III

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– ¿Puedo pasar? –preguntó mi padre desde el otro lado de la puerta.

– Sí –le contesté. Aún traía su traje y sus zapatos costosos pero su rostro se veía deteriorado–. Ya me iba a dormir.

– ¿Crees que podamos hablar antes?

– Ya que estás aquí sí.

– Bien… –se sentó en la cama, a una distancia prudente de mí–. Esto hubiera sido más fácil si tu madre te lo hubiera dicho.

– La culpa no es de ella. Tú me lo podías haber dicho, no es tan difícil. Quizás era pequeña para entender el género al que te dedicas, pero me podías haber dicho que eras escritor, al menos, y con el paso del tiempo decirme que te dedicabas a las novelas eróticas ¿no? pero bueno, preferiste huir y hacer las cosas a tu modo sin que nadie te importara. ¿Tanto mal te causaba tener una hija?

– No quería perder mi libertad.

– Claro, así que solo te fuiste como si nada hubiera pasado. De todas formas, ¿por qué es que me recogiste? “No quería perder mi libertad”, acabas de decir ¿entonces?

– Era una forma de compensación por todo el tiempo que estuve lejos.

– No necesitaba de ti, mamá y yo estábamos perfectamente bien.

– No es cierto, y lo sabes, tu madre tiene muchos problemas.

– ¿Ahora también te preocupas por su bien? Pues parece que vamos progresando ¿no?

– La semana próxima comienzas a ir a la Universidad.

– No contaste conmigo para esa tomar esa decisión. No quiero ir.

– Aún eres menor, puedo tomar las decisiones por ti.

– La carrera.

– Literatura. Ya lo había hablado con tu madre.

– ¿Ella sabía que tú me traerías para acá?

– Sí, desde hace años lo sabía. Tengo que irme –dijo mirando su reloj de pulsera–. Reunión.

– ¿Ahora?

– Sí, nos vemos mañana.

Se levantó de la cama y salió de mi habitación. Me levanté a ponerle el seguro a la puerta y luego busqué mi teléfono para llamar a mi madre.

– ¿Mamá?

– ¿Hola? –respondió un hombre. Miré la pantalla para rectificar el número y sí, estaba llamando a mi mamá, ¿qué pasa?

– Es el teléfono de Linda ¿cierto?

– Sí. Ella está ocupada ahora mismo.

– Perdón, pero ¿usted es?

– Patrick, ¿y tú eres?

– No me conoce, así que es “usted”. Soy Kristen, la hija de Linda.

– No sabía que tenía hija.

– ¿Desde cuándo la conoce y por qué contesta su teléfono?

– Ayer, la vi en un bar, por primera vez, y ya le dije que estaba ocupada.

– Pero podía haberle llevado el teléfono ¿no?

– Sí… entonces, ¿quiere algo?

– Hablar con ella.

– Que está ocupada.

– ¿Qué coño está haciendo?

– Está trabajando.

TU ELECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora