Capítulo 3.

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Si el día anterior había sido fuera de lo normal,  el día siguiente lo fue aún más.  Bastante más.

En el desayuno, todos me miraban, observándome.  Si hubiese sido un día normal,  me habría preguntado si tenía algo en la cara.  Mi madre estaba muy tensa.

-Hoy entra en el instituto el hijo de los vecinos, Álex. Irá contigo, que es nuevo-dijo mi madre,  más como una orden. 

-Ni siquiera lo conozco-me quejé- Pero... ¿no es muy raro que se muden en preno abril,  en mitad de curso?

-Supongo que sus padres habrán encontrado trabajo ahora-dijo mi madre encogiéndose de hombros. - El caso es que es nuevo, está solo y tienes que relacionarte con más gente a parte de tus amigos Andrea y Pablo.  Llevas un tiempo que... 

-Vale,  de acuerdo-la interrumpí.  No quería más charlitas.- Iré con él. 

Mi madre mostró una sonrisa de satisfacción y se llevó su plato a la cocina. Me fui a coger la mochila,  me puse unos vaqueros y una camiseta azul,  y me fui. 

Él estaba en la puerta d casa esperándome. Por alguna extraña razón, me empecé a poner un poco nerviosa.  Pero él no tenía por qué saberlo, claro. 

-¿Llevas mucho tiempo esperando?-pregunté lo más indiferente que pude. Él estaba tan relajado,  tan seguro de sí mismo... Se echó el pelo hacia atrás y se encogió de hombros.

-No demasiado-respondió.

Llevábamos un rato en silencio,  caminando,  cuando él dijo al fin:

-¿Buenos días, no?

-Es lunes...  muy bueno no puede ser-musité,  y él sonrió. 

-Qué pesimista. 

¿Qué le preguntaba? En realidad,  tenía curiosidad por muchas cosas. 

-¿Dónde vivías antes?

-En Málaga-respondió. Con razón ese acento tan mono. 

-¿Y por qué viniste desde tan lejos?-volví a preguntar. 

-No,  ahora me toca preguntar a mí.  ¿Por qué no estás bien?

Su pregunta me pilló muy desprevenida. Se acercó un poco más mientras caminamos. 

-¿Qué? No sé por qué dices eso-esquivé su mirada. 

-Ah...  ¿amor?-dijo arqueando las cejas- Normalmente a las chicas como tú les afectan mucho estos temas.  La típica inteligente que va a por el más malote, que no la valora.

-Chicas ¿como yo?-me sentó fatal. ¿Por qué la gente habla sin saber?

-Sí. Buenas,  pero con falta de coherencia.  Sobretodo porque vais siempre al más imbécil. 

Me reí,  sin poder creérmelo.  Me eché el pelo negro hacia atrás.

-Yo nunca me he enamorado.  Además, no me conoces.  Pero con lo del más imbécil, seguro que muchas se han enamorado entonces de ti. 

Arqueó una ceja sorprendido por momentos respuesta,  pero luego hizo como si no lo hubiera oído.

-No te creo-replicó, mirandome fijamente. 

-Pues es verdad. Me da igual si te lo crees o no.

-¿Segura?

-No,  me toca a mí. ¿Por qué has venido aquí en realidad, Álex?

Pero ya habíamos llegado al instituto. 

-Adiós,  Lana-dijo sonriendo.

-¡Es Lara,  idiota!- dije enfadada,  pero no se dio la vuelta. 

¿Qué se había creído? ¡Menudo sabiondo! Por muy guapo que fuera.

La campana que anunció el comienzo de clase sonó.  Estaba segura de que las chicas de su clase irían detrás de el en cuestión de horas.  O viceversa. 

-Nena,  ¿has visto al chico nuevo?- me preguntó Andrea entrando en la clase de literatura. 

-Exacto,  es mi vecino, y encima tenemos que venir juntos al instituto... 

Andrea me miró atónita. 

-¿Encima? ¿Tú has visto cómo está el chaval? ¡Y qué sonrisa! Bueno,  pero yo me quedo con mi Raúl-dijo medio gritando,  como siempre. Era una loca, pero cuánto la quería. 

-¡Pues se cree que sabe mucho! Y ni siquiera se acordaba de mi nombre.  Y...-hice una especie de bufido-gruñido y Andrea soltó una risa. 

-Y...  te ha gustado bastante. 

-¿Qué? ¡Ni loca!-exclamé- Además,  sabes lo mal que lo estaba pasando con Adrián. 

Andrea me miró decepcionada y sacudió la cabeza. 

-Por eso, va siendo hora. Pareces tonta. 

Nuestra profesora nos llamó la atención,  y no volvimos a hablar en toda la hora. 

Cuando terminaron las clases, alguien me llamó. Me giré,  y ahí estaba Álex. 

-¿Qué quieres?-pregunté seca.  Cuando estoy molesta,  es imposible ocultarlo.

Pero a él pareció hacerle mucha gracia.  Se echó otra vez hacia atrás el pelo. Qué manía tan asquerosamente mona.  

-Había olvidado que iba con tu bonita compañía-dije sarcástica. 

Alguien apareció allí provocandome una sonrisa. 

-¡Pablo!-exclamé al verle. 

Mi mejor amigo: el mejor chico que puedes echarte a la cara. Ese tipo de persona con la que podías contar siempre,  de esas que ya no quedan. 

-Te olvidas de mi despedida ¿eh?

-No te había visto- repliqué, pero sonriendo- ¿Hoy tienes partido?

-Por suerte, no. Quería preguntarte... Si podías venir hoy a ver a la banda.  Es nuestro primer concierto,  y es importante para mí que vengas. 

-Claro que sí, tonto-dije,  porque era obvio.

Él sonrió y me acarició el pelo.

Cada uno fue por su camino.  Apenas quería mirarle, la verdad. 

-¿Ese era tu novio?-preguntó. 

-No. ¿No es obvio? Si fuera un malote, claro.

-Sigues enfadada-afirmó divertido. 

-Y tú sigues sin sentirlo. 

Se paró en seco en aquel día nublado, fijando sus ojos verdes en el azul de los míos. ¿Por qué se me aceleraba el pulso?

-¿Qué tengo que sentir?

-Pues: hablar sin saber, ser un cotilla, ¡no saberte mi nombre! Y además, creer que sabes de mí cuando en realidad, no sabes.

Estabamos a centímetros.  No me aparté. Sé lo poco que conocía a este chico,  y lo estúpido que suena todo esto,  pero no quería alejarme de él.

-Vale, vale, tendremos que conocernos-admitió-pero lo del nombre fue para picarte a propósito. 

Entonces se acercó aún más a mí,  y aguanté la respiración... 

Almas Blancas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora