Cotidiano

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Ser independiente nunca fue tarea fácil, de esto, me di cuenta a muy temprana edad, cuando tuve que marcharme de casa por culpa de mi padre, un alcohólico que solo pensaba en él.

Os preguntaréis dónde esta mi madre, pues ella rehizo su vida hace tiempo, ahora tiene un nuevo marido y un niño.

Y yo pues bueno ahora vivo en un piso bastante asequible, un poco alejado del centro de la ciudad, aunque bueno, tampoco es que me pueda permitir otra opción mejor. Trabajo como fotógrafa para un periódico y bueno cobro lo justo para llegar a fin de mes.

Mi jefe me prometió un ascenso si me esforzaba, entonces llevo buscado un exclusiva durante meses.

Ahora mismo, mi gato Calcetines, me esta mirando fijamente desde el sofá y se perfectamente que me esta juzgando con la mirada mientras me pongo los zapatos a gran velocidad.

Sí lo se, siempre he sido muy original para los nombres, es que al ver que tenía en las patitas dos manchas blancas pensé que tenía calcetines, de ahí el nombre.

Salí con tanta prisa del apartamento que me olvidé de peinarme, así que después de correr un poco para poder adelantar camino, me paré recobrando el aliento.

Justo donde me paré, mi lado, había un coche negro, el cual usé la ventana como espejo con una sonrisa, de verás, estaba tan despeinada que parecía una bruja.
Sin darme apenas cuenta, la ventanilla se bajó y un chico me miró incrédulo, abochornada por la situación, me limité a irme sin decir nada, con la cara más roja que un tomate.

Nota mental: No volver a mirarme en el cristal de un coche sin comprobar antes si hay alguien dentro.

Lo vas a hacer igual.

Conciencia no sirves de ayuda, cállate.

Aún noto el calor acabando de subir a mis mejillas, de hecho creo que tengo la cara tan roja como el culo de un babuino.

Llegué a las oficinas bastante sofocada, dejé las cosas encima de mi mesa y enseguida me puse a ordenar papeles. Hacía mucho que no teníamos una buena exclusiva, con lo cual, no tenía otra mejor que hacer.

Noté como una mano se puso ligeramente en mi mesa, lo que hizo que yo levantara la mirada para comprobar de quién se trataba.

Era mi compañera de oficina, Dianne.

—Al acabar aquí vamos a ir a tomar algo y no admito un no como respuesta —A ésta se la veía muy convencida y sabía perfectamente que no podía discutir con ella para hacerla cambiar de opinión.

Aclaro que Dianne, comenzó a trabajar aquí el mismo día que yo, y desde ese entonces nos hemos vuelto muy buenas amigas. Gracias a ella, los dias aquí se vuelven menos aburridos, por la simple razón de que mientras estamos trabajando, esta me cuenta sus aventuras de los días pasados.

Es una chica bastante atrevida, siempre tiene algo distinto y emocionante como dice ella, que contarme.

—Está bien, podemos ir a la cafetería de Jowy.

Esta cafetería es a la que voy desde pequeña. Él siempre me ha tratado como una más de su família, le tengo demasiado aprecio, creo que no se cansa de servirme lo mismo cada vez que voy.

—Me parece bien. Oye Laina, ¿seguimos sin recibir ninguna buena noticia verdad? —Al formular la pregunta se le notaba bastante afectada y es normal, si no teníamos algo nuevo pronto nos quedaríamos sin trabajo y el periódico cerraría.

Me quedé mirándola fijamente, un momento antes de pensar bien lo que le iba a contestar, tampoco le iba a mentir, ésta sabe de sobra nuestras circunstancias. Así que tras suspirar y meditar conmigo misma, le contesté.

NimioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora