Capítulo 7: Vuelo 462

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-¿Estás segura de que llevas todo lo que necesitas?-le preguntó su madre nuevamente cuando se encontraban en el taxi que las llevaría al aeropuerto.

-Que sí, mamá. Te lo he dicho unas cuantas veces.-rió su hija ante el comportamiento de la mujer.

Y esto era cierto. Anna se había encargado de que lo fuera, meticulosamente elaborando una lista de los artículos necesarios que utilizaría en Los Ángeles. Empacados y bien almacenados, cada número de aquella lista estaba tachado y completamente listo para transferirse a California.

-Aeropuerto JFK.-intervino el taxista con un tono monótono-Hemos llegado.

Annabeth y Clarisse Kendrick bajaron del automóvil, cargadas de todo el equipaje de la adolescente. En total habían unas 5 enormes maletas y 3 bolsas de mano, contra una chica de 16 años y una señora de 40.

Cuando ingresaron, ambas se dirigieron con paso apresurado hacia donde colocarían las pesadas valijas para ser transferidas al otro lado del aeropuerto, mientras Anna conseguía ansiosamente su pase de abordaje.

-Un pase de abordaje por favor-irrumpió una voz femenina-, a nombre de Emma Woods, de la escuela Malcolm Bay.

Unas mechas morenas alborotaron la mente de Annabeth, pues la chica que se situaba frente a ella en la fila era la mismísima dueña de aquel blog que le intrigaba tanto.

-Sí, su reservación está aquí, señorita Woods.-respondió el joven detrás del mostrador-Su destino es Brandsville, Pennsylvania, aerolínea US Airways, vuelo 462.

El hombrecillo castaño le entregó a Emma un pequeño boleto, el cual ésta tomó inmediatamente y se alejó.

Anna imitó este mismo proceso, sin poder quitarse de la cabeza a la chica que acababa de presenciar. Seguía sin poder creerse que todos estos años pasaba las noches leyendo las palabras de la alumna más odiada de toda la preparatoria. Esto llevó a Annabeth a intrigarse más y más por Emma, aunque ya habían pasado dos semanas desde aquel día, y no había ningún avance, lo que no le contentaba mucho a Kendrick.

Anna decidió que tenía la última oportunidad de establecer una conversación con Emma, pues era muy probable de que jamás la volvería a ver.

Se armó de valor, caminó unos cuantos centímetros en dirección a donde se encontraba Woods, y le dio un toquecito en el hombro para llamar su atención.

La chica del flequillo se dio la vuelta para encontrarse con su compañera de clase, a la cual jamás le había hablado. La morena se desconcertó por ser llamada por la de mechas californianas, y accidentalmente derrumbó la maleta que tenía junto a ella, causando que ambas jóvenes se sobresaltaran y dejaran caer sus pases de abordaje.

-Oh, lo siento tanto.-se disculpó Annabeth, sintiéndose culpable por la maleta de Emma que ahora yacía el en suelo.

Emma optó por simplemente asentir y recoger la bolsa y la tarjetita que se le había caído.

-¿Tú eres Emma Woods, cierto?-interrogó su compañera, recogiendo la única tarjetita que quedaba en el suelo.

La jovencita callada se limitó a asentir nuevamente.

-Yo soy Annabeth, y estoy aquí para viajar de intercambio también.-le comunicó ésta, con una amigable sonrisa.

Tratando de huir de la intimidante situación, Emma hizo el mejor intento que podía de una sonrisa y abrió la boca para soltar una excusa e irse...hasta qué Anna bajó la mirada, como tanto lo temía la inadaptada alumna. La manga de ésta se había movido hacia arriba, dejando al descubierto las tantas heridas y cicatrices que tenía.

-Debo irme.-fueron las pocas y únicas palabras que pudo escupir Emma.

A torpes tropiezos, y como le fue capaz, la muchacha del flequillo rebelde color oscuro se alejó corriendo de Annabeth.

Y así fue como lo confirmó, estaba más que claro, aquella era la chica suicida.

-Mamá, tengo el pase.-avisó Anna, acercándose a Clarisse.

-Bien, ¿a qué sala de embarque nos dirigimos?

Mamá e hija se arrastraron lo más rápido que podían, ya que estaban cortas de tiempo, a la terminal 12. Ahí, se le aplicó la típica revisión de equipaje a todos los pasajeros, y al pasar el detector de metales, la primogénita de Clarisse se sentó junto a ella, en donde la estaba esperando.

-¿Qué pasa? Te noto extraña.

-No, no me pasa nada...-replicó la mujer, conteniendo unas cuantas lágrimas-Es sólo que, mi pequeña está a punto de subirse a un avión a Los Ángeles.

-Mamá, eso no es algo por lo que debes angustiarse.-sonrió Anna, compadeciéndose de su madre-Deberías alegrarte, tu pequeña cumplirá su sueño.

La triste Clarisse se volvió a la adolescente, y la miró con melancolía.

-Lo sé, y por eso es que estoy tan orgullosa de ti.-la tomó de la mano suavemente y con delicadeza-Tienes más agallas de las que yo algún día tendré.

Annabeth abrió la boca, con la intención de responderle a la mujer que tenía enfrente, hasta que la voz proyectada en un altavoz la interrumpió:

-Todos los pasajeros del vuelo 462, realicen el favor de aproximarse a la sala de embarque de la terminal 12, su avión despega en diez minutos.

Anna sacó el pase de abordaje de su bolsillo, cerciorándose que éste era su vuelo.

-Supongo que este es el adiós...por un tiempo.-la joven muchacha tomó su equipaje de mano y se encaminó a la salida más cercana, junto a su madre. Una dama vestida de azul que estaba detrás de un mostrador le pidió su pasaporte, su boleto y su pasaje, los cuales Anna ya tenía a la mano.

Madre e hija se abrazaron, nostálgicamente, antes de que ésta última tomara sus cosas y se dirigiera a salir para abordar el avión.

Después de que varios individuos ingresaran por esa puerta, la mujer del mostrador cerró la enorme puerta metálica que separaba a los pasajeros del aeropuerto.

-¿Está bien, señora?-le preguntó esta señorita, al ver que Clarisse había derramado unas cuantas lágrimas.

-Sí, sí, es sólo que...-contestó, sorbiendo por la nariz-Mi hija se irá de intercambio, viajará a Los Ángeles para estudiar modelaje por un semestre...

La joven del uniforme azul fijó la mirada en la triste madre, enarcando una ceja, extrañada. ¿Acaso esta mujer había perdido la cabeza?

***

Anna acomodó todos sus objetos y bolsas en los compartimentos superiores, con mucha disposición se colocó en su asiento y cerró los ojos para apartar su mente del gran paso que estaba tomando en ese momento.

Unos minutos más tarde, cuando el avión estaba a punto de despegar, su calma fue interrumpida.

-Buenos días, pasajeros.-anunció el piloto por el micrófono-Soy el capitán Williams, y soy el encargado general de pilotear este avión en el que nos encontramos todos. Espero que disfruten su viaje a la ciudad de Brandsville, que tengan un buen día.

Eternamente destrozadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora