Llegaron las últimas cajas y del camión de mudanza se escuchó un último portazo. Me quité los auriculares y, discretamente, me asomé por la ventana hacia la acera de enfrente: habían llegado los nuevos vecinos. Tampoco es que le diera demasiada importancia. Me volví a poner los auriculares, con el volumen casi al máximo. No tenía ganas de escuchar lo que mi cabeza me decía, ni de pensar en cosas que no quería creer, y me quedé dormida.
Al día siguiente mi familia estaba revuelta desde que había llamado por teléfono aquella mañana de domingo.
-Que no, hijo, que no está preparada ni mucho menos-replicaba mi abuela en el otro extremo de la mesa.
-¿Cómo vamos a saberlo?-preguntó mi madre- Supongo que deberíamod haber preparado. Todas las...-guardó silencio, y con la mirada dijo lo que no quería decir en voz alta- Tenían ya un plan de emergencia en caso de una situación como esta.-¡Pero eso es porque son unos malditos maniaticos en este tema!-replicó alterado mi padre-Nosotros hacemos todo lo posible porque todo resulte de lo más normal. Era practicamente imposible que...-dejó la frase en el aire.
No entendía nada.
-¿Qué está pasando?-dije- Porque no me estoy enterando de nada.
Todos se miraron con complicidad.
-Cielo, ya lo explicaré más adelante... ahora todo es muy complicado.-repuso mi madre con una sonrisa. Tomó un sorbo de café.
Mi prima Sara arqueó las cejas y me miró como si fuera una ignorante.
-Yo realmente creo que no está nada capacitada para una responsabilidad así-murmuró mi prima.
Mi tía la miró como diciendo ¿crees que es buen momento para soltar ese comentario? Y Susi bajó la cabeza.
Suspiré, al ver la ignorancia que tenía, pero por ese día, lo dejaría pasar.
Mi habitación, mi música, y ese maldito vacío desde hacia unas horribles semanas. Sentía que me faltaba algo: corrijo, alguien. Me faltaba él y, con todo el barullo de casa, tenía que fingir que estaba todo bien. Siempre había odiado que se preocuparan por mí: ya tenía bastante con estar mal conmigo misma.
Me fui a pasear a mi perro, como todos los días después de cenar...
Empecé a escuchar un extraño ruido, como alas de pájaro revoloteando y me empecé a marear...
Entonces vi a un chico corpulento: me sacaría dos o tres años, y con el pelo de un tono ¿azul? y ropa oscura. Notaba su mirada fija en mí, y juraría que sus ojos eran negros si no fuera porque era de raza blanca.
Iba a volver a casa, pero decidí alejarme y huir...
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Almas Blancas.
Teen FictionLara es una chica de 16 años con el corazón un poco roto, pero como cualquier otra, hasta que misteriosos sucesos y chicos de pelo azul aparecen en su vida: todo desde que se instalaron los nuevos vecinos, en especial Álex, un chico guapo pero que s...