[2] Sonambulismo

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- ¡Cuidado! -oí gritar desde la acera de enfrente-. 

Acto seguido, despierto en el suelo rodeado de un par de personas, aparentemente obreros, y un tremendo dolor de cabeza. Me ayudan a incorporarme y me explican lo que acababa de suceder. Mientras cruzaba el por el paso de cebra, des del carril para ciclistas, una tabla de madera cayó del tejado, precipitándose encima de mi. Al parecer no me pasaba nada, lo más grave resultaba ser el susto y el pequeño golpe en mi nuca. Agradecí por la ayuda, aun despistado, y seguí mi camino hacia la casa de Janna.

- Más no podrías haber tardado, ¿no? -dijo girando los ojos-.

Nos besamos.

- ¿Qué culpa tengo yo de que me intenten matar vaya a donde vaya? -respondí, haciendo que inevitablemente se preocupe-.

Tras explicarle lo ocurrido mientras subíamos a su habitación, me examinó la cabeza. Intentaba explicarle que no era nada, pero me mandó a callar y me quedé embobado mirando las fotos de su estante, donde salíamos ella y yo. Luego, se alejó con una sonrisa dirigiéndose hacia un cajón, del cual extrajo dos papeles. Se trataba de dos billetes de tren.

- Nos vamos a Castellón cielo. He hablado ya con tus padres y la semana que viene, el viernes, partiremos para pasar el fin de semana ahí, ¡sorpresa! -gritó emocionada, riéndose y pegando pequeños saltos de alegría-. 

Me dejó sin palabras. La abracé lo mas fuerte que pude, levantándome de la cama a la cual ella me había empujado anteriormente para ejercer su oficio de médico. Miles de imágenes pasaron por mi mente en ese instante, mientras estábamos los dos de pie ahí parados, sin soltar ni una sola palabra. Tenerla entre mis brazos era la sensación más bella del mundo.

- Te odio. ¿Cómo se te ocurre dejarme así, sin palabras? Espero que estés preparada para cuando vayamos, pienso agotarte por los paseos marítimos, ¡floja! -le dije, conociendo ya la inmensidad de aventuras que esa zona turística ofrecía. Íbamos muy a menudo, puesto que ella tenía un piso ahí, pero... nunca hasta ahora habíamos ido solos, sin sus padres acompañándonos-.

- Cállate, tonto -musitó por lo bajo, soltando un ruido de enfado-. Mi tonto.

- Cállame tu... -susurré muy cerca de su oído, acercándome a ella mientras me volvía a sentar, tirando de su mano hacía mi-. 

Estirado en su cómoda cama, ella se colocó despacio encima mio, hasta que finalmente sus labios quedaron a la altura de los míos. El beso fue la batalla pacífica más salvaje y tierna, contradiciendo cualquier tipo de leyes o normas, y se alargó no sé por cuanto tiempo. Los segundos parecían ser eternos, pero cuando salí de su casa pasaban las dos de la tarde, y aún tenía que ir a comprar un par de artículos que mi madre me había encargado antes de salir.

A mitad de camino me di cuenta que mi longboard permanecía apoyado en la pared del recibidor de la casa de Janna, maldito despistado. Nos habíamos puesto de acuerdo en salir juntos esa misma tarde-noche para ver una peli, por lo tanto, no me resultaba una preocupación recuperar mi tabla.

Al doblar la esquina, en un callejón próximo, oí a una persona gritar con rudeza y enfado. Pasando justo enfrente vi lo que vendría a ser una disputa entre Alexander, un buen amigo mío, aunque un poquito travieso y torpe, y Richard. Éste último era el típico crío con problemas familiares el cual se dedicaba a pagar su mal humor con otras personas, generalmente, mucho más débiles que él. Para variar, iba acompañado de su amigo, conocido como su sombra puesto que siempre iba detrás de él, Godfred. Sentí por dentro una irreprimible ira, y quise hacer que dejaran a mi amigo en paz, así que me acerqué a ellos.

- ¡Hey Richard! ¿Tu y tu cola estáis de nuevo deambulando con la intención de joder a todo el que os encontráis? -solté, llenándome de satisfacción, y pensando si esa clase de escoria sería capaz de asimilar mi intención de que se fueran-.

- Naid tío, no te hagas el héroe que acabarás mal, tu amiguito y yo estábamos conversando pacíficamente acerca de ciertos asuntos que no te incumben; piérdete -respondió, subiendo el tono hasta casi gritarme. A todo esto Alexander me miraba preocupado-.

Sin pensarlo, saciado de tener que soportar el día a día junto a personas así, miré a Alex cuyo brazo estaba cogido por Godfred y volví a fijar mi vista en Richard, y dije:

- Corre.

Con la mayor fuerza posible, descargué mi ira en la mandíbula de ese ser infame mientras Alex dirigía un golpe bien calculado al estómago de su "mascota", y los dos echamos a correr, saliendo del callejón, doblando de nuevo la esquina y finalmente metiéndonos en un supermercado, hasta perdernos entre la multitud de gente que hacía tranquilamente la compra.

- Eres un experto cuando se habla de meterte en líos... -le solté a mi amigo mientras íbamos esquivando la multitud, ya relajándonos después de tanto jadear-. 

- Te aseguro que ésta vez no fue mi culpa, Jaden -se defendió, aunque costaba creerle después de todos los marrones en los que se metió- les debía dinero y se lo devolví, y ahora me hablan de no se qué intereses. 

- Tal vez sería mejor que te alejes ya del tema y dejes de pedir dinero prestado a todo el mundo. ¿No te das cuenta lo que supone para tu madre tener que sacarte siempre de todos los líos? Y para mi y todos tus amigos, ¿eh? -le pregunté con cierto enfado, a la vez que con un instinto protector. Alexander no tenía padre; éste falleció cuando él era joven, y su madre no puede abastecer sus extraños caprichos, como el de apostar en páginas de Internet y en juegos, de los cuales raramente consigue algún escaso beneficio-.

- Tío... no es fácil, ¿vale? -contestó, metiendo sus manos en los bolsillos y bajando un poco la cabeza-. En los estudios soy un negado, y no puedo irme a trabajar sin haber acabado ni siquiera la secundaria. Supongo que... cada uno tiene un destino marcado, y desde pequeño hasta el día de hoy lo he pasado verdaderamente mal. Y en cuanto a mi madre, intento evitarla el máximo para no causarle molestias.

Estuvimos hablando un rato más hasta llegar a su casa. Nos despedimos y yo me dirigí hacia mi casa también. Por el camino no pude dejar de pensar en lo que Alex me dijo acerca del destino de cada uno, y sinceramente no supe cómo interpretar esas palabras. Hasta ahora la vida me había tratado más o menos bien, y no podía quejarme viendo por lo que muchos de mis amigos pasaban. Tenía un hogar, una familia, comida sobre la mesa y todo eso, a pesar de las muchas veces que me quejaba, pero lo más importante para mi, tenía el amor de la chica de la cual estaba enamorado hasta los huesos.

Amar para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora