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                           -Miradas-

Era un día hermoso.

Un día hermoso para pasarlo con amigos en algún lugar fresco, ya sea en un parque haciendo un picnic, paseando en un centro comercial o disfrutando del agua en la playa.
Sin embargo, los alumnos de la universidad de Los Santos tenían que abstenerse de todo aquello.
Pues un gran partido entre el equipo de fútbol americano entre “Los Santos” y la Universidad más prestigiosa de la ciudad vecina se enfrentarían dentro de dos meses.

Y, aunque pareciera que había bastante tiempo para las prácticas y demás organización que conllevaba este evento, la verdad era que el tiempo pasa volando, y por ello, era mejor prepararse con anticipación.
Es por eso que los alumnos dentro del equipo se encontraban en el gran campo de la universidad.
Realizaban sus debidos estiramientos previos a la práctica del juego, todos los chicos bajo el sol, algunos disfrutando de este y otros odiándolo y maldiciendo por este.

Y

entre que los disfrutaban estaba el alumno Horacio Pérez.
El corredor estrella del equipo, el más veloz y que los había hecho ganar partidas en más de una ocasión.

Horacio era una persona que ataría miradas, pues además de su gran condición y talento para aquel deporte, era una persona atractiva.
Piel bronceada, cuerpo tonificado, una mirada bicolor que atraía a cualquiera por la singularidad de estos, su llamativo corte que consistía en una cresta que en un principio le había traído problemas com los profesores, y más aún cuando este tenía un color fantasía que llamaba la atención, por eso, ahora su cresta era de un color negro insignificante, normal.

Pero a pesar de eso, llamaba en demasía la atención.
Aquellos chicos que conformaban al equipo, llevaban ya más de media hora practicando, mejorando y creando nuevas estrategias para el gran partido.
Trataban de buscar cualquier fallo en los jugadores para mejorarlos y de esta manera ser jugadores perfectos.

Mientras estos practicaban, las chicas y chicos dentro del equipo de porristas realizaban sus rutinas y de igual manera practicaban los movimientos y pasos  que llevarían a cabo en ese juego para animar al público y a su equipo.

Algunas de las chicas dejaban de lado sus prácticas y se dedicaban a animar y gritarles a algunos chicos del equipo de americano.
Algunas de ellas (si no es que la mayoría) trataban de llamar la atención de Horacio, y este,  las saludaba o de igual manera alzaba la voz para saludarles.
No es que Horacio le gustase alguna de ellas, no.
Pero le gustaba mirar.
Le gustaba mirar aquellos pasos y movimientos tan hipnóticos y lindos que estas realizaban, es por eso que estas malentendian aquella atención que el chico les brindaba.

Pero el de cresta no les miraba por algún tipo de interés hacia ellas... claro que no.
A Horacio le gustaba aquellos lindos uniformes que estas portaban.
Aquellas faldas cortas con tablones y en otras ocasiones lisas y ajustadas. Las blusas en crop top que  perfectamente podrían  ajustarse a su cuerpo.
Horacio pensaba que aquel lindo uniforme se vería perfecto en el, y tal ves mucho mejor que en cualquier chica dentro de equipo de porristas.
Pero prefería pasar desapercibido con sus gustos y todo aquello que amaba.

Y es por eso que amaba quedarse un poco más tarde después de la salida, caminaba hasta hasta las gradas y en esas ocasiones le tocaba a el apoyar a las chicas y a la vez admirar aquel uniforme.

Pero había otra cosa que a Horacio le gustaba apreciar desde ya hace algunos meses.

Había una persona que le gustaba ver en sus prácticas.
Esa persona le había robado la respiración en una de sus prácticas, y aun recuerda los múltiples regaños, bromas y burlas de parte de sus compañeros y coach por todos los errores que cometió en esa práctica.

Y todo se debía a un chico.
Un chico dos grados mayor que el, era alto, demasiado pensaba el.
Piel tan blanca como la nieve, cabello escaso y platinado, ojos amarillos y con un cuerpo tonificado por lo que alcanzaba apreciar en las veces que le había visto con ropa informal o con el uniforme de la banda de guerra de la universidad.
Si, aquel chico era parte de la banda de la escuela.

Miraba sus habilidosas manos tomar con firmeza las baquetas para así golpear por fuerza y velocidad el tambor que colgaba de su cintura.

Admiraba los músculos y venas de sus brazos y manos tensarse cada que tocaba aquel instrumento, y lo hipnotizaba.
Su mirada, su rostro, su cuerpo, todo.
Todo en aquel chico alto le había fascinado, y en esos meses le sentaba mal que este nunca le había visto, ni por error.

Siempre estaba concentrado en seguir el ritmo y órdenes del líder de la banda.
En más de una ocasión Horacio había tratado de llamar su atención en el gran campus. Ya sea corriendo con más velocidad, incluso rompiendo su propio récord, animando al equipo de manera chistosa y otros intentos absurdos más.

Pero no daba resultados, ni una sola bien había logrado obtener aquella mirada color oro en el.
Pero Horacio era una persona obstinada, y no se rendía tan fácilmente.
Al estar esperando instrucciones para los siguientes pases, Horacio se encontraba sentado en una de las gradas bajo un pequeño techo, tomaba agua y pasaba una toalla por su cuello y rostro.
Llevaban ya dos horas de práctica, y al estar bajo el sol hacía que sudara un poco más de lo normal.
Es por ello que disfrutaba de aquel mini descanso, y sobre todo, disfrutaba de mirar y escuchar a aquel chico alto en sus prácticas.
Ese día no vestía más que un simple pantalón deportivo negro, unos tennis Nike del mismo color y una playera blanca sin estampado que hacía relucir su cuerpo.
Horacio estaba embobado, amaba ver,e tan sumido en la música que le envolvía, y como si de un milagro de tratara, al fin... después de tanto tiempo había logrado saber su nombre.

-Volkov!- gritó uno de sus compañeros de la banda.

Y este detuvo sus movimientos y se giró en dirección a aquel llamado.

-Vol...kov- susurró Horacio.

Le parecía un nombre bastante interesante y antes de seguir prestando atención para de alguna manera poder describir algo más de “Volkov” pero en eso su presencia fue solicitada nuevamente en el campo.

-Anda Horacio! Es la última y podremos irnos!-

-Ya! Ya! Ya voy!- grito por último antes de volver con sus amigos... pero lo que no supo es que aquel grito llamó la atención de cierto baterista.

C'mon Love Me!! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora