[1] Pensando en voz alta

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Desperté a causa de las vivas vibraciones del móvil, el cual se encontraba junto a mi cabeza, encima de la mesita de noche. Era sábado temprano, tenía la boca reseca y los ojos hinchados a causa de las pocas horas dormidas. Me levanté, cegado por la luz que emitía el aparato. Odio el exceso de luz, y es por eso que siempre mantengo el brillo de la pantalla muy bajo.

Cuando mi vista al fin se había acostumbrado, distinguí el motivo de tanto alboroto. Mi cabeza aún daba vueltas, pero conseguí recordar su manía que tanto me gustaba. Esa de ser la primera en desearme los buenos días.

La forma en que lo hacía era muy especial, ya que siempre decoraba sus mensajes con emoticonos llamativos, aveces incluso alguna foto, pero lo fascinante en ella era que nadamás con eso, me alegraba el día. Me llenaba las pilas. Tras devolverle el saludo con una sonrisa en los labios -que se fue borrando mientras escribía, a causa de la dificultad por coordinar mis dedos en ese maldito y pequeño teclado-, fui a desayunar.

- ¿A dónde vas tan contento? -dijo mi madre, retomando su costumbre de intentar arruinarme el ánimo-. Recuerda que debes estudiar para el examen del lunes -dijo para rematarme-.

- De verdad que no es necesario repetirlo tanto, mi memoria aún funciona -dije irónicamente-. Pásame el ketchup por favor.

- Venga ya Naid, la cantidad industrial que te echas borra el sabor a la comida... -hizo ella, la misma broma de siempre-.

Mi adicción por el ketchup y todos los condimentos en general, era poco normal. Me encanta echarle siempre algo a la comida, para variar el sabor. Soy de esas personas que es capaz de aburrirse hasta comiendo. Me di prisa con la tostada, pues quería hablarle.

- ¿Hoy vienes tu o voy yo? -le escribí tras leer su mensaje de despedida, antes de que fuera a desayunar. En él, me recordaba lo mucho que me ama. Es increíble-. 

- Ven tu, a ver si así te pones en forma o algo -dejó ir para chincharme, como siempre-, además quiero enseñarte algo.

- No sé yo si voy a venir... Total, ¿para qué? Si te veo casi siempre, y para que me trates así mejor me encuentro otra -bromeé, evidentemente-.

- Te amo muchísimo, tonto -fue lo único que respondió, y no necesité nada más para coger mi tabla longboard, y una vez vestido y lavado, salir de casa pitando hacía la suya-.

Siempre estábamos bromeando acerca de temas similares. Pequeñas peleas inventadas para reírnos y darnos cuenta de lo perdidamente enamorados que estábamos el uno por el otro. De hecho, en lo que llevábamos de relación, jamás tuvimos una sola pelea seria, y estas bromas creaban dentro nuestro una sólida confianza que jamás podría llegar a romperse. De ningún modo. Nunca pensé que encontraría a alguien a quien entregarle todo mi amor, y nos encontramos el uno al otro. Era un amor realmente correspondido.

Amar para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora