VIII

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Lee Jaesang, imponente como siempre, fue el primero en recibirlo con un asentimiento de cabeza y una leve sonrisa, alcanzado rápidamente por su esposa

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Lee Jaesang, imponente como siempre, fue el primero en recibirlo con un asentimiento de cabeza y una leve sonrisa, alcanzado rápidamente por su esposa.

—Nuestro Jungkookie está tan guapo —lo recibió en brazos cual madre que extrañó a su hijo—. ¿Has crecido desde la última vez? te hemos echado de menos todos los días, Yejin incluso te mantiene todos los días en sus oraciones.

Jungkook la miró directo a los ojos, no encontrando ningún atisbo de engaño dentro de su marea verde avellana.

—Cariño deja al pobre hombre respirar —con una sonrisa tímida lo dejó ir, balanceando su larga melena castaña clara casi rubia en el proceso. Lee Sujin era una exótica combinación de colores para ser coreana.

Estaba por corresponder el afecto cuando Lee Yejin, siendo la réplica de su madre, apareció en su campo de visión.

—Jungkook oppa —sonrió al verle y el pelinegro trago su incomodidad, besándole el dorso de la mano en respeto.

Querida —saludó, notando el brillo enamorado formarse en los ojos de la jovencita frente a él. Dios supo cuánto deseó no haberlo visto.

—¿Jungkook-ah llegó? —a lo lejos una voz familiar llamó su nombre y antes de terminar de procesarlo ya tenía a Chaerin en brazos.

Sacudió la confusión con una sonrisa de auténtica alegría que casi le parte los labios y apretó a la mujer contra sí.

—¿Qué haces aquí? —se apartó lo suficiente para ver a su mejor amiga con las mejillas sonrojadas y ojos expectantes que gritaban me has hecho falta.

—¿El trabajo te ha fundido el cerebro? vine a visitar... los —completó con las palabras atropellándose entre sí, pues si bien quería fundirse en brazos del alto pelinegro podía sentir todos los ojos de su familia encima y no podía darse la libertad de expresar cuánto había extrañado a este otro hombre que no era su marido.

A muy duras penas y con un carraspeo de por medio que reventó la burbuja de familiaridad que con miradas habían creado, se alejó de Jungkook para continuar con la cena planeada.

—Yejin y yo preparamos tu favorito —agregó la pelimiel sentándose frente a su hermana menor y prometido.

Cenaron con el foco de atención puesto sobre el joven hombre que daba lo mejor de sí mismo para impresionar a sus suegros, hablando sobre lo que hacía en su trabajo y algunos proyectos que tenía en mente. Jungkook desearía decir que odiaba a esta familia, que aborrecía a la mujer a su lado que lo miraba con admiración y que el matrimonio Lee era una sucia mentira.

Pero no era cierto.

Pasada la incomodidad inicial que el reencuentro con sus responsabilidades le dio se encontró sonriendo ante el buen humor de Sujin y el aprecio de Yejin, el respeto de Jaesang y el cariño de Chaerin. El pelinegro quería a esta familia que lo crió como un tercer hijo y abrió permanentemente las puertas de su hogar para él y los suyos.

Melodías de Altamar » KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora