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Qué imbécil

Junio, 2014.

Las gotas de lluvia caen con fuerza sobre mi paraguas, pero eso no impide que pueda escuchar el dulce piano de mi canción favorita en mis oídos. La lluvia no me molesta en lo más mínimo, sino que es mi compañera más fiel; mis zapatos están arruinados por el agua, y un frío terrible me recorre completamente, pero juro y perjuro que no hay nada más tranquilizante que una tarde de nubes grises y lloronas.

Hoy todo me ha ido genial... el último día de otro año de preparatoria. ¿Por qué mi último día es tan emocionante, preguntas? ¿No? Bueno, de todos modos te lo diré: aparte del hecho que ya acabó este malnacido año, hoy también es mi último día viviendo en esta ciudad. Aunque éste es y siempre será mi hogar, también el cambio puede ser muy bueno -o inevitable, mejor dicho.

Jesús, está lloviendo más fuerte...

Incluso con mis pestañas goteando (porque es una de esas lluvias diagonales y perversas, que te mojan hagas lo que hagas) puedo distinguir una parada de autobús techada en la distancia. Camino con prisa hacia ella, y me siento en la seca, pero helada, banca.

Ahora un tono más alegre y menos complejo choca contra las paredes de mi cerebro: You Owe Me An IOU. Tarareo con tranquilidad, balanceándome un poco. Y mientras el movido coro de la canción me rodea, una curiosa sensación de sospecha cae sobre mí; esta banca ladeada, el cuarteado pavimento de la banqueta, el graffiti sobre la pared del negocio de enfrente... Otra melodía, también de Hot Hot Heat.

Después de rebuscar dentro de mis recuerdos, una escena medianamente patética se proyecta en mi cabeza: este mismo lugar, sin lluvia, hace años -aquí di mi primer beso.

No, qué horror.

Creo que tenía trece años, más o menos. Había salido con un grupo de amigos y Jacobo Samperio nos dijo que ya tenía que irse; me gustaba muchísimo, todo el asunto era muy embarazoso. Me ofrecí a acompañarlo porque, obviamente, quería pasar tiempo a solas con él. Estábamos en medio de una conversación muy larga y divertida cuando llegó el autobús que tenía que tomar. Dijo algo muy dulce (que sólo había aceptado ir ese día porque se enteró que yo iba a ir, o algo por el estilo), me dedicó una sonrisa tímida y se despidió de mí. Entonces lo besé —¿Qué demonios estaba pensando? Tenía frenos—... Y le llegó una llamada a su celular. El tono predeterminado era una canción de Hot Hot Heat.

Bueno, resultó que yo no le gustaba así. Me lo explicó de una manera amable y sincera, y yo quería que me tragara la tierra.

Hago una mueca de ternura al recordar la buena amistad que surgió de ese momento tan vergonzoso... Jacobo había sido un gran amigo mío hasta que, repentinamente y a mitad de año, se cambió de ciudad. Sepa Dios adónde.

Overtly individual – covertly traditional

Capto una sombra a mi lado con el rabillo del ojo, pero no me molesto en reconocer su presencia. Será alguien más que intenta protegerse de la lluvia, no hay necesidad de hacer conversación.

She couldn't seem to make up her mind

Siento a la persona moverse en su lado de la banca, y deja caer una mochila a sus pies.

Lo... lo que sea.

Le subo el volumen a la música, y recito el siguiente verso de la canción sin emitir un ruido.

And the only thing constant was the constant reminder she'd never change

La persona a mi izquierda vuelve a moverse, y tal vez sea tonto, pero está comenzando a molestarme. Siento un dedo toquetear dudosamente mi brazo, y volteo sin quitarme los audífonos.

¿Me estás coqueteando, imbécil? (EN CONSTRUCCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora