El murmullo de las voces a mi alrededor saturaban la pequeña sala en la que me encontraba, el reloj sencillo que adornaba mi muñeca izquierda marcaba las siete y treinta de la mañana. Para mí, una perfeccionista nata, ya le resultaba muy tarde. Bufé, me era imposible dejar de taconear, me sentía ansiosa, estresada y nerviosa.
Llevaba esperando unos quince minutos para ser atendida.
Esta mañana, al levantarme, había decidido comer uno de los famosos panes de mantequilla y tocineta de Bakery Mat’s, más un capuchino con extra de crema y leche. Si era sincera, ya internamente había intentado pasar varios días atrás por el lugar, pero entre una cosa y otra se me dificultaba. A veces, cuando decía mi famosa frase “mi tiempo es limitado” no lo decía solo por gusto, realmente mi tiempo libre podía llegar a ser escaso. Además, no contaba con que justamente ese día era que tardara más de la cuenta en atenderme, eso sin contar los diez minutos que tenía para llegar caminando al bufete.
—¡Pedido N° 15, Luis Mora! —gritó un hombre por los altavoces, a simple vista podía llegar a parecer muy simple. Sin embargo era alto, de piel pálida y su cabello era de un negro muy intenso, lo que lo hacía resaltar ante la decoración tan oscura del lugar. Una señorita menuda de cabellera rojiza se movilizaba de un lado al otro detrás de la barra, pues tenían demasiados pedidos por sacar.
Aunque Bakery Mat’s era un lugar pequeño, era reconocido entre las personas. Tenía muy buena reputación en cuanto a la calidad de los alimentos que vendían, y si era bien sabido que a media mañana ya se iba acabando la mercancía recién horneada.
Para describirlo mejor, era como la miel y las abejas.
Solo tres números más, me dije internamente.
Hoy tendría la reunión con el abogado Pablo Barnut, lo peor de todo es que le había pedido puntualidad y me hallaba en la cafetería aun faltando diez para las ocho , tenía los nervios de punta y cuando eso pasaba era muy notorio mi pequeño defecto ante el estrés, mi piel comenzaba a picar justo en los pliegues de mis brazos y mi cuero cabelludo. La ansiedad me carcomía justo en aquel momento, la espera me parecía una eternidad.
—Anneliese Alcalá —llamó por los altavoces la joven menuda de cabello rojizo.
—¡Al fin! —exclamé con felicidad aproximándome a la barra, la señorita me sonreía amable mientras sostenía en una de sus manos la bolsa de papel marrón con mi pedido y en la otra mi café—. Muchísimas gracias.
—Gracias a usted y disculpe la espera.
Le sonreí con amabilidad mientras me disponía a caminar, después de todo debía entender que no era su culpa, sabía perfectamente que habían una gran cantidad de pedidos y como era una cafetería pequeña, el personal era limitado.
Observaba las puntas de mis tacones mientras caminaba a la salida pensando en si llamar o no a Eugenia y notificarle la causa de mi retraso, además de que le pediría el favor de recibir al señor Barnut mientras tardaba en llegar.
—Vamos, contesta —murmuraba entre cada pitido—. ¡Hey, hola!
—Buenos días, ¿cómo amaneces?
—Siendo sincera, ya con un malhumor que ya ni yo lo soporto.
—¿Tan mala mañana tienes?
—Ni te…
Dolor, ardor y el grito que salió de mis labios detuvo la frase que estaba por concluir.
En la vida te preparan para muchas cosas, pero sin dudas no lo hacen para canalizar los chacras y no odiar al mundo entero, porque si, era un buen momento para incendiar todo a mi alrededor.
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Los Términos de Anneliese
RomanceDicen que de los errores se aprende al igual que de las desilusiones, pero para Anneliese ya son tantas desilusiones que decide blindar su corazón y jugar como lo hacen los hombres: sin compromiso alguno, solo por y para su placer. Para ello creó u...