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—¡Deku!

—¡Kacchan, no te acerques!

Las lágrimas caían una tras otra por las mejillas del chico de ojos color jade, que intentaba por todos los medios escapar de esa prisión humana. Estaba claro que Tomura no lo dejaría ir.

—Izuku —susurró el villano, apretando el agarre en su cuello—. Quieto. Puedo hacer que todo en ti se deteriore con solo quererlo. Y, eso no te conviene.

—¡Maldito, apartate de Deku! —gritó Katsuki, tan desesperado por ir hasta él e impedido por la multitud de villanos que se acercaban hacia él para retrasarlo. Las explosiones se condensaban y explotaban, herían a aquellos malhechores, pero no tanto como el daño que le causaba a Katsuki el hecho de no poder ayudar a Izuku—. ¡Deku, maldita sea!

Tratando de liberarse de aquella multitud, se elevó al cielo con una explosión y al caer comenzó a correr con la mayor rapidez de su vida. No le importó que las llamaradas azules de Dabi intentaran detenerlo. Ignorando el dolor de las quemaduras, solo podía pensar en Deku y en sus ojos que le pedían alejarse de ahí.

¡Ni loco podría dejarlo solo!

—¡No te atrevas a llevártelo! —volvió a gritar. Estaba tan... asustado, que con toda el ansia de su corazón necesitaba alcanzar a Izuku.

El comunicador que les habían dado no funcionaba. La señal se encontraba cortada y lo único que había alcanzado a decirle al bastardo mitad mitad era que la Liga de Villanos los había atacado, pero temía que no fuera suficiente o que siquiera lo hubiera escuchado.

Para su rabia, Tomura soltó una carcajada macabra. 

—Kurogiri —exclamó. Una sombra negra apareció y grandes portales se abrieron. Los villanos que lo atacaban, rápidamente se fueron corriendo al portal, escapando como viles ratas. Tomura no dejaba de reír al ver el rostro descompuesto de Katsuki, quién trataba de llegar hasta ellos—. Katsuki Bakugo, hubieras sido un mejor villano —dijo, caminando hacia atrás con esa asquerosa sonrisa y con Izuku entre sus manos.

Katsuki gritaba. Estaba a punto de alcanzarlo. Su mano estaba extendida, al igual que la de Izuku. Pero prontamente este abrió mucho sus ojos y bajó ambas manos, al sentir que ya se estaba perdiendo en la oscuridad del portal.

No quería que Katsuki fuera arrastrado nuevamente a aquel lugar.

—Kacchan —habló el chico, mientras intentaba sonreír despreocupado y las lagrimas caían por sus mejillas—. No vengas.

Y ante la mirada átonita de Katsuki, Izuku desapareció junto con la Liga, sin que él pudiese hacer nada. Su mente lo abrumó y su corazón comenzó a latir demasiado rápido. Apenas era consciente del dolor que tenía por todo su cuerpo debido a la adrenalina y la ansiedad que lo estaban consumiendo. 

Lo único que pudo pensar antes de comenzar a gritar con angustia, fue que Izuku podría morir.

Amar(te) tanto (Katsudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora