Se encontraba sumido a la oscuridad, su piel estaba reseca, pues llevaba días sin tomar una gota de agua. Llevaba también un buen rato con aquel dolor de estómago provocado por su intento de alargar lo más posible esa última lata de atún que ya se había tentado algunas veces a comer, pero su fuerza de voluntad era de hierro. Miraba aquella puerta un tanto endeble de madera, con aquel martillo un tanto desgastado de color negro en su mano derecha, debido a que era su mano hábil. Aquella herramienta que perteneció alguna vez a su padre ahora era su arma con la que planeaba acabar con ese ser que tanto lo atormentaba, ese ser que en otros días fue su hermano.
El chico había planeado ya una buena táctica para acabar con el ser demoníaco. Sus medidas de defensas eran un tanto arcaicas, pero se componía de una remera amarrada a su brazo menos hábil, pero que imagino como un escudo, claro, todo era mejor en su mente que cuando lo miraba. Además de eso, había puesto una de las sillas pertenecientes a su comedor, de color negro y hecha a fierro, con un pequeño cojín de color azul, botada justo en frente de la puerta imaginando que el ser, se tropezaría con ella.
– Esto es una locura – pensó el chico, posando su mano en la perilla de la puerta
Temblaba exageradamente y su pulso fallaba ratos, sus manos sudaban lo que provocaba que se resbalara su arma. Pero también estaba decidido a no seguir pasando hambre, puesto que aquel demonio se hallaba en su cocina y tan solo ahí dentro se encontraba el resto de los suministros que tanto necesitaba para recuperar sus energías. Miró a sus espaldas unas veces buscando un “Plan B” por si algo salía mal, pero estaba casi convencido de que sus improvisados planes de 15 minutos lo salvarían de esta.
Giró la perilla con temor, cada grado que su muñeca rotaba su miedo aumentaba, pero al igual que su decisión por hacerlo. Usó ambas manos para empujar la puerta se alejó dos pasos para tener tiempo de blandir su brazo. El muerto tenía sus ojos completamente blancos, el rostro en extrema palidez, sus pómulos se había retraído, dándole un aire de cadáver. Su ropa se encontraba rasgada y con sangre en muchas partes de ésta, pero todo eso no lo logró pensar en el momento, pues el muerto comenzó a caminar tambaleante en su dirección. A su vez el plan del chico daba sus frutos y el muerto enredaba su pierna en la estructura de la silla rompiendo su rodilla izquierda por la palanca que hizo al caer, chocando con el frío piso de cerámica oscura. El chico se estremeció por lo doloroso que se vio aquello, pero el ser ni se inmutó y comenzó a arrastrar la silla junto a su cuerpo hacia el chico, quien espabiló y uso su método central de defensa para apretar al zombi contra el piso y darse el tiempo de observarlo más de cerca, pero ante la fuerza que mostró decidió que debía acabarlo.
-Perdóname hermano, debo hacerlo – susurró el chico a la bestia que tenía frente a sus ojos, antes de terminarlo con un golpe que resquebrajó su cráneo e hizo que el piso quedara manchado con una sangre más oscura y espesa de lo normal
El joven se paró con el pulso más firme y respirando profundamente, miró el cuerpo del muerto y se relajó al saber que ya tenía acceso al resto de sus suministros, dio medio giro y miró la puerta completamente abierta de la cocina soltando una gran cantidad de aire que tenía en sus pulmones. Caminó asegurando cada paso que daba, a la vez que giraba su cuello para observar al cadáver de su hermano ya inmóvil. Sus viejos instintos le hicieron tocar el interruptor de la luz, para luego reírse de sí mismo por aquel innecesario movimiento, tomó la linterna que colgaba de su cinturón y apuntó a ese cuarto de la casa que no tenía siquiera luz del día.
Abrió un mueble que se encontraba a la derecha de la entrada que poseía su mayor botín, él ya lo sabía, era su casa de todos modos. Luego miró el resto de los muebles sin encontrar más que posibles armas y utensilios para cocinar. Su segunda fortuna se encontraba al abrir el refrigerador que ya no tenía ni siquiera un poco de aire frío en su interior, miro hacia abajo y vio una caja plástica llena hasta la mitad de verduras, pero le fue más inevitable sonreír al ver dos botellas de agua que su padre había guardado días atrás por su gusto al líquido frío
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Asesino de bestias
RandomUn joven chico de nombre Alejandro, enfrenta una horrible pesadilla cuando por culpa de su desinformación un apocalipsis zombie lo toma volando bajo. Tras perder a su hermano, el chico vive con un profundo miedo que debe conllevar. Muy pronto, él de...