dos

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Los rumores parecieron esparcirse rápidamente después de la visita de Jimin al lugar de Jaebeom, por suerte, ninguno de ellos decía la verdad. De los pocos que llegó a escuchar fueron que había sido secuestrado y torturado todo este tiempo, otros decían que los dos habían huido juntos para empezar una nueva vida pero que Jimin gustaba de la vida mala y por eso había regresado. Ninguno sabía lo que había pasado, y eso le ayudaba pues si se hubieran enterado de la muerte de su pareja, esa noticia sería aun más fuerte que los rumores y Jimin tendría que lidiar con ellos.

A pesar de que regresar a lo que con anterioridad se dedicaba y que cada disparo o golpe le recordaban que nadie se encontraba a su lado o atrás de él protegiendo su espalda; que la gente no supiera de su paradero ni cómo ni por qué desaparecieron le daba un sentido a seguir. Jimin se encargó de desaparecer sin dejar huella ni rastro de los dos, y para personas como él tanto como las que viven en aquel mundo obscuro, se trataba de un acto de reconocimiento.

A Jimin le hubiese gustado llegar de nuevo, a ese mundo del que huyó, y que nadie lo reconociera, y así poder iniciar desde cero otra vez y ganarse su lugar como Park Jimin. Sin embargo, ahora a cada parte que iba era reconocido por su fama que compartía con Jaehyun, no tanto como su pareja, sino que formaba parte de ese equipo que iniciaron juntos los dos.

El único equipo que tenía ahora eran sus armas con pequeños detalles rosados, la chaqueta favorita de Jaehyun y él.

Desde que entró al lugar de reuniones que tenía con Jaebeom sabía que algo andaba mal, sintió aquella vibra pesada junto con los movimientos acelerados de los que trabajan ahí mientras caminaba hacia la oficina de su amigo. Aceleró su caminata y ni siquiera tuvo que tocar la puerta porque estaba entre abierta y podía oír voces dentro de ella.

—...encuentren al desgraciado y tráiganme su cabeza.

— Claro que si, jefe.

Los cinco chicos dentro caminaron en fila hacía la salida donde se hallaba Jimin, saludándolo respetuosamente en su camino. Jaebeom aun mantenía su ceño fruncido y en su rostro se podía ver el coraje y frustración que estaba guardando. Cerró la puerta tras de él, y antes de que Jimin pudiera dar un paso hacia él, el mayor levantó su brazo en señal de que lo dejara tranquilizarse. El menor comprendió y espero hasta que el semblante de su amigo cambió y sus hombros se dejaron caer.

Eran pocas las veces que Jimin había visto al mayor enojado y por lo que había escuchado todos estos años, Jaebeom era un hombre peligroso cuando se enojaba. Claro, los años dentro de ser un líder y su camino para lograrlo, le habían enseñado a controlarse y eso lo convertía en uno de los líderes más respetados y temidos no solo de la ciudad, sino también del país. Jaebeom sabía sus metas y las cumplía, por eso nunca se dejaba guiar por sus emociones a la hora de tomar decisiones de su negocio. Ser impulsivo solo iba ayudar a que quedara en la ruina, y esa es la razón por la que siempre se encontraba ocupado, siempre pensando en un plan o una solución para cualquier problema que se presentara.

Jaebeom tomó una bocanada fuerte de aire y la dejó salir ruidosamente. Al ver a su amigo hacer eso, se ahorró preguntar si todo se encontraba bien pues claramente nada lo estaba.

— ¿Qué debo hacer? —preguntó directamente, tomando asiento en el gran mueble negro de la oficina.

Jaebeom lo miró y le dedicó una sonrisa y con ella una risa nasal. Se relamió sus labios e hizo su cabello hacia atrás y caminó a su escritorio, buscó algo entre todas las carpetas que se hallaban encima y tomó una de color negro. Jaebeom era muy organizado, es por eso que sabía que aunque las carpetas se hallaran esparcidas en su escritorio y que a simple vista no se notara que hubiese un orden. Jimin sabía que si lo tenía, pocos son los que saben el significado de cada color de las carpetas que utilizaba su jefe, pero el menor lo sabía muy bien.

love shot [paused]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora