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– Sé que nada de lo ocurrido anoche es directamente tu culpa – me dice y no puedo evitar abrir los ojos como platos, mientras yo me siento absolutamente culpable, las personas no lo ven así –

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– Sé que nada de lo ocurrido anoche es directamente tu culpa – me dice y no puedo evitar abrir los ojos como platos, mientras yo me siento absolutamente culpable, las personas no lo ven así –. Son cosas que a veces se escapan de nuestras manos, pero que podemos evitar.

– Sí, Alexa... Lamento mucho lo ocurrido, de verdad.

– Tranquila, sólo quiero pedirte que por favor no vuelva a ocurrir, de ser posible que tus amigos no sigan frecuentando el lugar por las noches.

Asiento y le respondo: – Es lo mejor, te prometo que así será.

– Y otra cosita, Tif – me mira y yo asiento invitándola a continuar hablando –. Acaba de una vez por todas con lo que sea que tienes con Jesús, vas a tener problemas mayores.

Asiento y regresamos a nuestros puestos de trabajo.

Ese mismo día por la tarde, me despido de todos en el restaurante y me voy.

– ¿Qué haces aquí? – le pregunto cuando lo veo en la parada de los autobuses para Simón Rodríguez.

– Esperándote – me responde en tono coqueto y se acerca a mí.

Comienzo a hiperventilar, tengo los nervios a flor de piel.

Esto está mal, muy mal.

– ¿Qué quieres? – le digo en tono borde quitando su mano de mi cintura.

– Hablar contigo – enarco la ceja y suelta una risita –. Vamos a tomar algo.

Lo dudo unos segundos, pero finalmente accedo.

Con cierta cautela lo sigo hasta un pequeño restaurante chino.

– ¿Qué van a ordenar? – nos pregunta el chino entregándonos la carta a cada uno.

– ¿Quieres comer algo? – me pregunta Jesús y niego con la cabeza.

– No, gracias... Sólo un té de limón – le pido al chino.

– Para mí trae una cerveza negra bien fría.

El chino apunta el pedido y se va hacia la barra del restaurante.

– ¿Y bien? – le pregunto para cortar el silencio.

– Tif, tú me gustas mucho, más de lo que creí posible – sé sincera dejándome sin palabras –. Tus actitudes impulsivas, dominantes, después de aquél día en el hotel supe que te quería para mí... Sé que no he sabido actuar de la manera correcta, pero quiero intentarlo.

– Sigues con Cristina.

– Sólo vivo con ella porque no tengo otro lugar a donde ir, pero yo duermo en la habitación de Junior... Te puedo demostrar que no te estoy mintiendo.

– ¿Cómo?

– Quédate esta noche conmigo.

– Ella puede creer que vas a trabajar, mejor dicho puedes decirle eso.

– Jamás he trabajado un domingo por la noche, además ella corroborara información con Alexa y Luisa... Por favor, acepta ser mi novia, prometo demostrarte que estoy sólo contigo.

– ¡Hey, con calma!

– Quédate conmigo esta noche, prometo no hacer nada que no quieras, te lo pido – insiste.

Nos quedamos bebiendo un rato allí en el restaurante, cenamos y luego nos vamos para el hotel con bebida y más comida.

Cuando nos instalamos en la habitación le envío un mensaje a mis padres diciéndoles que me quedaré en casa de Ángela porque le celebraremos el cumpleaños a Vero, es imposible que se den cuenta de la mentirita que les estoy diciendo.

También les escribo a todos los chicos para que me cubran, incluyendo a Héctor y Cami, por si acaso mis padres los llaman.

Mi celular amenaza con explotar con la cantidad de mensajes y llamadas, de los chicos y de mis padres, incluso Cristina, Alexa y la señora Luisa me llaman.

Finalmente, apago el celular al igual que él el suyo, que tampoco deja de sonar.

Colocamos música en la TV y llenamos el jacuzzi mientras conversamos.

Nos metemos en el jacuzzi con ropa interior.

Nos contamos anécdotas y entre risas los minutos van pasando.

Trago tras trago.

Trago tras trago

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Efímero.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora