[5] Resplandor

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Era cerca de la media noche cuando al fin llegué en el sitio acordado conmigo mismo, el cual casualmente no se encontraba muy lejos de la casa de Janna, pero a desventura de mis piernas, tremendamente lejos del hospital. El Parque Central quedaba al alcance de mi vista, y la estatua de Colón señalaba gloriosamente hacía América. El frío que esa noche hacía no era muy típico de la primavera, pero el ejercicio empleado para llegar hasta allí me deshizo de cualquier sensación de frialdad.

Llegué, y pude descansar al fin, jadeando, bajo una farola que iluminaba mi figura. El silencio y la ausencia de cualquier alma en ese lugar me provocaba una sensación de pánico e incomodidad, pero tras espantar esos pensamientos avancé. La importancia de este parque para mi pareja y yo se resumía a un hecho clave, que marcó nuestra vida para siempre: tanto ella como yo tuvimos pareja antes de conocernos, pero nuestro encuentro tuvo lugar siendo los dos vírgenes. Nuestro carácter tímido tan similar nos convirtió en una pareja más bien tierna y romántica, pero pasadas las primeras semanas, la confianza se apoderó de nosotros, y el deseo unido a la atractiva idea de expresar nuestro amor de la forma más maravillosa posible, nos empujó a este parque, una noche similar a ésta.

Íbamos muy pegados el uno al otro, y mi mano rodeaba su cuello, en forma de abrazo, mientras que la suya se encontraba en mi cintura. Pocas farolas más adelante de donde me encontraba yo ahora empezamos a besarnos intensamente. Nuestras lenguas llevaban a cabo una agresiva guerra, a la par que mi mano, inconscientemente y probablemente dejándose llevar por la pasión, fue a parar a los pantalones de Janna. Cuando nos dimos cuenta de lo que hacíamos -sobretodo Janna, quien se asustó un poco- nos separamos unos centímetros. Sentí miedo, ya que ese acto de atrevimiento no fue mal intencionado, y cuando ya lo daba por perdido, ella me susurró al oído: "Adentrémonos en esos matorrales... No vaya a ser que nos vean..." Sonreí bajando un poco la cabeza, impresionado por no ser el único en tomar iniciativa, y efectivamente nos ocultamos de la ténue luz y de la curiosa mirada de cualquier posible personaje que pudiese deambular a aquellas horas por el parque.

Lo que vino a continuación fue evolucionando de un inseguro y tímido beso, esta vez con nuestros cuerpos desnudos, hasta llegar a introducir mis dedos dentro de su vagina, repetidamente. Es difícil de explicar lo que estaba haciendo, puesto que se trataba de algo nuevo para mi y aun así parecía que estuviese haciéndolo sorprendentemente bien. Ella soltó un gemido contenido, bastante fuerte, el cual me impulsó a retirar los dedos, ocupando su ausencia con mi pene.  El choque de nuestras caderas descontroladas convirtieron esa noche en la mejor que había pasado en mi vida. Entrar en detalle acerca del tema sería imposible; me sentía borracho, pero recuerdo con máxima precisión cada movimiento, escalofrío tras escalofrío, y el momento en que los dos perdimos cualquier tipo de miedo o de vergüenza hacia el otro.

Recordar momentos así provocaban una sensación de impotencia dentro de mi. Me encontraba de pie, inmóbil y con los ojos entelados por las lágrimas.

- ¡Janna! -grité-.

No era algo típico en mi, eso de llorar, pero mi vida cambió mucho tras conocerla a ella. Desconsolado, el llanto cogía intensidad, y volví a gritar lo más fuerte que pude:

- ¡¡¡Janna!!! -solté quebrando mi voz. Apagándola bajo una creciente cascada de tristeza, apoyado contra la farola y con las piernas temblando-.

- ¿Porqué gritas, tonto?

Con la cabeza aun bajada dejé de llorar. Me quedé sin aliento, con los ojos bien abiertos clavados en el suelo. Lo que acababa de oir era la voz de Janna, y estoy seguro de ello. Provenía desde unos pasos enfrente mio, pero no me atreví a alzar la mirada. Pudo haber sido mi imaginación, la cual tansolo me estaba jugando una mala pasada.

- ¿Ahora te has quedado sordo?

Y la vi. Al fin mis ojos se posaron sobre su figura, la cual estaba ahí de pie con una media sonrisa y las manos cruzadas a sus espaldas. Me estaba mirando, y no sabría explicar muy bien lo que estaba sucediendo en aquel momento. Era ella sin duda, pues es imposible imitar esa voz, música para mis oídos, y ese bellísimo rostro que acostumbraba a llenar de besos. Pero algo fallaba. Era más que obvio que la situación rozaba el surrealismo. Janna estaba en el hospital, en coma, con lesiones y definitivamente incapaz de moverse. ¿Qué tenía ante mis ojos en aquel instante? 

