III: decisión

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Alison, se encontraba sentada en su cama, mirando fijamente la libreta azul brillante que se había encontrado en la Universidad, tenía puesta su pijama morada con gatitos, tenía un moño en forma de dona, sus piernas estaban cruzadas con su almohad...

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Alison, se encontraba sentada en su cama, mirando fijamente la libreta azul brillante que se había encontrado en la Universidad, tenía puesta su pijama morada con gatitos, tenía un moño en forma de dona, sus piernas estaban cruzadas con su almohada debajo de su pecho cubriendo todo su abdomen apoyando su barbilla en ella.

Los pensamientos que se le cruzaban por la cabeza eran un enigmática; "¿que hago?", "¿Debería devolverla?", "Pero si nisiquiera se de quien es", "¿y si mi mamá la encuentra?", trago duro tras ese último pensamiento, ya que era evidente que su madre no estaría para nada contenta si se enterase que su hija tiene en su habitación una libreta de estudio bíblico, y probablemente no le crea si niega su procedencia, y si no piensa que es de ella seguramente pensar a que es de alguno de sus antiguos amigos, lo cual la mataría en más problemas de los que ya tendría, tanto a ella como a sus amigos, y ahora tendría que estar alerta de que su mamá no husmeara cosas.

Al escuchar unos pasos en el pasillo, tan rápida cómo flash, tomó la libreta y la arrojó a un rincón de la habitación en donde suelen estar las cosas que ella no usa mucho y inmediatamente después de eso, se abrió la puerta dejando ver a un confundido Edward.

- ¿qué estas haciendo? -pregunto curioso el niño viendo como su hermana se le devolvía el color de la piel al verlo.

- ¿a mi?, Nada, nada, ¿por? -pregunté un poco nerviosa pero a la vez calmada de que sea el y no su mamá o su hermano mayor.

- Porque cuando entre estabas más pálida que el papel -respondió con humor moviendo el pomo de la puerta de un lado a otro causando que está también se moviera.

¡rayos!, Mi propio cuerpo me delata.

- Tranquilo, solo estoy un poco nerviosa por mis asuntos de la Universidad, apenas inicie ya me dejaron tareas, ¿puedes creerlo? -dije tratando de cambiar de tema.

El me miro dudoso con una mueca de no estar muy convencido de mi respuesta, después de un rato esa mueca cambio a una sonrisa ladida- nah, seguro que no es nada que no puedas manejar -respondió dándome un golpecito en el hombro de broma, lo agarré y le empecé a despeinar el cabello- ¡no!, dejame -pidió riendo y forcejeando para que lo soltara.

- Nop, hasta que digas por favor.

- Esta bien, ¡está bien!, Por favor hermanita, sueltame -acto seguido, lo solté y nos volvimos a reír, cuando pararon las risas, me puse a pensar en el porque de su repentina aparición en mi cuarto y puse una actitud seria.

Suspire- ya, ¿que te pasa? -le pregunto con seriedad y una ceja levantada.

- ¿Um? -me miro con confusión.

- Casi nunca vienes a mi habitación a menos que me tengas que pedir un favor, así que suelta la sopa -hice un ademán para que hablara.

El suspiro resignado- esta bien, necesito tu ayuda.

Tu eres grandeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora