Madison miraba a Paul con el ceño fruncido, esperando algún movimiento de parte de él. Suspiró, sintiendo la cercanía del chico, sintiéndose extrañamente cómoda.
-Por favor.-Suplicó Paul en un susurro. Se notaba la desesperación en su voz.
La pelirroja suspiró nuevamente antes de asentir levemente con la cabeza. Paul sonrió con alegría y en un arranque de valentía beso la mejilla de la chica para luego alejarse un poco de ella. Madison quedó completo rígida al sentir que él le había plantado un beso en su mejilla. Aún así, ella no quitó la vista de él, ni él de ella.
Madison pensaba que era una broma de Paul, una pesada y sin gracia, pero por la desesperación que se hacía notar en su voz al suplicarle, le hacía dudar. Se miró confundida al ver al chico quitándose los zapatos desgastados y la camiseta.
-¿Qué haces?. ¿Estás loco?.-Preguntaba ya histérica.-¡Vístete, Paul!. Pescaras un resfriado.-El chico no le hacía caso a lo que ella gritaba.-¿Querías que te perdoné?. Te perdonó, pero vístete, por favor.
-Quiero que veas la verdad, Madison.-Repitió el joven, ya solo en bermudas.
Madison jadeo molesta, pasando sus manos por su sedoso cabello rojo, mirando al chico.
-¿Qué mierda?.-Susurró al ver que este comenzaba a temblar, dando ligeros gruñidos.-¿Paul?.
Se quiso acercar, pero una mano pequeña no la dejó, volteó y miró, vio a todos detrás de ella. Su hermana le tenía el brazo. Oyó otro gruñido, uno más animal, y volteó a ver. Fue el momento exacto, Paul dejó de ser humano y de un salto paso a ser un gran lobo grisáceo, que emitía pequeños gruñidos. Madison tambaleó al querer alejarse, no le temía, pero fue muy impactante. Paul, en su forma lobuna, bajo las orejas y avanzo con cautela a ella, pero antes de llegar a ella, oyó como su respiración era agitada.
-¿Paul?.-Susurró con temblor. El lobo asintió.-Me quiero ir.-Soltó de repente, mirando a su hermana.-Me quiero ir.-Repitió temblorosa.
-Mads, es él, es Paul.-Dijo Marine, tratando de calmar a su hermana.-No te hará nada, tranquila.
La pelirroja mayor miró unos segundos a su pequeña hermana, antes de mirar nuevamente al lobo. Su conciencia sabía que era él, pero su sentido de supervivencia le dijo que se alejara, que corriera. Miró nuevamente a sus espaldas y vio que los demás la miraban expectante, como si esperaran una reacción de ella.
