El Destierro de los Condenados
Un día de lluvia en Paris. La prostituta más celebre dio a luz... sus tiempos de gloria habían terminado y los días de agonía aparecieron como aparecía la primavera.
El pequeño niño era hermoso, tan hermoso como nunca vio otro igual la mujer que ayudo con el parto pero no lloraba, solo mantenía los ojos abiertos como quien quería saber todo del mundo pero el primer golpe que recibió para provocar su llanto seria el primero de muchos golpes que ya no provocaban lagrimas, ni pena, ni terror; simplemente todo estaba perdido como su propia voluntad.
Mientras tanto... A las afueras de Londres, en una casa de campo un varón de pelo negro nació envuelto en neblina y bruma. La madre no dio ni un grito. No pudo hacerlo pues era tan frágil que solo tuvo fuerzas para sobrevivir hasta que el bebe naciera. Hubo solo un llanto, solo hubo un cruce de miradas.
Aquel niño se había convertido en huérfano de madre y su padre no quería saber nada de él. No ahora que el objeto de su lujuria había sucumbido a un embarazo riesgoso y un parto difícil envuelto en charcos de sangre. Ambos estaban condenados, ambos serian desterrados al olvido desde el primer respiro, desde el primer olvido, desde la primera lagrima.