Prefacio: El niño irreal

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Konoha era uno de los muchos pueblos que entre las montañas...Oculto, casi incomunicado entre los frondosos bosques que lo rodeaban.
Los niños fácilmente se perdían entre aquellos dominios y nunca volvían, los tiempos eran difíciles y las patrullas de policía no daban abasto con tantas desapariciones, la mayoría de los jóvenes atravesaban dificultades por su situación familiar, la mayoría de aquellos infantes que se perdían en el bosque no eran queridos pero...Fuesen queridos o no lo único certero era que si un niño desaparecía nunca volvería.
La familia principal de la ciudad vivía casi a las afueras de esta, en la línea que limitaba el pueblo y el bosque. Un pequeño azabache miraba desde la ventana de su habitación aquel lugar inhóspito.
Un niño de aspecto frágil a la par que hermoso estaba encerrado en una habitación llena de libros, no había ningún juguete en esta solo libros y más libros, no eran libros comunes para un pequeño de su edad pues los cuentos habían sido sustituidos por novelas y las novelas dejaron paso a las enciclopedias, enciclopedias de diversos e inconexos temas pues abarcaban desde distintas religiones a política y medicina más los libros dejaron de causar interés en aquel niño, al pequeño solo le interesaba mirar por la ventana a la espera, no sabía que esperaba pero simplemente esperaba pues era lo que su instinto le indicaba.

El niño era pequeño, la estatura normal para un niño de siete años tal vez. Su piel era pálida en extremo, rozando quizás una tonalidad enfermiza. Su cabello azabache lanzaba destellos azulados dependiendo de la intensidad de la luz aunque la rebeldía de este hacia que por detrás las puntas de su cabello se alzaba y no había manera de domarlo, por delante dos mechones de cabello enmarcaban su rostro hasta la barbilla y otros mechones más cortos pero desiguales caían por su frente y algunos nublaban su vista ocultando unos ojos ónix tan profundos como las más cerrada de las noches aunque el brillo de inocencia que había en ellos les hacía volverse realmente hermosos, al ser sus ojos rasgados dejaba en claro su ascendencia japonesa. Su rostro era fino, delicado pero al mismo tiempo tenía un aura misteriosa, algo en el pequeño hacia que cualquiera lo notara pues la belleza que poseía no era humana, había algo en el que lo volvía irreal y es que el pequeño era uno de ellos.

Los niños que desaparecían eran reemplazados, en su lugar dejaban a otros niños...Niños débiles, escuálidos e inhumanos. Todo el mundo lo sabía pero no decía nada, solo esperaban a que aquellos niños enfermos empeoraran y acabaran muriendo para ser enterrados bajo nombres que nunca fueron los suyos.
El pueblo vivía atemorizado por estas sustituciones mas como era costumbre nadie podía decir nada, nadie podía hacer nada porque incluso en el único Clan influyente que quedaba en el pueblo había habido una de estas sustituciones.
Si, el niño que estaba enfrente de la ventana era una de estas sustituciones, la única de ellas que había sobrevivido tanto tiempo. Nadie sabía a ciencia cierta esta sustitución por ese motivo se mantenía oculto, mientras fuera tan irreal no podría salir al exterior cuestión de orgullo quizás o simple miedo a una histeria colectiva, la gente suele temer lo que no entiende y aquel pequeño niño no entraba en la comprensión de la gente.

Todos en el Clan le ignoraban, todos salvo su "hermano" para el pequeño la compañía de su hermano mayor era indispensable casi tanto o más incluso que la comida que necesitaba para vivir aunque había algo que nadie estaba notando y es que cada día las ojeras del mayor eran más pronunciadas, cada día que pasaba su condición física empeoraba mientras que el pequeño mejoraba, era un cambio tan gradual que casi no se percibía mas estaba presente, aquel cambio estaba ocurriendo pero nadie hacia nada quizás por miedo o quizás porque no sabían realmente como parar esta situación pues ninguno de los dos jóvenes deseaba separase y mientras ninguno pusiese medios nadie haría nada por temor a las represalias.

Los días pasaban y más entierros se oficiaban, por cada entierro una rosa negra era enviada a la casa principal de la familia Uchiha, siempre con la misma nota y siempre era la misma letra pero nadie decía nada, nadie podía decir nada porque nadie podía hacer nada en esta situación porque nadie sabía que estaba ocurriendo. En una de aquellas veces el pequeño pudo observar el contenido de esta pues su madre presa de un ataque de pánico la dejo caer, en ella se rezaba lo siguiente:

Ojo por ojo.

Sangre por sangre.

Niño por niño.

Nuestro rey espera a su hermoso y amado hijo.

Por muchas vueltas que le diera al asunto no lograba comprenderlo, nadie lo hacía y seguramente nadie podría hacerlo nunca pues aquella situación escapaba de la lógica de cualquier humano, lo que era fantasía se mezclaba con la realidad en aquel lugar y nadie podía hacer nada, nadie podía decir nada pues este era su secreto. En una situación normal la gente saldría despavorida de aquel lugar pero nadie lo hacía, la idea de irse y afrontar una vida común, una vida normal resultaba más aterradora para aquella gente que la idea misma de marcharse estaba prohibido y siquiera podía mencionarse.

Y la vida continuo para el pequeño Uchiha, una vida robada al verdadero Uchiha...Una vida que estaba perdida y fue tomada por alguna extraña criatura, una criatura irreal.

***
Modifique un par de detalles en esta parte para que la lectura fuera más amena.

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