Los amigos no hacen cucharita así

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Están tan juntas ahora, que una noche separada de Kara ha comenzado a parecer poco natural.

En cierto nivel, esto preocupa a Lena. Si había algo que le habían enseñado en su fría crianza y varios traumas de la vida, era que la única persona en la que podía confiar era ella misma. Necesitar a otra persona prácticamente era una invitación a lastimarla e inevitablemente, siempre lo hacían. Kara lo había hecho. Ella había validado todos los miedos más profundos de Lena, demostrando una vez más que la intimidad significaba vulnerabilidad y la vulnerabilidad solo significaba que el corazón de Lena se rompía de nuevo.

Pero Kara también había hecho algo que ninguno de los demás había hecho. Ella volvió y aparentemente volvería, sin importar cuántas veces Lena intentara apartarla. Ella había discutido, gritado, llorado y suplicado. Había luchado con Lena, pero también había luchado por Lena.

Por primera vez en su vida, Lena había encontrado a alguien que le hacía creer que valía la pena luchar por ella. Eso parecía algo demasiado precioso para dejarlo ir.

Aún así, décadas de condicionamiento no son fáciles de deshacer, y Lena todavía tenía inquietud por el hecho de haber llegado a depender de otra persona. Cuan molestas y pesadas se habían vuelto aquellas raras noches en su apartamento donde lo habitaba sola.

Esta noche era una de esas noches inestables. Ella y Kara se habían separado después de la pijamada de anoche con la promesa de almorzar al día siguiente, y la idea de las horas vacías que se extienden entre ahora y el entonces preocupa a Lena mucho más de lo que debería.

Hubo un tiempo en que la perspectiva de una botella de merlot caro, una pila de revistas de física experimental y un documental sobre la naturaleza en la televisión habría sido la idea de Lena de una noche perfecta, pero ahora se encontraba desconcertada, de mal humor, traqueteando en su apartamento demasiado grande sin poder concentrarse en nada más que en el espacio vacío de la isla de la cocina, en el sofá y en su cama.

Estaba siendo ridícula. Ella lo sabe. Lena es aguda y dolorosamente consciente de su propia ridiculez en este momento. Ella también es enfáticamente incapaz de detenerse. Entonces, cuando el débil pitido del escáner biométrico de huellas dactilares en la puerta de su casa hace eco a través del apartamento un momento después, Lena se lanza a través de la habitación y casi se lanza al sofá. Coge un diario al azar y finge leer lo que espera le dé un aire de indiferencia, incluso cuando su corazón da un salto mortal en su pecho.

"Hey", llega la voz de Kara sobre el sonido de la puerta principal cerrándose, su bolso cayendo sin ceremonias en el piso del pasillo de Lena.

"Oye", responde Lena tan casualmente como puede, con los ojos pegados a la página frente a ella en un vano intento de transmitir la imagen de que ya tiene algo parecido a una vida lejos de la rubia.

Detrás de ella, en la cocina, llega el sonido de paquetes que se arrugan, la sinfonía inconfundible de los armarios siendo allanados. Segundos después, un cuerpo cálido aparece a su lado, Kara se acerca para deslizar sus brazos alrededor de la cintura de Lena y enganchar su barbilla sobre su hombro. "¿Qué estás leyendo?" pregunta la rubia mientras mira el artículo en el regazo de Lena, las tartas pop momentáneamente olvidadas a su lado.

Lena toma una respiración profunda para responder y al instante se arrepiente, pues inhala una bocanada de la esencia de jabón y polvo de estrellas de Kara, y estos aromas por supuesto se instalan provocando destrozos en algún lugar bajo sus caderas. Y entonces se da cuenta, hay otros olores; cerveza, tiza y piel sintética limpia con un trapo e inclina la cabeza para mirar a la rubia correctamente por primera vez.

Kara no luce ni su supertraje ni el cárdigan de Catco, en su lugar, hay un par de jeans negros ajustados junto con una camisa morada de manga larga igualmente ajustada y Lena de repente se alegra terriblemente de no haber visto por detrás. Lena recuerda claramente la camisa que viste como una que Kara intentó mostrarle una mañana antes de que se dirigieran al almuerzo, haciendo pucheros y mordisqueando con disgusto la tela mientras se quejaba de que el color le desfavorecía. Después de muchas argumentaciones, Lena finalmente estuvo de acuerdo en que, aunque la rubia se veía bien en todo (Eso tal vez no había querido decirlo en voz alta), no era la pieza más halagadora de su guardarropa.

Ellos no te aman como yo te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora