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La alarma de mi celular me saca de uno de mis mejores sueños, de esos con los que sueñas cuando eres niña, esos sueños mágicos con castillos y príncipes encantadores

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La alarma de mi celular me saca de uno de mis mejores sueños, de esos con los que sueñas cuando eres niña, esos sueños mágicos con castillos y príncipes encantadores.

Me levanto de la cama y la apago. ¡Hoy será mi primer día de trabajo!. Aún era menor de edad, por eso me siento orgullosa de haberlo conseguido. Tengo pensado irme de casa de mis padres y tener un empleo facilita las cosas, por suerte conseguí también que no interfiera con mis días en la Universidad, así que sin duda es magnífico todo lo que estaba logrando.

Salgo de la cama con la mejor disposición del mundo, preparo la cafetera y la harina para hacer el desayuno. Me siento en la isla de la cocina mientras espero a que las arepas estén listas para desayunar.

Me sirvo una taza de café con un poco de leche y azúcar. Relleno las arepas con carne mechada y queso amarillo luego de haberles untado un poco de mantequilla. Me siento en la isla de la cocina a desayunar mientras reviso el Twitter en busca de noticias del día. Cuando termino de comer y organizar toda la cocina me dirijo al baño.

Decido tomar una ducha rápida para que el agua caliente me relaje y poder comenzar mi gran día con buen pie. Saco un jean oscuro junto a una camiseta de flores y mis vans clásicas de color negro. Después de vestirme, me delineo los ojos, me aplico un poco de rubor en las mejillas y brillo labial. Me miro una vez más al espejo antes de tomar mi bolso y salir de mi habitación.

- Buenos días, princesa - me saluda mi padre desde la cocina sirviéndose un poco de café en su taza favorita, aquella que le regalé cuando tenía nueve años en el día del padre.

- Buenos días - lo saludo pasando por su lado en dirección a la puerta principal -. Nos vemos en la noche.

Salgo de la casa sin esperar respuesta por su parte, últimamente no es que esté muy contenta con él, siempre he sido su princesa y niña consentida, al menos eso fue así hasta que me gradué. Mi madre siempre ha sido recelosa conmigo, no recuerdo ni siquiera momentos de mi infancia donde fuese una madre cariñosa, como las madres de mis amigas, por el contrario siempre me estaba regañando y mi padre era quién salía a mi rescate, hasta hace tres meses que me gradué y todo comenzó a cambiar en casa.

Él se hacía el sordo para no discutir con ella permitiendo que me castigara y dijera cuántas estupideces se pasaban por su cabeza, incluso trabajaba más tiempo del que usualmente lo hacía para estar fuera de casa. No lo entendía, ni tampoco quería hacerlo, sólo quería obtener el dinero necesario para mudarme y ocupar el mayor tiempo fuera de casa mientras tanto.

El trabajo quedaba lo bastante retirado para que tuviera que salir de casa a las 6:00 am y poder estar allá a las 08:00 am. Después de subir al autobús que me dejaría a unas cuadras del trabajo me coloco mis audífonos para olvidarme de todo y estar relajada en mi primer día.

NOTA.

Los capítulos son cortos, lo sé. Por eso estaré subiendo 2 capítulos, todos los domingos.

Acepto todo tipo de críticas y sugerencias.

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Efímero.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora