Capítulo 9.

238 21 6
                                    

No puedo negar que estaba muy asustada. Tenía tantos nervios que casi exploto una bombilla, pero tenía que relajarme. Todo iba a salir bien.

Sonreí. Gonzalo era un encanto. Le di las gracias y Álex simplemente miró el reloj.
-Mierda… no tenemos tiempo para ir andando-exclamó cabreado.
Para mi asombro-y susto, pegué un respingo-, rompió el cristal de un coche y abrió el pomo por dentro, entró en el asiento del conductor y nos ordenó que entrásemos. Yo fui al asiento del copiloto.
-¿Estás loco? ¡Tienes dieciséis años! ¡No tienes el carnet!-exclamé medio gritando.
No sé cómo lo hice, pero me enseñó a hacer una cosa bastante extraña y gracias a ello el coche se encendió sin llaves. ¿Por qué le había ayudado? Le miré perpleja.
-La semana que viene cumplo los diecisiete-corrigió-, y sí, para casos de cualquier tipo me han enseñado a conducir.
-Sigues siendo un menor, y sigues sin tener el carnet-repliqué- ¡Dios! ¡Como nos matemos será culpa tuya!
Los tres rieron, y no lo entendí.
-En el mundo mortal los ángeles no mueren por un simple golpe-dijo Sandra.
Y si por <<un simple golpe>> se referían a accidente de coche, definitivamente seguía sabiendo poco.
El vehículo aceleró en un instante, y pegué un rebote mientras cerraba los ojos con fuerza y evitaba gritar con todas mis fuerzas y me aferraba al asiento y al cinturón de seguridad como si fuera mi salvavidas.
Álex giró el volante con brusquedad y giró en dirección al aeropuerto de la ciudad, y las ruedas sonaron como si se estuvieran quejando de que fuera tan bruto, y como cosa de magia, el coche soltó chispas, y Gonzalo se concentró y con un gesto evitó el fuego que se iba a provocar. El coche perdió el control-sabía que no debía fiarme de Álex-, y empezó a dar vueltas sobre sí mismo, hasta que con una suerte increíble paró a centímetros de una tienda. Un poco más cerca y habríamos chocado.
Nunca antes se me había acelerado tanto el corazón.
-Dios. –eso fue lo único que fui capaz de decir.
Todos estábamos en estado de: << ¡Vaya, hemos sobrevivido!>> Y, aún sorprendidos, no pudimos descansar, ya que entonces descubrimos el porqué del descontrol del vehículo. Sonó un pitido.
-¡Salid del coche!-gritó Álex corriendo.
Sin preguntar, salimos a toda pastilla y el coche explotó.
-¿Cómo sabías que el coche iba a explotar?-preguntó Sandra impresionada.
-Porque el elemento de Estela es el fuego-hizo una pausa-, y ahí está.
Una chica de tez blanquísima y pelo azul se acercó hacia nosotros.
-Sí, Estela soy-afirmó- ¿Creéis que vais a conseguir algo?-preguntó la chica, con una voz extremadamente grave, como de esas que se modulan por ordenador. Era más bien como un susurro, como algo sin vida- Éste es sólo el principio de vuestro fin.
Y un rayo enorme, rápido y rojo surgió de sus también coloradas pupilas apuntando hacia nosotros. Gracias a que tenía muy buenos reflejos, en una fracción de segundo empuje a Álex para que no acabara hecho cenizas, aunque acabé encima de él por el impacto. Nos pusimos de pie al segundo, nos miramos a los ojos y me sonrió.
-Buenos reflejos-dijo, y le sonreí.
Volvimos a nuestra posición y Gonzalo me llamó rápidamente.
-¿Sabes cómo matar a un alma negra?-preguntó nervioso.
  -¡Claro que no! ¡Y no hay tiempo! ¿Qué narices hacemos?-respondí histérica.
-Soy un poco inexperto, pero sé que su único punto débil, la forma de acabar con ellos… es cortarle la cabeza-dijo, haciendo una mueca de asco.
Era un poco asqueroso.
Escuché otro rayo. Y otro más. También el ruido de una espada cortando algo, y un grito. Cuando Gonzalo y yo nos dimos la vuelta, había muerto alguien.

-¡Qué suerte hemos tenido! ¡Sandra es una máquina!-exclamó Álex, y chocaron las palmas de las manos.
Los odié en ese instante y me morí de celos. Pero, a decir verdad, Sandra había matado a Estela, salvándonos así la vida.
-Ha sido increíble. Habéis acabado con ella en tan poco…-admití aún alterada. Nunca antes había visto a un ángel oscuro, al menos no con consciencia-excepto a los que recientemente me había perseguido, pero entonces no lo sabía-, y me di cuenta de que era todo lo contrario a algo agradable. Y todos tenían en común esos extraños cabellos azules. Tal vez sería alguna señal de ese clan, o quién sabe qué.
El coche, para mi asombro, seguía funcionando- o lo había arreglado ellos, no lo sé exactamente-, así que el silencio era acompañado por el sonido de la carretera y del motor, que nos conducía hacia el aeropuerto.
-Hemos perdido mucho tiempo con esto… vamos demasiado justos-dijo Álex sin apartar la vista de la carretera-. Ya que no hay nadie, voy a acelerar un poco.
Sandra esta vez se había puesto en el asiento del copiloto. Ella puso su mano encima de la de él y el corazón se me cambió de sitio.
-Pero ten cuidado. –dijo ella.
Él se quedó mirándola sorprendido y solo pudo asentir. ¿A qué venía eso? Tenía un nudo en la garganta que me impedía hablar. Parpadeé un par de veces y se me fue pasando un poco. O no. Simplemente miré por la ventanilla del coche.
Llegamos al fin al aeropuerto y entramos corriendo, ignorando a la gente que nos miraba que como si estuviéramos locos.
Gonzalo intentó convencer con todo tipo de argumentos a la azafata, pero no; ya no podíamos entrar. Llegábamos tarde.
-¿Y ahora qué hacemos?-preguntó Gonzalo.
-Tendremos que quedarnos en un hotel. Nos estarán buscando los ángeles oscuros y además, parece ser que el próximo vuelo a Italia es dentro de tres días…-decidió Álex.
¿Tres días en un hotel? ¿Los cuatro? Si no fuera por la situación en la que nos encontrábamos, sería incluso divertido.
Pero es que, en apenas tres días, podrían cambiar muchas cosas.

Almas Blancas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora