Capítulo 2

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Así que, vámonos a casa

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Así que, vámonos a casa.
Como lo hice yo.
Solo otra vez, naturalmente.

Alone Again – Gilbert O'Sullivan.


NIALL.

—Solo digo que...

—¡Cállate! —Vuelve a gritar papá.

—Pero...

—Ahora hasta me contesta. María, mira esto. —Me señala con un dedo y mi madre niega con la cabeza.

¿Contestar? No sabía que decir lo que uno piensa se consideraba ser grosero, ni mucho menos faltar el respeto a alguien. No busco eso.

Observo a papá, él aprieta la quijada y da media vuelta para volver a la sala, por mi parte me levanto y me encamino hacia las escaleras. Una mano hace presión en uno de mis hombros, giro el rostro para encontrarme con el de mamá, cuenta con una mueca.

—¿Por qué haces esto?

—No, ¿por qué ustedes me hacen esto?

Traga, desviando sus ojos, tomo eso como el final de la cómoda conversación familiar. Al llegar a mi habitación cierro la puerta con sumo cuidado para no armar otro escándalo y voy a mi cama, en donde me tiro de espaldas.

No entiendo qué debo hacer, ¿por qué no soy suficiente? ¿Por qué mi arte les hace mal?

Hay varios cuadros sin terminar recostados por la pared, no logro obtener una imagen de lo que busco que sean en un futuro, no les encuentro forma ni sentido, aún así no las descarto. Ya encontraré inspiración, de alguna forma. Ser nuevo en una ciudad no es tan alentador, no cuando no cuentas con amigos en ese sitio, ni siquiera familiares lejanos o algo por el estilo. Observo el cuaderno en la mesa de madera, algunas cajas también están en ella, pero las descargaré mañana, apenas nos mudamos ayer así que aún hay algo de desorden en ciertos lugares de la casa, y en tan poco tiempo ya logré causar cinco discusiones. Creí que sería distinto.

Me levanto, tomo el cuaderno, un lápiz, borrador y observo a mí alrededor en busca de mi teléfono. La hora en la pantalla me hace saber que son las cinco de la tarde. Tomo la mochila que utilizo para llevar todo lo que utilizo para dibujar, meto en él todo lo que tomé hace un momento, también busco un suéter al notar la brisa del exterior y que de seguro hará algo más de frio al volver, y voy hacia la ventana.

Solo serán unas dos horas como máximo, nadie se dará cuenta si vuelvo antes de la cena. Es la primera vez que hago algo así, pero no quiero ver sus rostros, tan solo encontraría decepción por algo que desconozco.

Observo con duda la distancia que hay entre donde se encuentra la ventana hasta llegar al suelo.

—Ahí te voy, San Pedro.

Mis manos se raspan un poco a causa de ciertas maderitas de la pared, pero logro llegar hasta el suelo, casi sano de no ser porque coloco mal uno de mis pies y caigo de espaldas al suelo. Gruño por el dolor y me levanto, es ahí cuando me doy cuenta de que hay un árbol cerca de mi ventana.

Fragmentos de estrellas (En pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora