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El sol poco a poco comenzaba a ocultarse detrás de las grandes montañas que rodeaban a la ciudad de Odawara, esto indicaba el final de la jornada laboral de Akaashi, el reloj que tenía puesto en su mano izquierda marcaba las 18:20 de la tarde, tan solo faltaban 10 minutos para que por fin terminara la que sería su última clase del día.

El aula se encontraba sumido bajo un completo silencio, la tensión era casi palpable en el ambiente, los únicos ruidos que se escuchaban provenían de los papeles del examen o el típico sonido proveniente de los correctores líquidos para lapiceras al agitarlos.

El pelinegro se encontraba detrás de su escritorio sumido en las correcciones de otros exámenes pertenecientes a un curso más avanzado, hasta que su reloj comenzó a sonar indicándole que ya era el momento de que sus alumnos le entregaran sus respectivos exámenes.

El pelinegro levantó la mirada lentamente y pudo observar como el rostro de más de uno de sus estudiantes palidecían y se llenaban de nervios y en muchos casos trataban de escribir lo más rápido posible llenos de desesperación, ya que todos los que se encontraban presentes en aquella aula sabían lo que indicaba aquella alarma.

Akaashi estaba más que seguro que a esos estudiantes les quedaban muchas consignas por resolver y esto se debía a la falta de tiempo, pero no podía hacer nada para ayudarlos, era simplemente inevitable.

Si fuera por él les brindaría un poco más de tiempo a esos estudiantes sin problema alguno, ya que le gustaría que los mismos puedan obtener buenos resultados en sus respectivos exámenes.

Pero lamentablemente no podía hacerlo, ya que esto involucraría que dichos alumnos no salgan del colegio a tiempo y la institución obviamente se daría cuenta de ello.

Los directivos de aquella institución educativa habían establecido unos años atrás que ningún tipo de evaluación escrita podría superar el tiempo máximo de una hora, y si por algún motivo les brindaban más tiempo a sus estudiantes acabarían recibiendo un llamado de atención, y en el peor de los casos alguna sanción o castigo, ya que esto a ojos de los directivos, se consideraba como algo bastante injusto para aquellos estudiantes que si alcanzaron a resolver todo en tiempo y forma.

El pelinegro consideraba que aquello era una completa estupidez, él también fue un estudiante y tuvo que pasar por esta situación y sabía lo que se sentía, porque en muchas ocasiones quizás te demoraste un poco más de tiempo en alguna consigna en particular, ya que conocías la respuesta y no sabias como expresarla, o tenías que hacer memoria sobre lo que leíste para poder resolverla y esto por supuesto te lleva más de unos minutos.

No todos tienen la capacidad de resolver determinadas situaciones en un tiempo estrictamente establecido, a muchos les puede llevar más tiempo y a otros todo lo contrario.

Pero, ¿Quién era él para cuestionar las reglas establecidas por la institución educativa en donde se encontraba trabajando? Obviamente era un don nadie, era un simple profesor en biología que no llevaba más de cuatro años enseñando en aquel lugar.

Zero [BokuAka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora