Al Fondo ¿Puedo ver la luz?

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Con cada segundo que pasaba,  mi cuerpo y mi mente se iban relajando un poco más, mientras mi ritmo cardíaco descendía, yo solo volaba por el universo, divagando, dopado, con una sobredosis de medicamentos y al borde de la inconsciencia. Lo único seguro que tenía en aquel momento era que moriría.
Repasé dentro de mi cabeza, cada momento relevante en mi corta vida. Y recordé. Tenía una familia, al final no estaba solo. Nunca lo estuve.

Pero era demasiado tarde, me dejé llevar por el vaivén de mi cerebro que me obligaba a guardar silencio y permanecer inmóvil. Y si, tenía una familia, ciertamente, pero ¿que podrían recordar mis parientes de un cobarde que decidió acabar con su vida? ¿Que tan orgullosos podrían llegar a estar de mi?
Nada.

Un lúgubre silencio se apoderó de la habitación, cada vez lograba retener menos aire en mis pulmones, pero no luchaba, solo estaba allí, esperando lo peor, para al fin poder huir de aquel mundo que a mi parecer estaba completamente dañado, me hizo darme cuenta de que en una vida fui incapaz de ayudar a reparar el mundo de alguien más, al contrario, solo llegué a terminar de hundir algunos barcos en el inmenso mar de la vida, y ahí estaba yo, terminando de hundir mi propio barco como un fiel capitán que no abandona su timón y lo lleva consigo al más allá.

Notas de un suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora