II. Libertades

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Me desperté apenas la luz del sol que entraba por la ventana se proyectó en mi rostro. Apenas abrí los ojos pude ver que Lucía ya no estaba a mi lado, por lo que deduje que ya se había despertado. Se había vuelto costumbre que alguna de mis amigas se quedaran a dormir conmigo después de asistir a algún evento, ya que en la gran mayoría de los casos yo requería bastante ayuda para regresar a mi departamento.

Para mi suerte, no parecía molestarles en lo absoluto tener que hacerlo, supongo porque preferían tomarse el tiempo de acompañarme y estar conmigo antes que dejarme sola y que yo misma me condujera a un coma alcohólico. No abusaba del alcohol en mi día a día, pero cada vez que salía no podía evitar tomar cuál fuera lo que se me cruzara en el camino con tal de soltarme y poder restar algo de ansiedad. Siempre fue un arma de doble filo para mí, tan útil como peligroso a la vez.

Escuché la puerta de mi habitación abrirse mientras visualicé a Lucía asomándose por el marco de la misma.

- Cali, no te parece que ya es hora de levantarte? - dijo con la tonalidad más dulce que le salió en el momento.

- Ya voy, qué hora es? - contesté con la voz ronca haciéndole saber que apenas hacía segundos estaba despierta.

- Son las cinco de la tarde, si querés voy una escapada hasta panadería y traigo unas facturas con dulce de leche, de esas que te gustan a vos.

Lucía realmente me conocía porque sí, si me encantaba el dulce de leche. Creo yo que me remontaba a mi infancia, a una cálida y maravillosa, donde la única preocupación que tenía era ver algún dibujito en la televisión mientras tomaba la chocolatada y comía facturas con mi dulce favorito que preparaba mamá. Todo era tan perfecto, tan seguro, tan inocente.

- No Lu, mirá si te vas a ir hasta allá, hay tostadas en la alacena.

- Ay Cala comés todos los días las mismas tostadas de mierda, por qué no ir por algo diferente? - sugirió mi amiga un poco impaciente.

Diferente. Una palabra tan simple soltada en un contexto igual de sencillo pero que impactaba en lo más profundo de mi persona. Probar cosas "distintas" no era algo habitual en mi vida, eso implicaba tener que salir de mi zona de confort y animarme a lo nuevo, romper con la estructura y dejar caer el control sobre las cosas. Y yo no podía, de ninguna manera, no me permitía perder el control de mis asuntos, porque significaría  dejar de sentirme segura y corromper la poca estabilidad que tenía.

Aunque me cueste admitirlo, la dura realidad es que todo eso de lo cual estaba tan convencida, fue tan sólo una ilusión, porque la cantidad de control que ponía sobre ciertas cosas, era totalmente equivalente al descontrol que me ocurría en otras. Nunca fui capaz de equilibrar.

- No quiero discutir ahora - realmente no quería, no otra vez y por el mismo tema.

- Serán tostadas entonces.

Suspiré agradecida por la comprensión de mi amiga, sabía perfectamente que yo no era una persona fácil de entender.

Al cabo de unos minutos me levanté de la cama y me cambié para luego dirigirme al living dónde ya estaba Lucía sentada en el sofá con los cafés y las tostadas listas. Me senté justo enfrente de ella, quien llevaba puesto un pijama azul marino, su preferido, que destacaba con el rubio de su cabello. Comencé a tomar el primer sorbo de café cuando casi me atraganto al escuchar lo que me había soltado:

- Cómo te fue con el chico ese anoche? - preguntó con curiosidad.

- Qué chico? - hacerme la boluda era muy normal de mi parte.

- No sé el nombre, el castaño ese de ojos azules, Martín me dijo que es muy amigo de él - hizo una pausa para tomar la taza de su desayuno y sostenerla entre sus manos - quise preguntarle el nombre, pero arrancó a los besos con Clara y no le entendí nada.

CONTRAPUESTOS ; WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora