, abuela -hago un gesto con mis hombros hacia arriba.

-Tal vez -ella asiente y se aclara la garganta para poder seguír relatando-. Su mente le gritaba una y otra vez corre, pero si cuerpo seguía inmóvil, no respondía a sus demandas.
Escuchó como volvían a pronunciar su nombre; Amaris. Ella no entendía como sabía su nombre y al momento de preguntar, una mano se asomó por sus hombros y fue acercándose a su rostro donde le acarició su delicada mejilla, pero al sentir su tacto solo le causó una sensación de peligro y lujuria que ella no entendió en ese momento. Pero al mirar de reojo la mano, noto que sus dedos tenían garras, y eso la aterrorizó aún más.
Él le dijo que al usar esa capa roja casi de color carmesí, iba a ser de el y solo de el. Su voz parecía que provenía de un chico, gruesa, rasposa y llamativa, donde con sólo hablar, podés visualizar un letrero de peligro.
Pero segundos después de decir aquello, él muchacho desapareció. Sin antes pronunciar como un susurro "hija de la luna". Y Amaris volvió a estar sola. Al darse cuenta de ello, fue rápidamente hacia casa de su querida abuela.

-¡Yo quiero una capa roja, una que se parezca mucho al color de la sangre! -declare entusiasmada y con una sonrisa muy grande.

-No, mi princesa -mi abuela negó con la cabeza y acarició mi cabello-. Tu tendrás tu propia capa y esta será de un celeste tan claro que parecerá de cristal.

-¡Si! ¡Voy hacer la chica de la capa de cristal!, ¡Se parecerá al brillo de la luna! -eso me emociono mucho más, aunque yo seguía queriendo una roja-. Abuela, ¿Tu que hubieras hecho en el caso de Amaris?.

La sonrisa de mi querida abuela decayó y no se si dije algo malo. Pero es una pregunta que me hecho hace un tiempo.

-Esa es otra historia para otra noche, Thea -ella se levanta de mi cama y se dirige a la puerta. Antes de salir me mira y vuelve a sonreír-. Ahora duerme.

La Chica De La Capa De CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora