La debilidades del enemigo

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Día 9 de infección

            El sol entraba por la ventana que estaba junto a su cama, calentaba su rostro y su pecho, quizás fue eso lo que lo despertó. Todo parecía en orden, se sentó sobre el costado de su cama y tomó su ropa, con pocas ganas y un rostro de muerte, se vistió y guardó el cuchillo con el que dormía bajo la almohada en su cinturón de cuero negro, tomó el mapa que había armado de partes impresas de servicios de GPS antes de las infección y marcó con un alfiler el local de comida más cercano.

            Día -4 de infección

-Alejandro, es tu decisión seguirme, sabes que estás arriesgando tu vida – le dijo Manuel justo después de detenerse a un costado del camino – Está aún en tus manos alejarte de esto

-Lo sé, pero estoy decidido a continuar con todo – contestó el joven prendiendo su notebook - ¿Están listos?

-Bien… enciende el auto cuando nos veas correr a todos – le dijo Cristóbal tocando el hombro del más joven integrante de la banda – Si todo sale mal, aquí tienes – agregó pasándole un arma

-No es necesario – contestó Alejandro – si sale mal los esperaré de todas formas – agregó a la vez conseguía entrar a las cámaras del recinto

            Los otros tres integrantes salieron del vehículo con máscaras de color rojo intenso, observando cada cierto momento al joven que se quedaba dentro del vehículo

-Sabes que hacer, ¿Cierto chico? – Escuchaba la voz de Manuel en la radio que se hallaba en el bolsillo de su chaqueta

-Sí – contestó a secas el chico, sintiéndose un tanto ofendido – Cuando entren deben acabar con las cámaras que están a las tres y otra a las once junto al cartelón de cigarrillos, el resto – dejaba en silencio unos segundos el joven de tez un tanto morena – el resto es pan comido

            Pasados dos minutos contabilizados, los tres tipos salieron por la puerta con unas bolsas y una mochila.

-Hazla volar chico – Escuchaba nuevamente la voz de Manuel – Prepara el auto

            Una macabra risa se dibujó en él rostro del joven y dirigió su mano al botón blanco detrás del volante, esperó unos segundos girando la vista hacia sus compañeros y apretó hasta el fondo con su pulgar, consiguiente a esto el potente rugido de una explosión perfecta en la parte trasera del pequeño local dejaba enmudecido a los testigos que quedaban. Sin mirar apoyó su otra mano en la llave del vehículo y lo encendió, mientras veía como de manera veloz, Manuel, Cristóbal y Miguel se metían dentro del vehículo riendo todos al unísono.

-Buen trabajo – dijo Miguel observando al chico que tambaleaba por el movimiento del auto

-¿Nadie los vio? – Preguntó Alejandro acomodándose y cerrando su notebook

-Te aseguro que nadie chico, a todos distrajo la explosión – contestó Manuel, el más experimentado en esto – ¿Nadie nos sigue Cristóbal?

-Nadie – contestó el chico mientras se giraba sobre su cuerpo

            De pronto una gran cantidad de balas se avecinaron desde un costado, el chico cerró los ojos y escuchó como las balas atravesaban a sus compañeros.

            Día 9 de la infección

            El chico se sentó a tomar desayuno en medio del desorden del día anterior, observando a ratos la mesita donde aún se hallaban sus posibles armas, al paso que pensamientos más curtidos y raudos atravesaban su cabeza. Se levantó de la mesa con el desayuno a medio comer y golpeando la mesa, cuando vio como un zombie, con capacidades aparentemente superiores al resto, buscaba por medio del olfato algún rastro de humanos, Alejandro con pocas ideas tomó una aerosol ambiental y lo roció por debajo de la rustica puerta que separaba su zona un tanto segura del resto de las calles infectadas, segundos corridos en el cual el chico temblaba porque no lo oliese, el zombie se alejó lentamente dándole un aire más tranquilo, pero no terminó por probarlo, pues pudo ver como el resto también se distraía por un chica y un hombre en el apogeo de sus 40 años, quienes enfrentaban con simples palos a los zombies, pero con la fuerza del robusto hombre y su durísimo palo de roble barnizado hacían volar sesos y huesos quebrados por los aires, mientras la chica usaba otro sistema un tanto más arriesgado que era atravesar sus cabezas con la pequeña estaca que portaba en su mano izquierda.

Asesino de bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora