¿Cómo te va, mi amor?

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Si para recobrar lo recobrado

debí perder primero lo perdido,

Si para conseguir lo conseguido

tuve que soportar lo soportado,

Si para estar ahora enamorado

fue menester haber estado herido,

tengo por bien sufrido lo sufrido,

tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado

que no se goza bien de lo gozado

sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido

que lo que el árbol tiene de florido

vive de lo que tiene sepultado.

Soneto, Francisco Luis Bernárdez.



Luego de que Steve le pidiera las pruebas contra Beck, Tony, siendo el genio y previsor que era, sospechó que no sería tan fácil menos con alguien que se las había arreglado para fingir que era un alumno destacado en una universidad inglesa antes de seguir hurtando secretos industriales y huir a Singapur a venderlos en el mercado negro. Teniendo las alianzas y poder necesarios, había llamado a la Interpol para darle un susto de muerte a Beck, rastreándolo hasta el aeropuerto donde lo detuvieron junto con Peter. Ya sabía que el chico era inocente, pero como le dijo a los Sousa y a Steve, necesitaba esa experiencia para abrir los ojos definitivamente. Una noche preso iba a enseñarle más que una reprimenda familiar.

—No se preocupen, me he encargado que esté en una celda solo, con una cena generosa y televisión por cable.

Peggy miró a Tony y a Steve por turnos. El rubio quería huir a la cueva más próxima, notando que Tony estaba esperando a que hiciera algo. O aclarara algo. Algo en Steve apareció, como una pequeña flama de valor, tomando aire y caminando hacia el millonario cuya mano entrelazó para sorpresa de la Familia Sousa. No más esconderse o avergonzarse. Le había prometido a Tony que empezarían de cero, sin mentiras ni malentendidos. Era su prueba de fuego.

—Peggy, Daniel, Sarah, él es Tony Stark. Estamos saliendo.

El rostro de Tony se iluminó, apretando su mano. —Es una manera inglesa de decir que somos novios. Un gusto conocerlos. Señor y Señora Sousa. Señorita Sousa. Pueden llamarme Tony, estamos en confianza, digo, porque estamos compartiendo...

—Entienden el punto, Tony.

—Señor Stark —fue Peggy la primera en salir de la sorpresa, extendiendo su mano— Un gusto conocerlo. ¿Me jura que mi hijo estará bien?

—Tiene mi palabra, Madame. Soy buen amigo de Scotland Yard. Habrá lágrimas, probablemente necesitará ir a terapia, pero nada que el tiempo no pueda sanar.

—Peter puede con eso y más —ella suspiró, arreglando su cabello en ese gesto que Steve conocía cuando estaba aliviada y algo abochornada— Creo que debemos hablar en otro lado.

—¿Aceptaría una cena familiar inglesa promedio, Señor Stark? —ofreció Daniel.

—Tony. Y por supuesto. Muero de hambre, eso de viajar sin planearlo me agota.

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