Atlantida

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Año: 2020

Isseo sabía que algo estaba mal. No era normal que la ciudad estuviera temblando y que las calles tuvieran pequeños riachuelos que las recorrieran de un lado a otro. La Atlántida siempre fue la gran ciudad de su época, eran la más poderosa y la más avanzada, pero Isseo sabía que algo no iba bien, decidió salir de su casa a pesar de la contraria de su padre, si alguien sabía que ocurría era Ikea. Aquella muchacha era brillante y sin duda en otras ciudades su intelecto habría sido totalmente desperdiciado, algunos rumores aseguraban que era hija de Afrodita, otros de Atenea, ambas teorías tenían sus puntos a favor, sin embargo el joven de Atlántida prefería evitar conectar estos puntos y llegar a la verdad.

El continente perdido era una maravilla que lucia fuera de época, todo tenía un aire de imposible. Los conocimientos que albergaban eran disparates para los contemporáneos e incluso para la civilización de los milenios posteriores, a pesar de esto luchaban como los demás para fortalecer su imperio nacido de Poseidón. Sabían cosas que si llegaran a nuestras manos seria nuestro fin, conocían los mayores secretos de nuestro mundo y como hablar con gente proveniente de otros, en palabras más sencillas era una maravilla. La isla estaba dividida en diez reinos y era la perfección, todo aquello a lo que una sociedad debiera de aspirar. En sí, este lugar no debería de haber existido de manera natural, aunque el intelecto de su gente les permitió crear aquel continente flotante a partir de sus propias manos. Para mucha de su gente, ese era el aspecto que habían de tener los campos de Elíseos. El joven Atlántico esta bastante cerca del ágora de ciudad, la capital de uno de los diez reinos que ahí estaban en armonía y que se habían aliado por ir en la búsqueda de las tierras bárbaras por las que estaban rodeados, con la esperanza de que se tornaran en personas; en ese momento el cielo se sacudió y el agua subió, transformando los pequeños riachuelos se transformaron en lagunas que le cubrían hasta la pantorrilla. La sacudida le habia hecho caer, empapado se levantó y comenzó a buscar a la supuesta semidiosa, si alguien tenía una explicación a lo que pasaba y podía detenerlo, debía de ser Ikea y su mentor, uno de los mayores sabios de todo el continente.

El agua causaba que avanzara más lento y su nivel no dejaba de aumentar, en cosa de unos minutos le llegaba más allá de la rodilla y habia resbalado por los adoquines del piso más de una vez, teniendo el cabello pegado de lo mojado que estaba. No se iba a rendir, tenía que alcanzar a Ikea, él era un Atlántico, uno de los herederos del gobierno de su reino, por lo cual era parte de lo mejor de lo mejor de la humanidad y un poco de agua era miserable a su lado. Él tenia suficiente poder como para dominar a la naturaleza y a quien osara en desafiarle, no sabía de donde surgió ese pensamiento, sin embargo sabía que si la supuesta criatura de Atenea osaba en no ayudarle, podría amenazarle a muerte, no podía negarse a ayudar a su ciudad, a la gema de la humanidad, a los dueños del mundo.

Cuando el agua le llegaba la cintura sabia que poco tiempo le quedaba, la gente a su alrededor estaba claramente alarmada, se habia desatado un caos total, gente ahogando niños pequeños, peleas por botes, provocar el fin de su propia existencia, el agua que se tornaba de un rojo escarlata le traía devuelta a la realidad, eso estaba mal, pero lo que iba a hacer era lo que a su juicio se debía de hacer. Su quitón blanco tenía un cinturón de cuero, donde estaba una hermosa daga de Oricalco, la desfundo y a la primera persona que vio que tenía un bote le corto la garganta, manchándose de un tibio color escarlata, arrojo el cuerpo al agua y se fue remando lo más rápido que pudo, eliminando a todo aquel que quisiera robarle su transporte. No sentía nada al cometer aquellas acciones, era casi como respirar, algo tan insignificante pero a su vez vital, su instinto animal habia salido a flote.

Al llegar al hogar de Ikea y su mentor, su ropa rebosaba en rojo y la sangre impregnada en el bote del desastre del centro, dejaba su huella en el agua cristalina, en aquel lugar parecía que nada estaba pasando, Isseo pensaría eso si no fuera por el agua en las calles. Amarro el bote a un árbol y se arrojo al agua, donde la sangre fresca se comenzó a lavar de su ropa, dejándola de color rosa. Sus pies no tocaban el piso para ese entonces, el hogar de aquellas mentes privilegiadas era un edificio que aun no quedaba totalmente sumergido a pesar los varios metros que el agua habia ganado. A penas irrumpió a través de una ventana, comenzó a buscar, habitación tras habitación, piso tras piso, al llegar al ultimo piso y a la biblioteca que habia ahí, ya el agua no escurría. Al cruzar las puertas de roble vio a Ikea.

La muchacha hablaba con Agustus, su mentor sobre las instrucciones de lo que la joven debía de hacer una vez dejara la ciudad. Aquellos libros que llevaba en su bolsa se llevaban preparando desde que salió la idea de conquistar al resto del mundo y tenían la información suficiente para comenzar de nuevo una nueva Atlántida.

-¡Ikea! ¡Detén esto!- Isseo grito desde la entrada.

-Joven Isseo, ella no puede hacer nada-.Agustus hablo con una voz tranquila a pesar de saber que ese era su final.

-Debimos detenerlo antes, nunca debimos ir por el resto del mundo. No puedo hacer nada, es tarde-.Ikea dijo mirando por ultima vez a su mentor.

-¿A que te refieres?-. El joven dijo con un tono asustado.

-La arrogancia nos eliminó, realmente no somos mejores.-la chica dijo avanzando con total seguridad- Ahora debemos salir de aquí Isseo.

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⏰ Última actualización: Apr 27, 2021 ⏰

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