Efímero.©

12🥀

Llego a mi casa y me sorprende escuchar un sollozo, no puedo creer que mi madre aún siga llorando. Camino en silencio por el pasillo y cada vez se escuchan más fuertes.

– ¿Mark, eres tú? – grita con la voz entrecortada.

Dejo mis cosas en mi habitación, camino a paso lento y silencioso por el pasillo hasta llegar a la habitación de mis padres, coloco la mano en el pomo con cierto temor, ya que no volví a entrar allí desde que cumplí los 13 años, antes de eso mi padre me hacía entrar para mirar películas como la familia feliz.

«¡Perfecto! no hay seguro.»

– Cariño, sabía que regresarías – dice mi madre quitando las manos de su cara.

Se queda atónita al verme allí, sé que mi madre se ve mucho mayor de lo que es, pero precisamente en estos momentos la veo terrible. Los ojos inyectados en sangre, achinados a más no poder, la cara empapada de lágrimas, la nariz como un tomate en su máxima expresión y el cabello alborotado como si fuese un nido de pájaros.

No puedo evitar abrir los ojos como platos, nunca la había visto tan..., Tan..., ¿Cómo decirlo? ¿Destrozada?

Siempre ha demostrado ser la mujer más fuerte, segura e insensible del mundo. Ni siquiera la he visto llorar de felicidad, como las madres de mis amigas cuando nos graduamos o en algún acto del colegio, por supuesto, si nunca asistía a ninguno de esos eventos.

Quería preguntarle que había sucedido para que ella se encontrara en ese estado, pero las palabras no salían de mi boca.

– ¡¿Qué haces aquí?! – chilla cubriéndose el rostro, esta claro, que no esperaba mi presencia, en estos momentos, ni mucho menos estando en esa situación.

– He escuchado... Creí que... Olvídalo – digo tartamudeando.

Salgo de su habitación para ir a la mía, agarro mi toalla y voy al baño para tomar una ducha, me coloco una pijama de bata color lila y voy a la cocina para calentar mi comida en el microondas.

– Di... Dis... Disculpa... No debí tratarte así.

Si verla llorar era sorprendente, verla disculparse con un vaso de agua en la mano, lo es aún más.

– No pasa nada – le digo restando importancia al asunto, no quiero que se sienta aún peor.

Sé que ella nunca ha sido lo más amorosa y atenta conmigo, como debería serlo, pero sigue siendo mi madre.

– Tu... Tu... Tu padre... Tu padre se fue – suelta dejándome estática en el lugar.

El microondas suena avisando que ya esta listo, pero yo sigo inmóvil, no puedo ni siquiera pronunciar palabra.

Mi mamá me mira con tristeza y decepción, sé que precisamente no es por mí, sino por él, por lo que él ha hecho.

No puedo creerlo.

– ¿Por... ¿Por qué? – me atrevo a preguntar aún cuando me imagino cual será su respuesta.

– Dice que no me soporta más – dice en un tono demasiado bajo, casi como un susurro y luego comienza a llorar de nuevo.

Y digo llorar literalmente, ya que lo hace a moco tendido. Verla en ese estado no es algo que le hubiera deseado nunca, a pesar de que siempre me ha tratado mal.

No sé que decir, no soy buena dando consejos, mucho menos a mi madre. No sé siquiera si abrazarla sea una opción, aunque en la madrugada me lo permitió, no sé si en estos momentos lo haga.

– Ven – me pide abriendo sus brazos, dudo unos segundos, pero finalmente me lanzo a sus brazos.

Se siente demasiado bien.

– Todo estará bien – es lo único que logro articular.

Duramos pocos minutos que parecen eternos en esa misma posición, abrazadas, madre e hija dándose un fraternal abrazo por primera vez.

NOTA.

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