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Aún manteniendo sus manos amarradas hacia atrás, el menor buscaba un poco de satisfacción propia, estirandose lo más que podía para poder tocar aquel lugar entre sus glúteos que cosquilleaba por un poco de atención.

— Deja de tocarte. —le ordenó Wonho quitándose el cinturón, pero él no le hizo caso. El mayor simplemente sonrió al ver al chico ser tan rebelde como siempre, aunque su comportamiento no coincidiera con su apariencia de muñeco de porcelana— Realmente no vas a obedecer, ¿no es así?

El chico ignoraba sus palabras, jugando con su propio cuerpo y soltando gemidos a propósito para alterarlo.

— ¿Por qué debería? —mencionó con la voz agitada, dejando entrever una sonrisa traviesa.

Wonho lo miró fijamente un par de segundos, después enrolló el cinturón en su mano derecha, y calculando la fuerza, dejó que el cinturón golperara la desnuda piel mojada del menor en la zona su espalda alta alcanzando también sus brazos, deteniendo inmediatamente sus movimientos.

— ¡Ah! —soltó un lastimoso quejido mientras empezaba a formarse en la piel de su espalda y brazos, una franja de tono rozado, con una leve hinchazón— ¡Maldito idiota!

Sus reclamos eran inválidos para Wonho. Ya le había advertido que se detuviera y aunque no lo pareciera, el menor ya conocía el castigo que recibiría por desobedecer. Así que sin prestar atención a sus quejidos, lo ayudó a colocarse sobre sus rodillas para dejar expuesto su trasero, mientras su cara seguía reposando sobre la almohada y sus brazos sobre la espalda.

Lentamente se colocó en medio de las blanquecinas piernas y amasó aquellos glúteos con suavidad, antes de golpear con el cinturón sobre ellos creando una nueva franja rojiza en aquella zona que era originalmente pálida y tersa. El menor, al sentir el nuevo escozor, siseó y gimió.

Sus ojos habían soltado lágrimas involuntariamente que acabaron siendo absorbidas por la tela que cubría sus ojos.

— ¿No crees que deberías ser un poco más obediente? —susurró Wonho acercándose a su oído, aplastando por completo su cuerpo boca abajo contra la cama.

La erección que tenía el mayor ya era notable incluso por encima de la ropa. Y aprovechando que tenía sus manos amarradas hacia atrás, el delgado decidió que no se quedaría quieto, aunque sus manos habían sido inmovilizadas para que no pudiera tocar a su acompañante, si él se acercaba de esa forma, era capaz de poder tocar un poco. Por eso buscó aquella erección que apretó entre sus delgadas manos, arrancando un gemido de la boca del dominante.

Debido a la poca movilidad que tenía, movia ambas manos al unísono tratando de tocar de la forma experta que solo él sabía. Wonho por su parte, miró aquella franja rojiza en la espalda alta del chico provocada por el cinturón, y acercó su boca a esa zona, lamiendo suavemente por la extensión, seguramente provocándole un leve ardor.

Después recorrió un poco más dejando más húmedos besos en la blanquecina espalda que poco a poco comenzaba a tener leves marcas rojizas por todos lados, hasta que llegó a su cuello y no se contuvo de apretar su delgado cuello con una mano y morder el lateral con un poco de fuerza desmedida, gracias a las certeras caricias que le estaba dando el menor en su entrepierna.

Sin soportarlo más, se levantó de encima para poder darle la vuelta a quella persona y ver su cuerpo desde otro ángulo.

Una vista de un abdomen plano lo recibió, en conjunto con unos pequeños pezones erectos, y un miembro necesitado de atención. Pero lo más tentador era ver aquella piel limpia casi rogando por ser marcada por su boca, y esos húmedos y carnosos labios entreabiertos.

Se abalanzó contra esos labios que llevaba deseando desde hace rato, y debido a que el sentido del tacto se había agudizado para Hyungwon, sentir su boca siendo invadida por la de la persona que amaba, casi lo hizo tener un orgasmo. La lengua de Wonho no tuvo discreción cuando se trató de invadir su boca, lamer sus labios y bajar a su cuello, para finalmente bajar un poco más y jugar con aquellos pequeños pezones, mordiendo y dejando su marca en él como sólo él podría hacerlo.

— W-Wonho... —le llamó el menor gimiendo su nombre— déjame tocarte. Seré un buen chico la próxima vez, lo prometo.

Wonho sonrió mientras repartía besos por todo su abdomen, hasta que finalmente aprisionó el miembro del delgado en su mano, obligándolo a estremecerse.

— No creo en tus palabras. —susurró dándole un par de caricias en aquella zona sensible, continuando con el rastro de besos húmedos que dejaban marcas en su piel.

— Por favor... —pidió llorando miserablemente, empapando todavía más la corbata que cubría sus ojos— Sólo un poco. —se removió— Al menos déjame usar mi boca.

Su agitada respiración era notable, pero su desesperación lo era aún más.

Al verlo en esa situación, el mayor detuvo sus movimientos y lo miró fijamente, para finalmente deshacerse de su camisa y de sus pantalones. Tomando toda su fuerza de voluntad para no penetrar profundamente en su ya dilatada entrada, con la que el chico travieso había estado jugando en la bañera.

— Bien. Entonces ponte de rodillas. —le ordenó ayudándolo a bajar de la cama, complacido de ver como el delgado obedecía rápidamente y abría su boca en espera— Si haces un buen trabajo y no tienes arcadas, entonces probablemente te permita sentir un orgasmo. Sino, te follaré toda la noche, y cada vez que te estes a punto de hacerlo, me detendré.

Dicho eso, tomó a Hyungwon del cabello y tiró de él, pegando su cara contra el boxer que dejaba ver la fuerte erección que intentaba esconderse debajo. Entonces, sin esperar nada más, el menor decidió cumplir con aquel trabajo en el cual podría considerarse experto, y después de unas pocas lamidas por encima de la tela, debido a la inmovilidad de sus manos, se encargó de bajar aquella molesta prenda con sus dientes, hasta que sintió que el miembro fue liberado.

Por eso, cuando sintió la calidez del objeto rozando su mejilla, sonrió feliz.

No importaba con cuantas personas estuviera Wonho, él era el único que podría ponerlo así de duro, incluso antes de tocarlo.

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