Sentí ganas de levantarme y correr hacia "ella" para abrazarla, decirle que le echaba de menos y que estaba preocupadísimo, pero el terror se apoderó de mi. No sabía si se trataba de una halucinación, tal vez provocada por el cansancio y extenuación mental, o simplemente estaba dentro del sueño más real que había tenido hasta el momento. El tiempo en el cual me limité a pensar permanecí quieto, sin apenas respirar, y ella parecía hacer lo mismo. Estaba contemplando una estátua que retrataba a la perfección a mi amada, y me convencí a mi mismo de que estaba soñando y que en breves despertaría, para así ver el mensaje de buenos días que ella solía mandarme. Pero esperé en vano hasta que decidí romper ese incómo y extraño silencio:

- Q...¿quién eres? -tartamudeé atemorizado por la posible respuesta-.

- Por imposible que te parezca, Jaden, soy yo -contestó el holograma que parecía de carne y hueso, por el mismo tono de voz con el cual hablábamos horas y horas-.

- Pero estás... en coma... en el hospital -solté bajando de nuevo la vista, pensando, procurando encontrar el mínimo sentido de aquella conversación-.

- Recuerdo eso, y también recuerdo haber oído tu voz en la sala del hospital -respondió entrecerrando los ojos, pensativa, como intentando recordar los detalles-. Quería contestarte y no podía, quise decirte que estaba bien pero mi boca no reaccionaba, pero ahora mismo estoy igual de sorprendido que tú; no soporté oírte llorar, desesperado, y la voluntad de querer hablarte fue la que me llevó aquí.

- Pero eso no tiene sentido -dije, y era verdad, no existía pizca de lógica en lo que sucedía-. ¿Cómo has salido del hospital?

- No lo he hecho, mi cuerpo sigue ahí, rodeado de máquinas... no sé cómo pero logré verme ahí tumbada, con tubos entrando en mi boca y agujas en mi brazo. Fue terrible Jaden... y ahora que puedo verte a ti me siento aliviada.

- No lo entiendo... Janna -dije su nombre, inseguro-. ¿Eres un producto de mi imaginación?

- Ojalá lo supiera, pero... aparentemente tan solo vivo dentro de tu mente. Soy capaz de pensar y me siento... igual que siempre a pesar de lo ocurrido. Tengo una confusión enorme dentro de mi, pero me alivia verte, me siento terrible pero a la vez me alegra estar aquí, enfrente tuyo -respondió Janna con lágrimas en los ojos-.

Tenía muchísimas ganas de ir corriendo a donde ella se encontraba. Abrazarla y limpiarle las lágrimas que ahora ya bajaban por sus mejillas. Realmente durante estas últimas horas todo ha sido llantos, fuera a donde fuera, y la razón de toda esa tristeza se encontraba, posiblemente, a pocos pasos de mi. No sabía si obedecer al miedo y a la confusión y huir; salir corriendo. Pero mi corazón me impedía alejarme de ella. Hicimos una promesa, la de no dejarnos nunca atrás; nos vaya bien o nos vaya mal. Me sorprende haber sido capaz de pensar en esos momentos, así que decidí no esperar a que mi opinión cambie. Hacer caso a esa estupidez tan solo me haría más daño, pues era más que imposible que todo aquello fuera real. Pensé que lo mejor sería ignorarlo mientras aún conservo la cordura, y que debería irme de ahí antes de llamar la atención.

Me levanté poco a poco. Ella dio un paso al frente, llevándose una mano a la barbilla mientras que la otra estaba extendida hacia mi. Permanecí mirándola un solo segundo más, y cometí el posible error que temía: mi cabeza se inundó de recuerdos. Todos y cada uno de esos preciosos momentos que pasé con esa persona, todas las locuras... Eso era. Una locura. Fui corriendo hacia ella y la abracé. La levanté de los suelos apretándola muy fuerte contra mi, y noté sus brazos haciendo la misma presión en mi. No podía tratarse de algo falso cuando abrazaba igual de fuerte que la Janna de siempre. ¿Cómo iba a tratarse de una halucinación? ¿Y si lo irreal hasta este momento fue el accidente? ¿Y si, antes de esto abrazo, todo fue un sueño? Si tuviese que decidir qué fue más real, si lo ocurrido hasta ahora o el abrazo, sin duda alguna elegiría mis dedos limpiándole las frías lágrimas de la mejilla.

Amar para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora