Día 2: "Star Tear Disease"

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Dicen que el amor cuando no muere, mata.

— Aquí H-50 a mando de EMS, solicito un 10-38 a mi 10-20 ¡Ya! — Exclamó. — ¡Hacer puto perímetro! — Gritó a los agentes que habían quedado pasmados — ¡Hacer puto perímetro! ¡No os quedéis aquí coño! ¡Posicionad el puto francotirador!¡Ya!

— Volkov — Lloró Conway.

— ¿Qué? ¡Conway! ¿Qué ha pasado? — Su respiración era errática, sentía sus manos temblar al tratar de apretar el botón de la radio mientras caminaba nervioso evitando mirar la escena que tenía enfrente. Su cerebro iba a mil por hora, no podía estar pasando, sus ojos le estaban mintiendo.

No podía ser real.

— Conway reaccione — Suplicó Torrente.

— ¡Solicito un puto 10-38 en mi 10-20! — Gritó por la radio, ignorando la escena.— ¡Hacer puto perímetro ya!

— ¡Volkov! — Exclamaron al mismo tiempo el superintendente y el oficial. — No tiene pulso Ivanov — Concluyó Torrente.

Detuvo su ansioso andar sintiendo como el aire abandonaba sus pulmones. Sin asimilar la situación, se agachó frente a los cuerpos que yacían cubiertos de sangre y tierra.

—¿Co-cómo que no tiene pulso? — Titubeó incrédulo mirando la escena. — ¿Cómo que no tiene pulso? — Repitió rabioso hacia el oficial — ¡Me estás tocando los cojones! ¡¿Cómo que no va a tener pulso?!

— ¡Volkov escúchame!

— ¡¿Qué?! — Volteó hacia el mayor.
— Están muertos — lloró.

Viktor había experimentado muchos tipos de amor a lo largo de su vida, el amor que le tuvo a su madre, la calidez del amor en los abrazos de su hermana y aquel amor que llegó a sentir una vez por Alexander Ivanov.

Y los perdió a todos.

El día de su muerte no solo significó la pérdida de un compañero, de un amigo, de una pareja. Sino que representó el inicio del fin de una época donde la paz había reinado en su vida.

Habían muy pocos estudios al respecto, ninguna prueba física o psicológica había logrado encontrar explicación a este extraño fenómeno que sólo parecía padecer el uno por ciento de la población mundial. Solo se sabía que para despertar este mal, se debía sufrir, mucho.

Pero no cualquier clase de dolor, las personas que habían llegado a dar su versión comentaban con pesar que todo había sido una serie de situaciones que se fueron acumulando hasta llegar a un punto de quiebre, donde sus cerebros empezaron a rechazar su terrible realidad, convirtiéndose en su peor enemigo.

Y bien decía el dicho que, ojos que no ven, corazón que no siente.

Cuando Viktor se dio cuenta de que esas lágrimas parecidas a la nieve que brotaban de sus ojos no eran alucinaciones producto del alcohol que había consumido sin descanso desde la muerte de Ivanov, ya era demasiado tarde.

El proceso había comenzado.

Los médicos le diagnosticaron una extraña condición llamada Star tear disease. El nombre se debía a la forma singular que adquirían estas lágrimas, a simple vista, parecían copos de nieve, pero eran cristales minúsculos que a largo plazo, podrían dañar los ojos de los portadores al punto de hacerles perder la visión permanentemente.


Le ofrecieron ayuda psicológica, prometiéndole su recuperación y una vida más tranquila. Sin embargo él no aceptó.

Veía perfectamente, y el dolor que residía en su pecho era lo único que lo movía cada mañana para salir a trabajar, no quería deshacerse de ello.

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